De entrada ya sabemos que es una actriz de fama mundial, ex pareja de Brad Pitt, perteneciente al star system hollywoodense, hermosa según los patrones estéticos occidentales, ganadora del Premio Oscar y una de las 100 celebridades más influyentes de la industria cultural estadounidense, según la revista Forbes. Pero de su faceta artística no nos ocuparemos hoy.

 

Como Enviada Especial de ACNUR desde el año 2012, ayer hizo presencia en el albergue «Sin Fronteras», en San Juan de Lurigancho, Perú, donde habló con migrantes venezolanos, atrayendo, lógicamente, la atención de los medios de comunicación y ayudando a reflotar nuevamente esta temática dentro del discurso público sobre la situación venezolana.

 

Un recorrido más que oportuno para tapar la «caravana migrante» de hondureños hacia Estados Unidos. 

 

Su visita se inscribe en una de sus facetas filantrópicas y diplomáticas más propagandizadas, por lo que hace falta comentar algunos aspectos para evitar que su despliegue pase como una noticia ligada al arte y al espectáculo y no a la política.

 

Su proyecto de familia multirracial y sus actividades filantrópicas a través del financiamiento a una abultada red de fundaciones humanitarias y ONGs de derechos humanos (entre las que destaca la antivenezolana Human Rights Watch), han convertido a Jolie en un arquetipo de la globalización y el multiculturalismo post guerra fría.

 

Y es que como símbolo de la cultura contemporánea, la actriz estadounidense representa las fantasías no cumplidas que atraviesan a toda la sociedad en estos tiempos neoliberales.

 

Es exitosa, madre dedicada a tres hijos adoptados de múltiples nacionalidades, talentosa, multimillonaria, y por si fuera poco, también ha «defendido» los derechos humanos de refugiados y desplazados en no menos de 40 países durante la última década. Un performance perfecto.

 

Sobre su influencia como figura mediática, la autora feminista Naomi Wolf argumentaba hace varios años que Angelina Jolie encarnaba «el poder femenino y la liberación como nadie antes lo había hecho». Un tótem cultural fabricado por la industria cultural estadounidense.

 

La reingeniería social global que sobrevino al colapso de la Unión Soviética, dibujada con embriaguez por Francis Fukuyama, encuentra en estas figuras y otras tantas de la industria del espectáculo sus activos estratégicos en el campo de la cultura.

 

A medida que esa reingeniería ha llevado la desigualdad económica al extremo, multimillonarios como Angelina Jolie forman parte de una emergente clase ciudadana global: un club súper selecto de ultrarricos que se consideran ciudadanos del mundo, poseen viviendas de lujo en diversas ciudades y son practicantes de una especie de nomadismo que implica viajes diarios en jet para ampliar y supervisar sus negocios.

 

La dinámica sociocultural del actual modo de producción post fordista implica que las afiliaciones nacionales, de tradición o de raza han quedado atrás dando paso a la mercantilización de todos los rasgos y prácticas de intercambio de la vida humana.

 

De ahí que los niños asiáticos adoptados de Angelina Jolie tengan un fin decorativo o exótico como lo pueden tener sus múltiples vivendas de ultra lujo o el paternalismo compasivo con el que asume la defensa de los derechos humanos de refugiados y desplazados. Todo tiene precio y forma de empresa.

 

Estas personas-objetivo que «protege» y ayuda financiando ONG, representan la materia prima con la que se sigue cotizando alto su capital simbólico y su ascendente empresa filantrópica de «madre global» de refugiados y desplazados.

 

Ante el agotamiento de su fanaticada (mejor dicho, de su cartera de clientes) de verla siempre en los mismos países africanos o asiáticos, la migración venezolana surge como un nuevo mercado a ser explotado como fuente de suministro, el cual está mucho mejor cotizado que otros fenómenos migratorios por los intereses políticos y económicos que operan detrás.

 

Aunque el modo de producción capitalista ha cambiado en su dimensión cultural a raíz del neoliberalismo, las relaciones de poder y explotación geográfica se mantienen intactas.

