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Comienzo con la presentación de mis cartas credenciales llanerísimas para morigerar, en lo posible, eventuales reacciones en algún nivel efebócrata oficial.

 

Tenía cerca de seis años de edad cuando comencé a amar la música y la cultura llaneras gracias a mi padre “musiú”. Fue en Valle de la Pascua, durante el disfrute de unas vacaciones paternales, derecho generado por el civilizado divorcio de mis padres.  Mi viejo Roy Chaderton Farrier trabajaba en Guárico, para una petrolera.  Allí aprendí de toros coleados, música llanera y terneras (hoy carne en vara) y regresé a Caracas para comenzar mi escuela primaria lleno de ilusiones y cadillos.

 

Más adelante, con un tío materno, pasé vacaciones cerca de El Sombrero, Guárico, en el Hato Guarumen de su amigo Dionisio Bolívar y en el Hato del señor Guillermo Arbeláez. Allí hice cosas que hoy no haría, comí perico (lorito real) y acompañé a cazar venados, babas, cunaguaros, pescar guabinas y tratar de atrapar araguatos, como premonición de ejemplares semejantes de ultraderecha que enfrenté en mis tiempos de militante de izquierda cristiana (astronautas) en COPEI.

 

En casa de mi mamá Elena Matos Arreaza, muy buena clienta de Sears Roebuck, teníamos un tocadiscos Silvertone de “plato pelúo” donde poníamos los Discos Turpial, empresa de la familia Serfaty, para escuchar a Magdalena Sánchez o al Indio Figueredo cantando “María Laya” (..si María Laya supiera…) y “Los Caujaritos” (¿Por quién suspiráis, estando yo aquí…?) En esa época también escuchaba tempranito por Radio Crono Radar el joropo tuyero de Fulgencio Aquino (…ay so, ay so… la burra que me patió…)

 

Pasé otro tiempo con mi papá en Portuguesa; allí durante el catecismo me esperaba fuera de la iglesia, porque era Masón. Hice entonces la Primera Comunión, trajeado de liquiliqui y representé a mi escuela en un acto cultural en la cárcel de Guanare ubicada en una de las esquinas de la Plaza Bolívar, donde recité ante los privados de libertad el poema de Leoncio Martínez (Leo) “La Musa del Joropo” (Soy el alma de mi tierra sufro y canto con los míos…)

 

Eran los tiempos del nacionalismo Perezjimenista y de la música llanera de Juan Vicente Torrealba y Mario Suárez; observados como gallina que mira sal por los sifrinos culturosos que solo admiten el joropo recio. Recuerdo a dos llaneristas de entonces el Dr. Joseíto La Riva y un doctor de apellido Carabaño Tosta, así como a mi profesor Manuel Pérez Cruzati, compositor de “Aguacerito Llanero”:

 

(del Guárico hasta Barinas
del Apure a Portuguesa
aguacerito llanero
he cantado a tu belleza),

y a la jovencita Adilia Castillo:
(…la manteca del gabán es una manteca fina,
la manteca del gabán es una manteca fina,
que la usan las muchachas pa´peinase la pollina,
que la usan las muchachas pa´peinase la pollina;
¡ay gabán…ay gabán…!)

 

Así pasaron los años acompañando recurrentemente a mi papá, suerte de “gitano” inglés, casi trashumante, quien se mudaba con frecuencia de un lugar a otro de Venezuela en procura de sus sueños de empresario honesto.

 

También del lado materno hay historias: soy “primo genético” de Florentino y el Diablo; quiero decir, mi abuelo Martín Matos Arvelo de Barinitas, General y diplomático fallecido en el exilio bajo Gómez, fue primo de Alberto Arvelo Torrealba, el compositor de ese poema y también de Alfredo Arvelo Larriva y Enriqueta Arvelo Larriva, intelectuales barinenses históricos.

 

Y si se trata de más genes llaneros tengo que invocar a José León Tapia Baldó (“Maisanta, el Último Hombre a Caballo”) barinés puro, pariente de mi bisabuelo Martín Matos Baldó.

