“Preso político; joven torturado salvajemente durante cuatro años; exdirigente estudiantil desterrado por la dictadura; infortunado muchacho que no pudo abrazar a su mamá antes de irse del país; activista galardonado con el Premio Sajarov a la Libertad de Conciencia. Así han pintado los medios globales a Lorent Saleh luego de que el Gobierno le otorgara una medida de gracia y le permitiera ir a España, supuestamente a procurarse un tratamiento psiquiátrico.

 

A la escena que montaron solo le hace falta música de violines. Aseguran que no salió de la cárcel por buena voluntad del Gobierno, sino por la presión de la comunidad internacional y como una forma de ocultar “el asesinato” de Fernando Albán, el concejal que se suicidó el pasado lunes mientras estaba en custodia del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin). La trama de la película se extiende y se hace cada vez más dramática.

 

Los medios ocultan desembozadamente una parte sustancial de la historia de Saleh, aunque en buena medida ella fue escrita por él mismo, debido a una perniciosa tendencia a hablar más de la cuenta. También se han guardado las versiones que otras figuras opositoras pusieron a circular sobre el tachirense de 30 años de edad.

 

Revisemos algunos de esos elementos.

 

¿Por qué lo deportó el Gobierno de Santos?

 

Los redactores de los medios de la derecha estiran los meñiques para poder escribir con sumo cuidado acerca de un episodio confuso en medio de esta narrativa heroica: Saleh fue deportado por Colombia debido a que realizaba actividades proselitistas ilegales para los extranjeros. Esta medida la tomó el Gobierno de Juan Manuel Santos en 2014.

 

Algunos periodistas optaron por explicar el asunto de un modo que ni el deportado ni el expresidente quedaran tan mal parados: eran otros tiempos, Venezuela y Cuba habían ayudado a Colombia a llegar a un acuerdo de paz y, bueno, Santos decidió pagarle a Maduro con el muchacho, que además, se lo había buscado por bocón y malacompañado.

 

En realidad, Saleh había participado en Colombia en un movimiento denominado Alianza Nacionalista por la Libertad, considerado como la fachada de la Tercera Fuerza, una organización de neonazis cabezas rapadas que actúa en la capital colombiana. Esto, por cierto, no lo dijo un medio público venezolano, sino una investigación del diario El Espectador de Bogotá.

 

En los actos públicos de Tercera Fuerza, Saleh hacía gala de su internacionalismo anticomunista: «Estamos muy preocupados por lo que está pasando en Colombia. ¿Qué pasa si aquí se consolida la fuerza castro-chavista? Yo vengo a decirles que nosotros necesitamos el apoyo de ustedes y ustedes tienen el apoyo de nosotros», declaró en una ocasión.

 

En 2014, se  mantiene vinculado con Colombia y también con Costa Rica y Honduras. En los tres países tiene la habilidad para que le presten atención figuras prominentes de la política y de otros sectores. En Colombia, sus nexos claros son con el uribismo, al punto de aparecer a menudo acompañado del expresidente Álvaro Uribe Vélez.

 

Con su proverbial verborragia no duda en declarar que está tramitando respaldo de militares colombianos para actuar contra el Gobierno de Venezuela.

 

La relación con Colombia se estrecha tanto que causa ruido. Saleh anuncia que ha comenzado a cursar estudios en la Escuela Superior de Guerra de Colombia, algo insólito porque no es una institución abierta para extranjeros y menos, en particular, para venezolanos. En sus redes sociales dice que se está preparando para actuar en Venezuela en materia de seguridad y defensa.

 

Luego de esta especie de luna de miel, en septiembre de 2014, Colombia lo deportó amparada en una norma según la cual se puede expulsar a extranjeros  “si representan una amenaza contra la seguridad nacional o si son solicitados por las autoridades de otros países”. Habitualmente, Colombia se niega a estas deportaciones solicitadas por Venezuela, incluso cuando se trata de personas acusadas de delitos comunes.