 

Es en el marco de esa lógica que la visita de Angelina Jolie permite atestiguar, en primer lugar, la necesidad del poder occidental para reflotar la propaganda de los inexistentes «refugiados venezolanos», como también, las nuevas formas de expoliación del mundo desarrollado en las periferias.

 

Ahí Angelina Jolie es simplemente la imagen publicitaria de una gigantesca maquinaria empresarial de ONG y gobiernos del mundo desarrollado que explota los desastres naturales, ecológicos, las consecuencias de las crisis económicas y los fenómenos migratorios como oportunidades de negocio que se cimentan sobre los problemas causados por la dependencia económica y el modelo extractivo.

 

Anualmente esta industria mueve 150 mil millones de dólares y su techo de ganancias se ampliará a medida que se agudice el caos global.

 

Así que la propaganda de «maternidad global, multicultural y multirracial» de Angelina Jolie es en realidad una línea de ensamblaje más dentro de la estructura de dependencia que ha privado durante siglos entre las periferias y los países industrializados.

 

Y esa dependencia no sólo se manifiesta en la economía, sino en todo el aparataje cultural que justifica en el imaginario colectivo que sin Angelina Jolie, sus fondos humanitarios y sus visitas guiadas por los desiertos del modelo capitalista, los países periféricos no encontrarán salida a su situación.

 

Opera el mismo principio mesiánico y supremacista que llevó a Occidente a legitimar como una causa noble la invasión a Kosovo y Libia, ante la supuesta inferioridad de sus habitantes de conseguir una salida al conflicto por ellos mismos.

 

Es ahí donde la suma entre ideología del sometimiento, industria del espectáculo, ampliación de la economía al terreno de lo simbólico y las denominadas nuevas subjetividades, dan un resultado tan redondo como la circulación del sistema capitalista.

 

En el año 2001, Angelina Jolie fue nombrada Embajadora de Buena Voluntad de ACNUR por su agenda filantrópica y donativos a fundaciones humanitarias. Hasta el año 2012, cuando fue nombrada Enviada Especial de ACNUR, visitó Libia, Haití, Siria, Irak y otras naciones que han sido destrozadas por el gobierno estadounidense.

 

Hace algunos años ingresó como miembro al influyente tanque de pensamiento Council Foreing Relations (CFR) que ha moldeado las agendas de guerra e intervención estadounidense durante las últimas décadas. Este centro está vinculado a figuras controvertidas como Hillary Clinton o Colin Powell, entre otras, que han sido clave en la devastación de los países a los que luego Angelina Jolie les ofrece «ayuda» y premios de consolación.

 

Paradójicamente, uno de los temas que más preocupa a Angelina Jolie es la violación de niñas en zonas de conflicto. Sin embargo, en sus declaraciones públicas nunca ha emitido un señalamiento sobre la participación de Estados Unidos en la creación de estas zonas de conflicto y las denuncias públicas sobre los abusos sexuales cometidos por soldados y mercenarios del Pentágono.

 

En enero de este año, a raíz de su preocupación por este tema, firmó un acuerdocon el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, con el objetivo de concientizar a las tropas para evitar abusos sexuales en las zonas de conflicto. O lo que es lo mismo: todas las formas de matar que implica una intervención militar están justificadas para Angelina Jolie, siempre y cuando se abstengan de la violación sexual.

 

Este acuerdo estuvo precedido por un artículo publicado en el británico The Guardian, junto al secretario general de la OTAN, donde aseveró que esta institución, responsable de miles de muertos y refugiados en los Balcanes y el norte de África, debía promover con carácter de urgencia la participación positiva de las mujeres.

 

El investigador George Szamuely, escritor del imprescindible libro Bombs for Peace: NATO’s Humanitarian War on Yugoslavia, refiere que Angelina Jolie ha sido utilizada como una figura de poder blando por parte de la institución militar, aprovechando su atractivo cultural, influencia en públicos amplios, fama mundial y sus actividades filantrópicas, para «criticar a la comunidad internacional por no hacer lo suficiente para hacer frente a las crisis humanitarias».