 

Por cierto, en los años setenta, como joven diplomático en Canadá, en pleno verano, cuando amanece muy temprano yo hacía mis fiestecitas con mis colegas y amistades locales y como la aurora despuntaba cerca de las 2:00am, unos minutos antes yo ponía un disco LP del Orfeón Universitario de la UCV con la pieza “La Cantata Criolla” del maestro Antonio Estévez, cuyas letanías que derrotaron al diablo comenzaban a sonar.

 

Recuerdo también cuando me llegaban las canciones de Rafael Montaño, Reina Lucero, Cristóbal Jiménez, Ángel C. Loyola (Salí para el bajo Apure…), el Carrao de Palmarito y Eneas Perdomo (Linda Barinas). Otra curiosidad mayor fue descubrir entre Francia y Suiza a la cantante francesa Marie Laforet interpretando “María Laya”, el Polo margariteño y la “Tonada del Cabrestero” de Simón Díaz gracias a los arreglos de mi amigo de la infancia Carlos Belisario Guerra.

 

En mis tiempos de Embajador en Colombia bailé en el joropódromo de Villavicencio, donde aprecié la identidad cultural entre los llaneros venezolanos y colombianos. Allí observé algo curioso: los coleadores colombianos eran peones de hato y los venezolanos dueños de sus hatos, sus caballos finos, pelo e´guama importados y 4×4´s (¿lucha de clases?).

 

En mi crecimiento profesional y cultural en puestos diplomáticos en diversos países me llamaban la atención tres elementos comunes que identificaban a los jóvenes residentes venezolanos 1) Un estuche con los cassettes del glorioso Quinteto Contrapunto y su variedad policromática 2) Un bello afiche de la CONAHOTU con la espectacular Miss Venezuela Bella La Rosa ataviada como guajira y 3) Los LP´s de Cecilia Todd y Lilia Vera cantando música de Otilio Galíndez (Caramba, mi amor, caramba…) y de Luis Mariano Rivera (Cerecita, cerecita…). El primero, prácticamente desconocido por quienes disfrutábamos su música.

 

Entonces me dije a mi mismo que si algún día yo llegase a tener influencia oficial, iba a promover actos culturales para visibilizar a varios de los grandes de nuestra cultura popular.

 

Así, el día menos pensado, el Comandante Eterno me nombró Canciller de la República y con ello asumí un compromiso de lealtad personal indeclinable con él, con Maduro, hasta donde me alcance la vida y más allá. Poco tiempo después en mi condición oficial presenté un homenaje a Otilio con el apoyo de Cecilia y Jesús Sevillano. Se presentó el genio maracayero con un fluxecito dominguero color crema junto a su inseparable mamá, una viejecita nonagenaria con unas bellas manos muy lisas que pude sostener entre las mías.

 

Más adelante presentamos en el entonces piso negro de la torre del MRE; el duelo entre Florentino y el Diablo de Alberto Arvelo Torrealba a casa llena, pero nos perdimos el honor de contar con la compañía de sus familiares invitados.

 

Desafortunadamente estuve ausente del homenaje a Luis Mariano Rivera en la Cancillería, porque estaba siendo interpelado a la misma hora en la Asamblea Nacional en mi condición de nuevo Embajador en Francia; sin embargo, conté con el apoyo generoso de mi sucesor el Ministro Jesús Arnaldo Pérez quien presidió el homenaje.

 

“La canción de Luis Mariano”

 

(Es tierna como las manos de mi abuela en su plegaria,
la canción de Luis Mariano es canción de la esperanza
porque mi pueblo sea un pez reventador de atarrayas)

 

Alí Primera

 

No puedo olvidar tampoco cuando el Presidente Chávez conversó en ALO Presidente N°276 con Luis Mariano que ese encontraba en Canchunchú. Entonces, él le dijo a Chávez: “Yo lo admiro y lo quiero y, estoy a su lado en esta fecha por el bien de esta Patria. Lamentablemente por mi estado de salud no veré su triunfo”.

Chávez dijo: “Luis Mariano Rivera cantor, poeta y revolucionario”.

