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Esta interrogante responde a ciertas inquietudes de nuestro gentilicio gastronómico. El Libertador Simón Bolívar era una persona que apreciaba y disfruta con los buenos manjares. Miro Popic, periodista, investigador y comentarista, nos ofrece una interesante historia con relación a lo que comía el Libertador Simón Bolívar.

“Hace doscientos dos años atrás, cuando se firmó el acta de Independencia, los 41 diputados que la aprobaron en el Congreso no almorzaron. ¿Cómo lo sabemos? Porque no fue sino a las tres de la tarde cuando su presidente, Juan Antonio Rodríguez, anunció solemnemente que quedaba proclamada la Independencia absoluta de Venezuela. Y de ahí se fueron a la calle a celebrar, Bolívar entre ellos. ¿Qué comían los libertadores? ¿Cuáles eran sus gustos en materia de comida?

 

Primer Plato

 

El general Guillermo Miller, un inglés que combatió en Perú, dice que Bolívar daba grandes convites y que “no hay nadie que tenga cocineros más hábiles que él, ni dé mejores comidas”. Eran franceses como el chef Luis Lemoyiven y el repostero Francisco Fremont.

 

Otro compañero de armas lo recuerda también como aficionado a la cocina: “Le gusta hacer la ensalada, y tiene el amor propio de hacerla mejor que nadie: dice que son la señoras que le han dado aquel saber en Francia”. También le gustaba el ají, aunque muchos no lo supieran, tal como lo recordó en una anécdota ocurrida cuando estuvo en Potosí… “en una gran comida que me dieron y por la cual se gastó más de seis mil pesos, se hallaban muchas señoras.

 

Reparé que varias de ellas, y particularmente las que estaban a mi lado no comían porque todo les parecía sin sabor por motivo de que no se había puesto ají en los guisados, como es costumbre hacerlo en aquel país, por miedo a que a mi no me gustase: yo pedí entonces, y al momento se puso ají en toda la mesa, y todos comieron con mucha gana: vi algunas señoras que lo comían solo con pan”.

 

¿Qué habrá pensado Bolívar cuando el 28 de enero de 1822 la sociedad ecuatoriana le ofreció un banquete en Quito y en ninguno de los seis platos se usó papa, el más emblemático de los productos andinos “porque era demasiado popular para servir en una ocasión como esa”, como tampoco lo hicieron en Cuenca el 8 de septiembre de ese mismo año?, ¿Para qué hizo la Independencia entonces? Lo más criollo fue el postre donde se sirvieron helados hechos con nieve procedente del Chimborazo cargada en espaldas indígenas.

 

Segundo Plato

 

El gusto de Bolívar era austero a juzgar por los escritos de sus edecanes y allegados y aunque no dejó testimonio escrito de sus preferencias, algo han encontrado los historiadores como para esbozar un cuadro de lo que comía y gustaba.

 

En palabras de Luís Perú de Lacroix, que dejó plasmada sus vivencias en el Diario de Bucaramanga, Bolívar en el almuerzo no acostumbra tomar vino ni lo pone en la mesa, a menos que sea un caso extraordinario, pero “en la comida toma dos o tres copitas de vino tinto de Burdeos, sin agua, o de Madeira, y una o dos de champaña. Muchas veces no prueba el café. Come bastante en el almuerzo como en la comida…come de preferencia la arepa de maíz al mejor pan: come más legumbres que carne: casi nunca prueba los dulces; pero sí muchas frutas”.

 

Ese gusto por las frutas confirmaría que efectivamente comió mango en Angostura cuando vivió allí entre 1817 y 1819 junto a su esposa Josefina Machado, tal como intentó incluirlo Gabriel García Márquez en su novela El General en su laberinto, disuadido por una equivocada interpretación de un historiador venezolano que ubica la implantación de esa fruta en el país a mediados del siglo XIX, cuando en realidad ocurrió en 1789, traída por un navegante español llamado Fermín de Sancinenea.

