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El presidente de Bolivia, Evo Morales, dijo en una reciente celebración por el año nuevo de los indígenas aimaras que su país podría dejar el calendario gregoriano, al cual considera «impulcro». Bolivía debería «retomar el calendario ancestral como parte de la reconstrucción de su identidad», comentó el mandatario.

 

Las declaraciones surgieron durante el solsticio de invierno que también marca el día del Año Nuevo del calendario lunisolar de los aimaras, el cual es un día festivo nacional. Morales propone incorporar un calendario de 13 meses de 28 días al que considera más armónico, e instaurar el año 5,524.

 

El día del solsticio de invierno ha sido tradicionalmente celebrado por diferentes culturas como el día de Año Nuevo; según algunos investigadores la Natividad de Jesús es celebrada el 25 de diciembre justamente por su cercanía con el solsticio de invierno (en el hemisferio norte), que marca el renacimiento simbólico del Sol.

 

En su libro Present Schock, el teórico de medios Douglas Rushkoff analiza los efectos de vivir con patrones de tiempo artificiales disociados del tiempo de la naturaleza. Yomando de los griegos, Rushkoff señala que existen dos tipos de tiempos, el tiempo de «Cronos» –eminentemente cuantitativo, donde «el tiempo es dinero»– y el tiempo de «Kairos» –el tiempo cualitativo, y apunta que vivir conforme a ciclos naturales es importante para contrarrestar los efectos de aislamiento de la tecnología moderna. 

 

Un calendario que incorpore la observación de los ciclos lunares favorece la agricultura y en general la contemplación de ciclos cósmicos más cercanos, lo que posibilita una mayor conexión con la naturaleza. En China, por ejemplo, se sigue un calendario lunisolar, lo cual parece una mejor opción que el calendario gregoriano si se considera más importante la salud que la economía.
 

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