Que el ultraderechista Jair Bolsonaro ganara con holgura la Presidencia de Brasil en un segundo turno que transcurrió en calma, no significa que en el horizonte cercano dejen de avizorarse indicios claros de una tempestad.

 

El capitán retirado del Ejército y candidato del Partido Social Liberal (PSL) obtuvo en las urnas electrónicas (de las cuales dijo desconfiar más de una vez) cerca de 57 millones 800 mil votos, el 55,14 por ciento de los válidos, para aventajar al aspirante del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad, que alcanzó poco más de 47 millones de sufragios.

 

Quizás el resultado hubiera sido otro si más de 31 millones 360 mil brasileños no se rehusaran a ejercer su derecho al voto y otros 11 millones no sufragaran en blanco o nulo. Mas, lo cierto es que a partir del 1 de enero de 2019 quien ocupará el sillón presidencial en el Palacio de Planalto será Bolsonaro.

 

Pretendidamente ‘fuera del sistema’, al cual durante toda la campaña prometió combatir, Bolsonaro lleva 27 años como diputado federal; una gestión con muy escasos frutos (apenas fueron aprobados tres proyectos de su autoría y todos considerados insignificantes) y no pocos escándalos.

 

Estos últimos causados por su carácter misógino y homofóbico; su manifiesto racismo y su postura en defensa del régimen dictatorial y la tortura; o por tomar partido a favor de la esterilización de los pobres ‘para combatir la miseria y los crímenes’, y porque las mujeres reciban salarios menores que los hombres, entre otros.

 

En pleno apogeo de la campaña por el segundo turno volvió a llamar la atención, entonces por advertir a sus adversarios políticos, en particular al PT, que a partir del próximo año seguían sus reglas de juego o, en caso contrario, serían encarcelados o expulsados del país.

 

 

Estado mínimo y militarismo

 

Profesor del Instituto de Economía de la Universidad de Campinas (Unicamp), Pedro Rossi, advirtió en un reciente artículo que en el horizonte de un gobierno de Bolsonaro no hay nada que apunte hacia la recuperación económica y la generación de empleo en un país que tiene hoy más de 12 millones de desocupados.

 

El programa económico del futuro mandatario tiene dos ejes centrales y contradictorios: de un lado una propuesta de reducción sustancial del Estado (ya confirmó que el número de ministerios pasará de 29 a 15) y de otro el militarismo, cuyo elevado costo fiscal podría asumirse solo revocando el techo de gastos impuesto por el Gobierno de Michel Temer o con un fuerte recorte de los gastos sociales.

 

Se trata, remarcó el académico, de un proyecto de Estado máximo para la seguridad y mínimo para los derechos sociales que tiene ‘todo para dar errado’.

 

De otro lado, la elección del ultraderechista fue vista, aún antes de consumarse, como una amenaza no solo para el mundo, sino también para la democracia en esta nación.

 

Las ideas de Bolsonaro ‘representan una amenaza mortal’ a la libertad, a los derechos fundamentales, a la obtención de cualquier equilibrio de la Tierra en relación con el cambio climático y a la joven democracia brasileña, advirtieron intelectuales y políticos europeos y de esta nación sudamericana en un manifiesto internacional.

 

El documento, difundido por el periódico británico The Guardian, enfatizó que Brasil está pasando por la peor crisis de su historia desde el golpe cívico-militar y el establecimiento de la dictadura en 1964 y fustigó el odio y la violencia claramente instigados por el exmilitar y sus representantes electos.

 

Mientras, otro manifiesto -éste rubricado por el premio Nobel de la Paz argentino Adolfo Pérez Esquivel, la activista estadounidense Angela Davis, el cineasta griego Costa-Gravas y la expresidenta argentina Cristina Fernández , entre otros- expresa el más profundo rechazo al representante de la extrema derecha y remarca que ‘entre democracia y fascismo no puede haber neutralidad’.

 

La elección del 28 de octubre es de trascendental importancia para decidir entre la libertad y el pluralismo y el oscurantismo autoritario, y tendrá impactos duraderos no sólo para Brasil, sino para toda América Latina y el Caribe y el mundo, alertó.

 

 

(Prensa Latina)