La visita de Luis Almagro a Cúcuta para verificar in situ la situación de los migrantes venezolanos ha terminado de dejar en evidencia –por si alguien tenía alguna duda- que este funcionario diplomático ha colocado el objetivo de derrocar al presidente Nicolás Maduro por encima de sus responsabilidades como secretario general de la Organización de Estados Americanos.

 

La animadversión contra Venezuela se hizo grotesca al llegar al extremo de solicitar una intervención armada, afirmación que luego ha pretendido matizar, atribuyéndola a una mala interpretación de sus palabras.

 

En rigor, el tratamiento que Almagro le ha dado a todos los asuntos relacionados con Venezuela refleja la actitud sesgada y poco profesional de este funcionario de larga experiencia diplomática.  Esto se aprecia en particular con el tema de la migración venezolana en el que el secretario general se ha cebado últimamente, a sabiendas de que todo el continente tiene un grave problema en ese campo, y muy especialmente en lo que respecta a los flujos de latinoamericanos y caribeños hacia Estados Unidos.

 

Con EEUU: puras palabras

 

Cualquiera que haya visto la actitud diligente de Almagro para desplazarse hasta la frontera colombo-venezolana y montar un espectáculo mediático, puede preguntarse por qué no ha realizado hasta ahora una inspección similar a los oprobiosos centros de detención de niños en la zona limítrofe de EEUU con México.

 

Almagro ha tratado con algodones diplomáticos esa crisis que se difundió a escala planetaria con las imágenes de niños separados de sus padres y madres y encerrados en jaulas.

 

Sus actuaciones sobre el drama de los migrantes hacia EEUU han sido meramente declarativas. En febrero de 2017, Almagro le manifestó al canciller Luis Videgaray, su plena solidaridad y respaldo con el pueblo y el gobierno de México, y subrayó su preocupación por los posibles efectos de las medidas anunciadas por EEUU, alegando que “afectan no sólo a México sino a toda América Latina”.

 

Almagro se refirió al muro fronterizo  que ha impulsado el presidente Donald Trump, diciendo que “divide al Hemisferio y es contrario al espíritu de convivencia y cooperación que debe prevalecer entre los estados miembros de la Organización, conforme a la Carta de la OEA”.

 

Luego hizo votos para que, a la mayor brevedad posible, los gobiernos de México y Estados Unidos identifiquen soluciones mutuamente convenientes a las diferencias que han surgido entre ambos países sobre los temas mencionados.

 

Pero las posturas de Almagro hacia EEUU en este campo no han pasado de la clásica jerigonza diplomática.

En junio de 2018, presionado por la divulgación de la terrible situación de la frontera mexicano-estadounidense, Almagro, señaló que “la detención de niños y niñas migrantes, así como la separación de sus padres carece de bases jurídicas y no se inscribe en la tradición del hemisferio y se aparta de los grandes principios que se han establecido”.

Si tuviera una “preocupación” parecida a la que le provoca Venezuela, seguramente Almagro habría ido personalmente a visitar a los niños prisioneros del gobierno estadounidense. Pero lo que hizo fue recomendar que se realice una visita in situ de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para velar y garantizar el respeto a los derechos de los más vulnerables como son los menores de edad detenidos en la frontera México-EE.UU. Que se sepa, tal visita no se realizado aún.

 

Para no aparecer como demasiado opuesto al país hegemónico del organismo multilateral (EEUU es, además, la sede de la OEA), Almagro reconoció que “Washington ha dado un paso muy positivo”, cuando anunció que gestionaría el posible reencuentro de los niños con sus padres. Algo parecido pudo haber dicho respecto al plan venezolano Vuelta a la patria, pero, muy por el contrario, en sus destempladas declaraciones de Cúcuta, lo calificó como una farsa.

 

Mientras el secretario de la OEA se hacía fotos con los migrantes venezolanos en Norte de Santander, más de doscientos niños siguen encerrados en jaulas y separados de sus progenitores por la política migratoria de EEUU, sin que Almagro se digne a realizar una visita o a apurar a la Comisión Interamericana para que le haga caso a su recomendación. Eso, a pesar de que en algún momento dijo que “los niños no deben pagar el precio de la política”.

 

(LaIguana.TV)