Inmensas barreras son utilizadas para separar a ricos de pobres. Perú, Brasil, México y Argentina, aún los edifican. 

 

El muro de Berlín era una vergüenza. Eso se repite aún 27 años después de la caída de la llamada Cortina de Hierro.

 

A esos sucesos el mundo entero los conoce bien, pero las historias mínimas siempre quedan fuera de los grandes titulares. «Nadie habla sobre la cantidad de suicidios que ocurrieron a la caída del Muro. Simplemente porque no podían cogerle el ritmo a un cambio tan brutal y tan repentino», cuenta a RT, el filósofo venezolano Carlos Fernández, testigo presencial de aquel noviembre de 1989 en Alemania.

 

No obstante las lecciones escritas en millones de páginas, los muros que dividen a los pueblos no han dejado de levantarse.

 

En el civilizado mundo del siglo XXI pueden enumerarse los siguientes muros: el que divide Ceuta y Melilla, Cisjordania, Irlanda del Norte, uno entre las dos Coreas, otro entre Arabia Saudita e Irak; Sahara Occidental tiene su muro, y también hay estas divisiones en la frontera de India y Pakistán, entre Kuwait e Irak y en Uzbekistán.

 

¿Libre de pecados?

A pesar de haber sido declarada como una «Zona de Paz», en 2014 por los mandatarios de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), América latina no escapa a la instalación de muros entre sus habitantes, que siguen siendo un reflejo de las profundas desigualdades existentes en la región.

 

«Lo que se sabe menos y se ve menos es que esas inmensas fortalezas sirven también para separar a los ricos de los pobres […] En América Latina, donde la desigualdad siempre ha sido particularmente patente, la construcción de muros se ha acelerado estos últimos años», escribe Tarik Bouafia en el portal Rebelion.

 

Tristes ejemplos

Se debe a George W. Bush, presidente de Estados Unidos entre 2001 y 2009, la paternidad del muro fronterizo destinado a separar a su nación de la vecina México.

 

Se trata de una mega barrera que tiene 1.050 kilómetros de extensión. Es decir, cubre el 33,3% del total de la línea fronteriza, que se extiende por 3.185 kilómetros.

 

Levantada para frenar la inmigración ilegal, solo ha conseguido la muerte de cerca de 6.000 personas mientras intentaban traspasarla.

 

(RT)

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