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La dirigencia y la militancia de la oposición luchan contra el chavismo y también contra sus viejas glorias. Cada vez que hacen una marcha, no solamente deben compararse con las manifestaciones revolucionarias, sino también con los recuerdos del año 2002, cuando tenían las calles colmadas de gente dispuesta a casi todo.

 

El miércoles, con la llamada “Toma de Venezuela”, reunieron una buena cantidad de personas en el distribuidor Altamira de la autopista Francisco Fajardo. De inmediato, los líderes comenzaron a fanfarronear, manejando cifras astronómicas, pero ninguna de las fotografías (ni siquiera las más trucadas) compite con las de 2002.

 

La atadura psicológica de la oposición  con sus propias “hazañas” de años anteriores tiene su expresión más acabada en el mantra de “ir a Miraflores”. Los dirigentes suelen usar esta expresión como amenaza. “O hacen lo que yo digo o vamos a Miraflores”, manifiestan en tono de ultimátum. La idea de “ir a Miraflores” es otra remembranza de 2002. Como se recordará, la marcha del 11 de abril fue convocada para ir entre Parque Cristal y Chuao. Cuando llegó a su destino, los cabecillas del golpe en ciernes instigaron a la masa a dirigirse hacia el palacio de gobierno, en el centro de la ciudad, donde estaba preparada una escena macabra. Esa expresión, pues, es el símbolo de una trama criminal. Y son muchos los que aspiran a rematrizarla.

 

Otro de los aspectos en los que la oposición compite con sus propios fantasmas es en relación a un paro nacional. Luego de la huelga petrolera y empresarial que realizaron entre diciembre de 2002 y febrero de 2003, con resultados desastrosos para el país (y para la contrarrevolución), nunca más se habían atrevido a hablar del tema, hasta la semana pasada, cuando anunciaron un paro de 12 horas para el viernes 28. Allí nuevamente surgió la comparación endógena e histórica. En muchas cabezas merodeaba la remembranza de aquellas tardes de cadena de medios privados televisivos en las que el dirigente “sindical” Carlos Ortega y el dirigente patronal (sin comillas) Carlos Fernández, daban su parte de guerra, contabilizando como grandes logros las empresas inactivas, los barcos petroleros anclados y las refinerías apagadas. En este primer intento, quedaron muy lejos de eso, tanto que ni siquiera salió a dar la cara alguno de los voceros principales de la coalición, sino que delegaron la poco agradable tarea en un suplente.

 

En comparación con ellos mismos, los líderes de la oposición con miras a un paro nacional están por debajo de los de 2002, aunque aquellos no eran precisamente unas lumbreras. Por un lado, la Confederación de Trabajadores de Venezuela ya no tiene prácticamente ningún peso específico, y la mejor prueba de ello es que casi nadie sabe quién es su presidente. En cuanto a los gremios empresariales, sus directivos a veces parecen caer en la tentación de carmonizarse, pero luego optan por agarrar mínimo y seguir disfrutando de las enormes ganancias que les reporta la especulación y el bachaquerismo de alto nivel.

 

Por supuesto que esos traumas opositores no son razones para restarle importancia a las estrategias y estratagemas de la MUD y sus aliados no partidistas. De hecho, el gobierno no ha incurrido en esa subestimación. Ante la amenaza de “ir a Miraflores”, se ha armado un dispositivo de defensa popular muy apropiado.

 

Es de suponer que el chavismo tampoco se descuidará con respecto a un posible paro empresarial. Seguramente, el intento del viernes ha sido calibrado como una primera medición de fuerzas, una jornada de calentamiento, con aspiraciones de ir en escalada hacia una situación de conflictividad generalizada. En eso andamos.

 

(Clodovaldo Hernández / [email protected])