 

Tiempo adelante el presidente Maduro dijo que: “Rivera nos dejó una invaluable herencia de poesía y música popular que ya es patrimonio no solo de nuestro país sino de toda la cultura popular latinoamericana” y agregó: “los héroes de verdad son los que luchan sin descanso por los valores de nuestro pueblo por la cultura sin pretensiones, sin egos, con sensibilidad hacia la patria, con arte y amor, los verdaderos héroes son como Luis Mariano y como Chávez”.

 

De regreso a mi circunstancia personal obtuve el privilegio de haber coincidido con Bella La Rosa en París y en Margarita, en oportunidades sociales gastronómicas (perdón por “la raya” Bella).

 

Para seguir alimentando mi expediente llanero, les digo que presenté mis credenciales de Embajador ante el Presidente El Hadj Omar Bongo en Gabón, ante el Presidente Andrés Pastrana en Bogotá y ante el Presidente Jacques Chirac en Francia. También participé en los “Garden Party” de la Reina Isabel en Londres, siempre de liquiliqui blanco, ciento por ciento lino irlandés; mucho más elegante y llanero que las camisas, pantalones y botas texanas que usan algunos de nuestros criollazos joropistas, sin olvidar las falditas y turgencias  insinuantes de bailarinas que más bien parecen cheerleaders en el Super Bowl. Esa vestimenta exógena no es lo mismo que los pantalones arremangados y las blusotas con franjas de los pescadores margariteños tipo Gualberto Ibarreto, ni el auténtico pantalón de kaki suelto bajo la rodilla, alpargatas y franela de algodón o garrasí de los legítimos llaneros.

 

“´Tonce”, después de esta reláfica, me atrevo a preguntar ¿por qué carrizo una efebocracia oficial en sus éxtasis de halagos, han tratado de imponerle tanto a Chávez como a Maduro y a toda Venezuela un solo tipo de música criolla, muy representativa pero no única, como condenando al apartheid cultural al resto de nuestra riquísima producción musical?

 

Confieso que disfruto mucho a Un Solo Pueblo y sus derivaciones, a Francisco Pacheco y la fulía, que le late en la cueva al “Alma Llanera” con su “Viva Venezuela”. Valoro a “Brisas del Torbés” del tachirense Luis Felipe Ramón y Rivera que nos dejó un legado antropológico junto con su esposa la argentina Isabel Aretz. ¿Cómo no recordar a Evio Di marzo y su Adrenalina Caribe, a Alberto Slezynger con su Daiquiri y a Yordano? Y la gaita ¿cuánto le debemos a Guaco ahora internacionalizado y a Rincón Morales o a la camarada “Cabra mocha” o Armando Molero y la siempre joven Lila Morillo con su Cocotero?

 

¿Y los polos? de extremo a extremo, un polo margariteño y el otro polo, coriano. ¿Cuán criollo hay que ser para repudiar una música tan venezolana como el calipso de El Callao (Guasipati tomorrow night…) y desconocer a Serenata Guayanesa que tampoco es llanera pero con liquiliqui después de más de cuarenta años cantándole a niños y adultos? (no olvidéis novatos ultra llaneros que además de la bandola barinesa existe una bandola guayanesa). Me pregunto también ¿si me desconocen como venezolano autentico porque aprecio mucho el merengue caraqueño? (¡Maduro es caraqueño! ¡Yo también soy caraqueño!).

 

Vale decir que, el Presidente Valle-Cochero fue 2.da guitarra o lo que se conoce como guitarra rítmica de la banda de Rock Enigma entre los años 1980 y 1982, además de haber participado en los primeros albores del Grupo Madera en el caraqueñísimo Barrio Marín de la musical parroquia de San Agustín. ¿Qué ganamos entonces obligándolo a ser llanero cuando es un criollo multicultural?

 

De las esquinas caraqueñas, también es la pegajosa música del conjunto Los Criollos, aquella que puso a la Caracas de antaño danzar entre pasodobles, valses, merengues, joropos y los vibrantes sones y danzones cubanos.