 

Muestra de ello fue su postura con respecto a la guerra contra Libia: «Estoy aquí en nombre del pueblo libio para mostrarles solidaridad. Creo que esta revolución en nombre de los derechos humanos, que es lo que realmente siento que estas personas han estado haciendo y por lo que han presionado, y para ayudarles a implementar estas nuevas leyes y ayudarlas con el futuro de su país».

 

Mientras que en medio de la guerra en Siria, Jolie disparó exigiendo una intervención militar mucho más violenta ante el medio Al Jazeera: «Creo que Siria ha llegado a un punto, lamentablemente, en el que cierto tipo de intervención es absolutamente necesaria».

 

Para Szamuely la relación de la OTAN con Jolie es utilitaria, debido a que su secretario general busca limpiar la imagen de este aparato militar «presentando una coalición militar gigantesca de 29 Estados como una organización benéfica que ayuda a los necesitados».

 

Apoyándonos en los datos acá presentados, lo que en realidad representa la visita de Jolie es el uso de medios ideológicos y culturales para proyectar los intereses militares y políticos de los centros de poder occidentales que buscan derrocar al chavismo.

 

Después de la Guerra Fría, la seducción cultural como arma política y mecanismo de condicionamiento del adversario para desgartarlo sin el uso de la fuerza, juega un papel cada vez mayor en la construcción de agendas geopolíticas y escenarios de conflicto.

 

El poder blando ha sido llamado «la segunda cara del poder», debido a la importancia que ha tomado para el desenvolvimiento de las relaciones internacionales en tiempos de globalización e integración tecnológica de la sociedad. En este sentido, la actriz estadounidense es útil para preparar en los medios las decisiones militares que no se han podido cristalizar.

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La conexión de Angelina Jolie con figuras representativas del Partido Demócrata y la élite globalista de Estados Unidos, viene antes de su ingreso al CFR, donde fue recibida por Hillary Clinton.

 

Quien realmente crea su carrera como activista de derechos humanos es Trevor Neilson, quien trabajó en 1993 cerca del gobierno de Bill Clinton y armó una estructura política (de poder blando) útil al Partido Demócrata captando a figuras representativas de la industria del espectáculo estadounidense. Es por esa razón que Jolie basa su narrativa en los artefactos discursivos del intervencionismo liberal patentado por el Partido Demócrata: «defensa del derecho de las minorías dentro de la globalización». 

 

Nielson ayudó a ensamblar las carreras filantrópicas y fundaciones de personajes como Bono, Ashton Kutcher, George Clooney, Angelina Jolie, entre muchos otros. Neilson trabajó para la Fundación Bill y Melinda Gates, para luego fundar su propia empresa Global Philanthropy Group, encargada de asesorar a artistas y personajes públicos que aspiren a conseguir réditos económicos y simbólicos en el demandante mercado de la filantropía.

 

Siendo así, la visita de Jolie a venezolanos en Perú se inserta dentro de los recursos de poder blando que utiliza Estados Unidos y su aparataje de la OTAN, para inflamar nuevamente la temática migratoria del país y así intentar proyectar la supuesta urgencia de una acción armada contra Venezuela, como antes la aplaudió en Libia y exigió para Siria, bajo fines humanitarios. En paralelo, esta visita busca limpiar la imagen de las sanciones estadounidenses y desconectarlas como causa de la migración. 

 

El uso de artistas y figuras del espectáculos para estos fines en otros países-objetivo de Estados Unidos, sobran. 

 

Y quizás lo que su visita también lleva implícito, es lo mal que va la taquilla de la película sobre los «refugiados venezolanos» y cómo el Plan Vuelta a la Patria logró revertir la propaganda sobre la migración venezolana.

 

Lanzar a su principal actriz al terreno es un intento por atraer la mayor audiencia posible antes de que termine un año en el que el chavismo ha sabido sortear las dificultades.

 

(Misión Verdad)