 

Según analistas de la política doméstica de Colombia, la deportación de Saleh fue consecuencia de la agudización de los conflictos entre Santos y Uribe. Fue una especie de daño colateral.

 

“Vamos a matar 20 muñecos”

 

Para convertirlo en su héroe, la prensa internacional debe practicar la amnesia selectiva respecto a otros aspectos del prontuario de Saleh. Tal vez el más notorio sea su famoso video en el que plantea acciones violentas que se estaban planificando, entre las que figuraba matar a unos veinte cuadros del chavismo a los que llamó “muñecos”. Según dijo entonces, ya tenía suficientes provisiones del explosivo C-4 para realizar cuatro  atentados simultáneos en San Cristóbal contra la sede de la gobernación, un estacionamiento de camiones cisterna de combustibles, un banco y una empresa aseguradora (ambos estatales). 

 

En una conversación por Skype, Saleh da detalles de la operación que supuestamente estaba coordinando. Indicó que “si se ponen brutos (los cuerpos de seguridad y el chavismo) les vamos a dar con todo. Tenemos con qué. Vamos a darle durísimo a los cuadros que coordinan a los malandros. Son fáciles de llegar porque son boletas, son brutos. Si los golpeas a ellos, los colectivos se les desarticulan. Vamos a darles a esos ‘manes’ para que las bandas se vuelvan una caca”, expresó, dejando colar en sus frases la palabra manes (hombres) típica de cierta jerga colombiana.

 

En esa misma llamada telefónica, que luego fue difundida por el programa Zurda Konducta, Saleh habló de un entrenamiento para diez personas en Bogotá con especialistas, que incluiría manejo de armas, tácticas militares y otras actividades destinadas a la acción violenta.

 

Este cúmulo de autoincriminaciones llevó a Larisa Costas, moderadora del programa de Venezolana de Televisión En un click a una reflexión sobre lo que ocurriría con una persona así en otras latitudes. Costas escribió en su cuenta Twitter: “El día de ayer, Venezuela otorgó beneficios procesales a una persona que fue capturada por planear actos terroristas. Lo ha recibido España, donde se persigue y encarcela a raperos y tuiteros bajo cargos de incitación al terrorismo”.

 

Ponzoña interna

 

Saleh, tal vez por su inclinación a la pantalla, no se ha salvado tampoco de la ponzoña de otros factores opositores.

 

La periodista Patricia Poleo ha sido una de las más duras con él. Cuando se difundieron los videos dijo que se trataba de fantasías propias de un mitómano y advirtió que “Saleh había generado dudas a su alrededor. Nadie confiaba en él. Los sectores de la Resistencia ya no creían en él. Sabían que no era capaz de poner en marcha una operación tan delicada. Estaba absolutamente desconectado de la lucha de la resistencia en Venezuela”.

 

En un programa cercano al delirio, Poleo entrevistó a María Conchita Alonso, presentándola como “experta en operaciones del G-2 cubano”. La actriz dijo haber tenido información de que Saleh era, en realidad, un infiltrado del chavismo que estaba tratando de perjudicar a Uribe en Colombia. Poleo suscribió esa tesis. Ambas coincidieron en que Saleh, ya privado de libertad, recibía tratamiento preferencial, pues era “el único preso que ha podido enviar un video desde la cárcel”. Eso, según ellas, demostraba que era un agente gubernamental encubierto.

 

Alonso dijo que cuando lo tacharon como sospechoso de ser un infiltrado, ella personalmente contactó a sus amigos en Colombia y también en Centroamérica. Aprovechó para revelar que Saleh había estado un tiempo en Honduras y se había quedado en la finca del presidente de facto Roberto Micheletti, a quien la cubano-venezolana calificó como “mi amigo”.

 

Saleh le reclamó a Alonso por “rayarlo” con esos dirigentes políticos. Ahora, gracias a la buena disposición de la prensa global, se le han borrado todas esas rayas.

 

(LaIguana.TV)