Dime cuánta efectividad tiene una política pública y te diré con qué saña será atacada.

Está claro, la experiencia así lo demuestra: hay una exacta identidad entre los logros de un programa gubernamental y el nivel de las agresiones que recibe de los adversarios nacionales y globales de la Revolución venezolana.

En orden cronológico, desde el propio año de inicio, 1999, hasta el sol de hoy, las políticas públicas más atacadas han sido el Plan Bolívar 2000, la Misión Barrio Adentro, Mercal, la Gran Misión Vivienda Venezuela y los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). 

Claro que el resto de las misiones sociales han sido también difamadas y descalificadas de manera intensa, pero las mencionadas lo han sido con una intensidad especial.

¿Qué tienen en común estos cinco programas gubernamentales?

El primer elemento común es el ya señalado: han sido políticas públicas exitosas en su propósito de atender dramas seculares de la población, ante los cuales las instituciones estatales habían sido ineficientes o inútiles, mientras las privadas, en líneas generales, eran (y siguen siendo) parte del problema.

La segunda característica común es que se trata de políticas públicas que solo pueden ser ejecutadas por un gobierno que esté en transición hacia el socialismo. Resultan inconcebibles para regímenes de derecha y, más allá de eso, dichos gobiernos se sienten en la obligación de torpedearlos e intentar desacreditarlos, pues significan «un mal ejemplo» para sus respectivos pueblos.

El tercer factor que las ha hecho merecedoras de ataques incesantes y guerras sucias es que estas políticas han tenido resultados tangibles, más allá de los errores y las desviaciones en los que han incurrido algunos de los funcionarios encargados de aplicarlas.

Veinte años de ataques

El tema merecería una tesis de grado, pero se puede hacer un resumen de lo ocurrido en estas dos décadas con los planes señalados para poner en claro el patrón  de comportamiento de la oposición interna y global:

Plan Bolívar 2000. Se adoptó el modelo del plan de emergencia para atender las más urgentes necesidades sociales, empleando al personal de la Fuerza Armada Nacional. El ataque de la derecha, que por entonces tenía la hegemonía comunicacional, fue artero. Se acusó al gobierno de desvirtuar el papel de la institución militar y se intentó erosionar la moral de los oficiales, al calificarlos de «vendedores de verdura». Paralelamente, se infiltró la naciente estructura para corromperla y luego utilizar la denuncia de daños al patrimonio público como un nuevo argumento destinado a desmontar el programa.

Misión Barrio Adentro. Desde su implantación se procuró descalificar al personal cubano que formó parte del contingente fundacional. Corrieron ríos de tinta y se utilizaron horas y más horas de radio y televisión para sembrar la desconfianza de la población en los médicos que atendían los módulos. Para el neoliberalismo dominante en el resto del continente era prioritario el fracaso de esta experiencia para seguir imponiendo la corriente de privatización de la salud. La campaña contra de la Misión Barrio Adentro original se extendió a sus ampliaciones, como los Centros de Diagnóstico Integral y a los planes de formación de médicos integrales comunitarios. Todavía no ha cesado.

Mercal. Luego de la terrible experiencia del paro-sabotaje petrolero y empresarial, que demostró la extrema vulnerabilidad de nuestros sistemas de producción y distribución de rubros de primera necesidad, el comandante Hugo Chávez decidió que era necesario crear un mecanismo independiente de los monopolios privados. Se estableció la red Mercal, con alimentos fuertemente subsidiados. Luego se amplió con los Pdval y Abastos Bicentenario. El impacto inicial de Mercal fue la causa de otra de las grandes campañas contra una política pública de estas dos décadas. Se apeló a todo, desde denuncias sobre la deficiente calidad de los productos expendidos, hasta los casos de corrupción, que afloraron especialmente con respecto a Pdval. Uno de los leit motiv de la matriz de opinión era el cuestionamiento al papel fundamental que desempeñaba Petróleos de Venezuela en el sostenimiento de los subsidios. Políticos opositores, expertos y analistas reiteraban que PDVSA no debía dedicarse sino a producir petróleo y que aportar sus fondos para estos expendios de comida era una aberración.

Gran Misión Vivienda Venezuela. De la etapa del presidente Chávez, la última gran política dirigida a atender un problema histórico, con un enfoque socialista y con éxito en su etapa de implantación, fue la Gran Misión Vivienda Venezuela. No es de extrañar que teniendo esas tres características clave, haya sido objeto de un inclemente ataque durante los siete años que lleva en desarrollo. Contra la GMVV se han lanzado toda clase de arremetidas relacionadas con la calidad de las obras, los problemas sociales de las poblaciones implantadas en los urbanismos y el control político que supuestamente se ejerce sobre los beneficiarios.

 

Uno de los componentes más agresivos de la campaña fue el intento de la mayoría opositora de la Asamblea Nacional de aprobar una ley para otorgar la propiedad de las viviendas a los adjudicatarios, una medida destinada en apariencia a favorecerlos, pero que pretendía propiciar la entrada de estos inmuebles al especulativo y dolarizado mercado secundario de bienes raíces.

 

Ya en la era de las redes sociales, contra la GMVV se han utilizado incluso las fake news, como pasó cuando, en 2017, se difundió la fotografía de un edificio desplomado y se dijo que era uno de los construidos en Fuerte Tiuna. El acontecimiento había ocurrido en China en 2009.

Ahora, todos con todo contra los CLAP

Los CLAP han tenido para el gobierno de Nicolás Maduro el mismo efecto que tuvieron las misiones en 2003: marcaron su recuperación luego de una etapa muy difícil de violencia opositora y postración económica. 

Es difícil imaginar lo que habría ocurrido en estos últimos meses de no haber sido por el invalorable auxilio que ha significado este programa, más allá de las críticas que pueden y deben hacérsele. Los estrategas de la contrarrevolución saben esto y entienden que los CLAP han mitigado los efectos del bloqueo financiero y comercial que EEUU ejerce sobre Venezuela. Por eso parecen haber acordado una estrategia que bien podría denominarse «todos con todo contra los CLAP», consistente en una especie  de ataque masivo, nacional e internacional, con múltiples argumentos, tales como corrupción administrativa,  baja calidad de los productos y fallas en la distribución.

El propósito final de esta etapa de la campaña es lograr que el programa deje de funcionar, preferiblemente por el repudio de sus propios beneficiarios. El sistema hegemónico internacional no puede permitir que exista un gobierno capaz de garantizar la alimentación básica de buena parte de su población. La burguesía nacional, que maneja los oligopolios agroindustriales e importadores, tampoco quiere que esta política pública tenga éxito. 

(LaIguana.TV)