 

Celoso de la forma y las buenas costumbres, Bolívar pasaba siempre revista disimulada a la mesa haciendo corregir para que todo estuviera en orden. En 1827, en su última estadía en Caracas, ofreció una cena a la que asistió el cónsul británico en Venezuela, sir Robert Ker Porter, quien escribió cosas así: “Hoy comimos con el Libertador…

 

…La comida fue excelente y el esplendor grande en cuanto al oro de los platos, cuchillos y tenedores de postre. Todo lo que podía procurarse en esta parte del mundo se ha obtenido: las diversas aves comestibles, el pescado de varias clases traído de La Guaira; tortuga hecha de varias formas y además una enorme tortuga de tierra; y venado, lapa y cochino de monte. El postre y todos sus dulces, etcéteras, no tenían nada que envidiar al primero y segundo plato. Todo se sirvió y consumió dentro del más aproximado estilo inglés, en honor del ministro británico”.

 

Revisando otras informaciones, encontramos…

Otro de sus edecanes, Daniel Florencio O’Leary, diría al respecto:

 

El General Bolívar era de buen apetito y aunque también era capaz, tanto como cualquier otra persona que yo haya conocido o conozca, de vivir con cualquier clase de dieta, le gustaba la buena comida cuando la había y le hacía cumplida justicia.

 

Era sobrio. Los vinos que más le gustaban eran los Graves y la champaña. Cuando tomaba más, que fue en 1822-1823, nunca tomaba en la comida más de media botella de los primeros o dos vasos de la segunda. Siempre que llenaba su vaso, servía también a quienes estaban a su derecha e izquierda.

 

De su estadía inglesa también se tornaría aficionado al consumo del té, que compartía en tertulias con sus edecanes o que simplemente tomaba temprano en las mañanas, inclusive antes de levantarse de la cama.

 

Bolívar, además de apasionado gastrónomo, tenía también cierto afecto por el ejercicio de las labores culinarias. Rasgo sorprendente para quienes ven en él la representación del estadista, puede ser el intentar imaginarlo como cocinero, pero uno de sus compañeros así lo señalaría: «Le gusta hacer la ensalada, y tiene el amor propio de hacerla mejor que nadie: dice que son las Señoras que le han dado aquel saber en Francia».

 

El que fuese afecto a la ensalada y a los vegetales es un rastro netamente europeo en cuanto a su perfil gastronómico, fácilmente detectable al revisar la historia de la alimentación de los venezolanos, quienes sólo desde el siglo XX hemos aceptado con agrado éstas preparaciones en nuestra mesa cotidiana.

 

En cuanto a sus preferencias gastronómicas encontramos dos aspectos que, aunque parezcan antagónicos en una primera y superficial aproximación, luego de reflexionar resultan el distintivo de la alimentación americana, y en especial de la venezolana: la combinación del amor y los productos y alimentos de la tierra y el afecto por las delicias europeas.

 

No podía ser de otra manera para quien creciera con los pies bajo la mesa criolla, mantuana, para conocer luego, en una edad aún propicia para la educación del paladar, las maravillas de la cocina de tres de los países europeos de mayor riqueza en sus sabores, España, Italia y Francia, considerándose también su visita a Inglaterra, esta última nación, que aunque no tan propicia para las aventuras gastronómicas, sí lo era en grado sumo para aprender la etiqueta de la mesa, de la que sería siempre tan cuidadoso el Libertador.

 

De los hábitos alimentarios de los mantuanos, pequeña clase urbana privilegiada a la que perteneciese Simón Bolívar, se puede decir que combinaban las raíces tradicionales de la alimentación criolla con lo heredado en España. No faltó en la mesa de los Bolívar ni el pan de trigo, distintivo de nuestra relación con los gustos europeos, ni la milenaria arepa de los aborígenes, ambos alimentos combinados como muestra de la comida criolla.

 

Bolívar preferiría la arepa a cualquier otra forma de pan hasta los últimos días de su vida,mostrándose en ello el peso de lo netamente venezolano en sus gustos.

 

Bolívar sabría valorar los efectos de la buena mesa, la sociabilidad que en los banquetes se fortalecía, la oportunidad que en ellos, a través de los famosos y muy frecuentes brindis, se presentaba para acercar a la causa de la libertad y a su persona misma a los comensales, y en este sentido no titubeamos en afirmar que practicó la «Política del Convite».

 

La afición del Libertador por la gastronomía se revela en la opinión que dio a De La Croix sobre el marqués del Toro: «él es el Epicuro caraqueño: su mesa es la de un gastrónomo y está abierta no solo para todos sus numerosos amigos, sino para cualesquiera personas decentes que vayan a visitarlo: todos los días tiene reuniones de amigos en su casa, y su placer es tratarlos bien, y siempre con la mayor franqueza».

 

(N24)

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