Los escandalosos casos de corrupción que cada cierto tiempo afloran son oportunidades para que la gente honesta del chavismo, del antichavismo y del terreno neutral haga algunas reflexiones.

 

No es cuestión de salir con aquello de que “responsables somos todos” porque la mayoría de las personas no tiene ninguna culpa de que existan hampones sin escrúpulos como los que surgen en estas denuncias e investigaciones. Lo que sí es pertinente que todos tengamos claro es la naturaleza de estos delitos, sus ramificaciones, sus implicaciones.

 

Sería sencillo si fuese un asunto netamente de que los corruptos son los que están en funciones de gobierno y el resto de la sociedad es “inmaculada”, atributo virginal que se autoasignó el suegro de un implicado célebre. No es así: la corrupción siempre tiene dos cabezas, la que propone y la que acepta el negocio sucio. Y la cabeza que propone, la que dirige las manos que pagan (para luego cobrar con creces) suele pertenecer al sector privado, desde grandes corporaciones del mundo capitalista hasta empresarios nacionales, regionales o muy parroquiales.

 

Ese carácter bicéfalo es la razón por la cual cada vez que los factores verdaderamente interesados en la lucha contra la corrupción hurgan un poco en cualquier caso, suelen encontrarse con la peligrosa amalgama de dos tipos de poder: el político y el empresarial. Revise usted grandes asuntos turbios, como los Papeles de Panamá, y comprobará esto.

 

[Acá podemos hacer un primer inciso para abundar en esto de los factores verdaderamente interesados en la lucha contra la corrupción. Es necesario el adverbio  “verdaderamente” porque el sistema corrupto que opera en el mundo entero ha inventado unos mecanismos sumamente perversos para fingir que lucha contra la corrupción, mientras la ejerce. Por eso no es de extrañar que los programas mundiales contra este tipo de delitos sean patrocinados nada menos que por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y por el Foro Económico de Davos, es decir, los clubes de los ricos más ricos del planeta. Dicho en criollo se trata de zamuros cuidando carne.

 

Adicionalmente, el sistema corrupto ha inventado una verdadera constelación de Organizaciones No Gubernamentales (igual que ocurre con las que defienden los derechos humanos)  que hace alharacas, monta actividades internacionales, elabora estadísticas y formula denuncias selectivas contra aquellos gobiernos que no entren por el redil de las grandes potencias financistas de esas supuestas ONG].

 

Reflexiones para revolucionarios

 

Casos como el que ha vuelto al primer plano con la detención en España del exviceministro de Energía Eléctrica Nervis Villalobos debería servir para que los revolucionarios honestos eleven su voz ante los líderes del Gobierno y del partido (que en buena medida son los mismos) en torno a su mala costumbre de ignorar las alarmas oportunas.

 

Casi todos (me atrevería a quitar el casi, pero siempre puede haber una excepción) los funcionarios corruptos que luego han huido del país para asumir la pose del perseguido político habían sido previamente denunciados de manera interna por militantes, dirigentes o figuras de relieve de la Revolución. En muchos de esos casos, la reacción de los dirigentes llamados a investigar y a tomar medidas fue rechazar las denuncias, atribuirlas a perversas intenciones divisionistas y en no pocas ocasiones, sancionar al acusador. La lista que podría anexarse acá es larga y dolorosa. Algunos de los personajes denunciantes quedaron execrados por años. Unos cuantos de ellos, hasta la muerte.

 

[Otro inciso para comentar que varios de los dirigentes a quienes se les consignaron las denuncias en su momento, y las desecharon, no han tenido la entereza necesaria para admitir que cometieron esa equivocación u omisión. Por el contrario, lo habitual es que salgan por ahí diciendo que siempre lo sospecharon del personaje,  que “a mí nunca me engañó Fulano o Mengana”… Dicho en voz coloquial, provoca meterles un cogotazo].

