Luego de aquel último asalto en el que murieron acribillados a balazos dos vigilantes privados y un agente de la Policía local, el jefe de la comisaría reunió a todo el equipo que investigaba los últimos robos cometidos en la ciudad para afinar detalles de la investigación.

 

“Quiero una relación detallada de cada una de las personas que han ingresado al país en los últimos seis meses, es obvio que entre ellos están los criminales. Creo que todos estamos claros de que esos antisociales no son costarricenses, así no actúan los ladrones de acá.

 

Parecieran mas bien criminales de Guatemala, Honduras o El Salvador o quizás de Colombia, pero de aquí nunca”, dijo el jefe policial al tiempo que daba un puñetazo contra el escritorio.

 

Una semana después convocó una nueva reunión para conocer los resultados de las investigaciones. En los últimos seis meses habían ocurrido cuatro asaltos bancarios y a una joyería. Lo que llamaba la atención de las autoridades era la saña con la que actuaba el grupo, quienes ingresaban a las sedes y disparaban de una buena vez contra los vigilantes o policías que hubiere en el lugar.

 

La relación de los migrantes llegados al país eran en su mayoría familias de tránsito, individualidades, artistas, algunos deportistas y varios turistas. Todos fueron cotejados. “Sólo nos quedan los casos de los gringos y de los sifrinos venezolanos”, dijo uno de los policías.

 

—¿Cuáles son esos gringos y cuáles son esos sifrinos venezolanos? Quiero un informe detallado de cada una de esas personas.

 

La Dirección de Inteligencia y Seguridad (DIS) de Costa Rica abrió una investigación y logró determinar que “los sifrinos venezolanos” eran unos delincuentes que habían cometido un cuádruple crimen en Venezuela, en ocasión de un asalto cometido contra una avioneta de una empresa de Valores en el aeropuerto Manuel Piar de Puerto Ordaz.

 

Varios de sus integrantes habían ingresado a Costa Rica y se habían hospedado en una lujosa urbanización de clase media alta y además habían montado un negocio de comida venezolana en el cual incluso llegó a comer el expresidente venezolano Jaime Lusinchi, quien se encontraba viviendo en el país centroamericano.

 

Fueron detenidos y deportados a Venezuela. Poco después, otros integrantes de la banda, entre ellos el jefe del grupo criminal, Oswaldo Martínez Ojeda, fue apresado en México.

 

Entre los deportados de Costa Rica se encontraba Juan José Avendaño, a quien meses antes habían rescatado de una cárcel en Ciudad Bolívar, ubicada justo al lado de un destacamento de la Guardia Nacional.

 

Todo el grupo fue enviado a las Colonias Móviles de El Dorado, cárcel que tenía fama de que de allí no se fugaba nadie, pero varios miembros de la banda se fugaron aunque algunos murieron en el intento.

 

Martínez Ojeda fue uno de los que se fugó. Luego fue capturado de nuevo por andar con un carro robado. Portaba un fusil en el maletero, pero volvió a fugarse, hasta que finalmente cayó muerto tras batirse a tiros con la policía de Guacara, estado Carabobo, en una finca de la zona.

 

Migración delictiva aumenta xenofobia

 

La oleada de emigrantes venezolanos hacia países latinoamericanos continúa en aumento, y ya se ha hecho de conocimiento público la xenofobia contra los criollos en algunas de estas “tierras hermanas” donde, además de haberse conocido sus valores y buenas costumbres, también ha llegado una minoría que vive al margen de la ley.

 

Para Javier Gorriño, criminólogo, las acciones de bandas que se han ido a otros países a delinquir, repercuten “en que haya rechazo hacia el venezolano que realmente va a trabajar”, disminuyendo la confianza y las ofertas de trabajo.

 

Asimismo, afirmó que migrar con un prontuario manchado con sangre o incluso, sin algún papel en regla, no es un obstáculo al que los delincuentes den mayor importancia, ya que solo les interesa ir “a hacer fortuna”. Acotó que el éxodo masivo de personas dificulta los procedimientos de control en las fronteras, por lo que los criminales aprovechan para partir armados. “Se las llevan incluso de aquí. Allá, inmediatamente hacen conexión con agrupaciones criminales locales y dan con todo tipo de armas”, aseguró.

 

Los delincuentes capturados en el extranjero son juzgados bajo las leyes del país donde se encuentren, y son deportados solo si el país de origen los solicita.

 

Intento fallido de expansión

 

Uno de los casos más recientes sobre delincuentes venezolanos que han emigrado, y que ha causado gran revuelo, ha sido el de la captura de Edinson Agustín Barrera (22), alias El catire, detenido en Perú a principios del mes, cuando pretendía robar un banco con la ayuda de José Rafael Zorrilla Velásquez (30), Luis José Marcano García (23), Víctor Manuel Rivero Vásquez (18) y Manuel Eduardo Ruiz Balbuena (27), todos pertenecientes a El Tren de Aragua, una peligrosa banda dedicada al secuestro y la extorsión que actuaba en el estado Aragua, con fuertes conexiones con la cárcel de Tocorón. El Tren de Aragua tiene alrededor de 15 años de existencia y tienen en su haber una larga lista de crímenes, cobro de vacunas y secuestros.

 

Las autoridades que detuvieron a El catire en Perú, sospechan que han ingresado al país sureño al menos 15 miembros del grupo criminal, con la intención de crear un apéndice de esta peligrosa agrupación delictiva. Aunque es obvio que cuentan con apoyo de delincuentes peruanos e incluso con la complicidad de funcionarios, lo que explicaría la posesión de armas de fuego, que no han podido llevarse desde Venezuela.

 

(Ciudad CCS)