 

¿Será que para darme el diploma de llanero me obligarán a ponerme alpargatas y bailar como el Sabanero Porteño o montar una empresa exportadora de plumas de garza y pieles de babas a Francia para la high parisina y calificar como llanerazo?, cuando no paso de ser un modesto venezolano amante de toda su cultura, sin educación musical pero melómano incorregible.

 

No sé dónde “desubicar” al Tamunangue porque más larense no puede ser. Y que más criollo y autentico que esa cuna de la mayor producción musical de Venezuela como lo es Lara. No es por accidente que de allá nos hayan venido los polémicos y ovacionados José Antonio Abreu y Gustavo Dudamel entre otros grandes; por cierto, este último nos transforma en exultantes patriotas cada vez que en un escenario nacional o internacional arranca para clausurar con el Pajarillo, en dichosa competencia con el “Alma Llanera” y “Viva Venezuela”.

 

Voy a concluir antes de que se me duerman (os durmáis) expresando mi queja ¿por qué a Fidel, quien es un hombre cultísimo, le encasquetamos en sus 90 años la gentará de “Corazón Llanero” que casí colapsó la tarima del Teatro Karl Marx de La Habana, como si fuera lo único representativo de la cultura venezolana? Si se hubieran propuesto estremecer a toda Cuba, habría bastado con Oscar de León.

 

Me pregunto también ¿si construimos un Centro de Acción Social por la Música para la Orquesta Juvenil e Infantil y restauramos un buen ejemplo de Art Deco como el Teatro Junín exclusivo para “Corazón Llanero”, por qué entonces no le ofrecemos un espacio monumental permanente al conjunto de toda nuestra música venezolana? (¿El Helicoide?)

 

Para estimular la curiosidad de los hasta ahora practicantes inadvertidos del apartheid cultural, he aquí una lista de temas, modalidades y personajes musicales sin orden alfabético, ni de fama, ni cronológico, pero pidiendo perdón a todos los momentáneamente olvidados:
Antonio Lauro, Elisa Soteldo, Humberto Sagredo Araya, Federico Ruiz, Estelita del Llano, Eduardo Serrano, Alfredo Sadel (El Guarapo), Yolanda Moreno y sus Danzas Venezuela, Hugo Blanco, María Teresa Chacín, Moisés Moleiro, Morella Muñoz, El Pacto EP, Vicente Emilio Sojo, Gino González (Terror de los “sifris”), Víctor Morillo, Andrés Cisneros, Raúl Borges, Pablera, Héctor Cabrera, el Bambuco, la Misa Criolla venezolana, Tambores de Naiguatá, Ilan Chester, Raquel Castaños, Benito Canónico, Vytas Brenner, el Manduco, la Jota carupanera, Edith Salcedo, Cherry Navarro, Los Tucusitos, Antonio Carrillo, La Veragacha, Amaranta, Ensamble Gurrufío, Homero Parra, Los Cañoneros, Roberto Todd, La Malagueña (no la salerosa), Chucho Sanoja, La Pequeña Mavare, Chelique Sarabia,  Clara Rodríguez (consagrada en Londres), Laudelino Mejías, Billo Frometa, los Cantos de Pilón, Sandino Primera, Contradanza, Los Hermanos Delgado Estévez, Tambores barloventeños, Néstor Zavarce, Aguinaldos caraqueños y orientales, Rosa Virginia Chacín, Manuel Rodríguez Cárdenas, Alí Alejandro Primera, Amilcar Segura, Enrique Hidalgo, Manuel Yánez, “Chuchito” Sanoja, Fedora Alemán y Rafael Izaza, etc, etc, etc, etc, etc…  

 

¡Cuántas emociones acumuladas! ¡Cuánto amor patriótico! ¡Cuánta gratitud de vida!

Termino porque esto está muy largo y tengo que salir a la calle a dar la cara por nuestra Revolución Bolivariana y lo hago evocando al premonitorio Alí Primera:“Yo no me quedo en la casa,
porque al combate me voy….”

 

Por Roy Chaderton Matos

 

(Aporrea)