cuadro-desempleo-espana.jpg

Un nuevo problema, más complejo y profundo que el simple desempleo, está afectando al mercado laboral español. Se trata de que faltan trabajadores. Y sí, hasta cierto punto es una paradoja: ¿Cómo es posible que, en un país con la segunda tasa de desempleo más alta de toda Europa (nada menos que un 20,4%) a las empresas les cueste ocupar sus vacantes? 

 

La respuesta es relativamente sencilla: la mano de obra desocupada no parece estar lo suficientemente cualificada como para ocupar el tipo de puestos de trabajo que se están ofertando. «Desde desarrolladores de software y diseñadores de modelos matemáticos hasta cuidadores geriátricos y personal sanitario, un desajuste de las cualificaciones implica que las empresas están luchando para cubrir los puestos», señala el portal Insider. Por su parte, la empresa de trabajo temporal y servicios  de recursos humanos Randstad considera probable que las empresas españolas tengan dificultades para cubrir casi 2 millones de puestos de trabajo hasta el 2020.

 

Sandalio Gómez, profesor emérito de la Escuela de Negocios IESE en Madrid, citado también en Insider, explica que «la incapacidad para dotar de un número suficiente de trabajadores con las competencias requeridas por las empresas modernas está frenando la economía española. La escasez de mano de obra calificada es un lastre para la productividad, retrasa la inversión y fuerza al límite un sistema de pensiones que depende de nuevos trabajadores con buenos salarios para pagar por una población de edad avanzada». Por lo que se trata de un problema que tendría implicaciones para el futuro de España, además de ser un problema en el presente. «La mano de obra no tiene las cualificaciones que necesita el mercado. Eso es un problema real”, concluye este profesor.

 

Un problema del sistema educativo
 

Este preocupante panorama pone de relieve una grave carencia de la sociedad española: la calidad de su sistema educativo. Sometido a intereses políticos partidistas, con la atención más puesta en cuestiones periféricas como la inclusión o exclusión de las lenguas regionales, y maltratado en un proceso legal de constante cambio (hay que recordar que en los 38 años que tiene la actual democracia española se pueden contar hasta 7 leyes educativas diferentes) el sistema educativo español está dando ahora los amargos frutos que se han sembrado durante este periodo de inestabilidad. Las críticas a la manera en que los gobiernos han gestionado el asunto siempre han ido acompañadas de malos augurios sobre nuestras «generaciones futuras». Es probable que los augurios se estén empezando a cumplir. 

 

Y no se trata sólo de la calidad del sistema educativo. Sino de su enfoque… o, mejor dicho, de su adaptación a la realidad del mercado laboral.

 

En un interesante artículo publicado por el diario ‘El Mundo’ este problema quedaba bien señalado y documentado con cifras: «El 50% de los alumnos españoles escogen matricularse en carreras de Ciencias Sociales y Humanidades, que son las que precisamente menos demanda laboral tienen. Sólo el 6% se anima a hacer carreras de Ciencias. Varios ministerios van a participar en un plan de la OCDE que se llama Estrategia de Competencias y que parte de la constatación de que los países que no planifican una inversión adecuada en adquisición y adecuación de competencias pierden capacidad de crecimiento económico y competitividad. Se trata de evaluar qué necesita el mercado y actuar en consecuencia. El Gobierno intenta hacer más atractiva para los jóvenes la FP, incrementando la posibilidad de que hagan prácticas en empresas. Pero, dada la situación laboral del momento, no parece muy posible que los chicos y chicas que se apuntan a esta vía consigan un trabajo en condiciones. ¿Y cuál va a ser la realidad de mercado si la crisis termina?».

 

Hay dudas razonables de que la crisis haya terminado, pero el panorama ya muestra síntomas de una distorsión preocupante. El ya citado profesor Sandalio Gomez la resume así: «La educación y el trabajo existen en dos mundos alternativos que en realidad no se conectan. Aunque en otros países, como Estados Unidos, la educación universitaria está diseñada para conseguir un trabajo, no es el caso de España». 

 

(RT)