 

Lo cierto es que sobre esos episodios pasados de denuncias que cayeron en saco roto o que terminaron revirtiéndose contra el denunciante es poco lo que puede hacerse, salvo reivindicar el honor de los acusadores. Pero sí puede hacerse algo de ahora en adelante: abolir esas actitudes de solidaridad automática, esos miedos a que la investigación haga daño a la unidad, cuando lo que hace daño en verdad es la corrupción.

 

Qué tal si de ahora en adelante se investigan seriamente los casos que sean planteados con la formalidad necesaria, en lugar de taparlos hasta que estemos en una situación un poco más relajada que, por cierto, en una Revolución como esta, asediada por los cuatro costados, no va a llegar nunca, no nos hagamos ilusiones.

 

Reflexiones para antirrevolucionarios

 

Si usted está en el bando opuesto a la Revolución, casos como el de Villalobos podrían servirle para tomar conciencia de que la derecha política y su clase social inherente, la burguesía, nunca son inocentes en el fluir de la corrupción.

 

Específicamente, la dirigencia política opositora venezolana y cierta parte del empresariado (lo que el presidente Maduro solía llamar la burguesía parasitaria) se las han arreglado para obtener enormes beneficios no solo de los factores de poder internacional adversos a la Revolución, sino también del gobierno al que dicen oponerse. El ejemplo de Luis Fernando Vuteff, yerno del exalcalde Antonio Ledezma, es el que está de moda. Pero hay muchos otros.

 

Mientras la militancia opositora ha sido llevada varias veces a la confrontación violenta y ha tenido que sufrir (junto al pueblo chavista) las consecuencias de la guerra económica que su dirigencia patrocina, los líderes de los partidos de la derecha y buena parte del empresariado no han hecho más que enriquecerse y gozar de los mayores privilegios.

 

Las vidas de príncipes árabes que han llevado varios de los llamados “bolichicos”, merced a actos de corrupción, son una infamia para todo el pueblo de Venezuela, pero sobre todo para los opositores que rechazan por convicción el modelo chavista. En lo que respecta a las grandes corruptelas del sector eléctrico, se trata de hechos criminales gravísimos, no solo por las altas sumas robadas, sino también porque las fallas en este servicio han significado muertes, daños y perjuicios para muchísimos venezolanos.

 

La otra reflexión que podrían hacer los opositores honestos respecto a episodios como este tiene que ver con esa especie de certificados de perdón que están dispuestos a otorgar los dirigentes antichavistas a aquellos exfuncionarios del Gobierno que renieguen del proceso, sin importar que sean comprobadamente corruptos de siete suelas. Se entiende que están aplicando la máxima de que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, pero la tolerancia con el daño perpetrado al patrimonio público termina siendo la peor impunidad.

 

Reflexiones para todos

 

No toda la sociedad es cómplice de la corrupción, aunque los grandes corruptos suelen decir que sí para diluir sus culpas. Pero no queda dudas de que es un fenómeno omnipresente. En la Venezuela de la guerra económica lo hemos palpado en la cotidianidad y a veces nos hemos encontrado con que ese mal tiene la cara de alguien cercano en lo personal o en lo ideológico.

 

Es allí donde puede venir la reflexión para todos: esos grandes escándalos de corrupción que nos dejan con los ojos como platos (por ejemplo, las diez casas de lujo en Madrid que tenía el yerno del “inmaculado”), son los casos más prominentes, pero la corrupción es una pirámide que tiene también una ancha base. Y tanto en los megarrobos como en las trampitas menores siempre tiene dos cabezas: la que soborna y la que se deja sobornar, la que propone el negocio sucio y la que lo acepta.

 

¿Quién puede descartar que algunos de esos grandes ladrones del dinero nacional hayan comenzado en las ligas menores, esas donde juegan los que trafican con las cajas del CLAP en su consejo comunal o las que sustraen las medicinas que con tantas dificultades llegan a un hospital?

 

Cuando nos topamos con la corrupción en esa pequeña escala, los ciudadanos comunes tenemos la oportunidad de hacer algo para cambiar al país, empezando por lo más simple que es no participar de ninguna forma en el delito. ¿No es así?

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)