¿Por qué se les otorga plena credibilidad a las estadísticas sobre Venezuela emitidas por toda clase de organizaciones –rabiosamente- no gubernamentales, entes internacionales y gobiernos enemigos del proceso político venezolano?

 

La primera razón hay que cargársela a la cuenta del gobierno. Se trata de la errada política de no ofrecer los datos oficiales oportunamente y, en algunos casos, nunca. Esa actitud –que data de los primeros años de la Revolución- autoriza a los particulares (incluyendo las referidas ONG y los medios de comunicación) a buscar la información en otra parte. En cualquier parte, valga la precisión.

 

Aprovechando ese vacío, cualquiera dice lo que quiera decir, sobre todo a sabiendas de que tendrá a favor una enorme maquinaria mediática y de redes sociales que está siempre dispuesta a servir de megáfono, sobre todo si se trata de cifras escandalosas y sensacionalistas. Mientras más escandalosas y sensacionalistas, mejor.

 

El afán de ocultar o no suministrar información se ha hecho endémico en el gobierno. A mediados de este año le pregunté a un periodista que por entonces estaba adscrito a la Asamblea Nacional Constituyente (ya no está allí) cuántos integrantes quedaban activos en este cuerpo, luego de descontar los que lamentablemente han fallecido, los que pasaron al gobierno, los que fueron electos gobernadores y alcaldes y los que se devolvieron a cargos diplomáticos. Esperé pacientemente el dato. Volví a solicitarlo varias veces, tal como me enseñaron los reporteros de la vieja guardia (“pida y vuelva a pedir, que usted no sabe cuándo están por darle”). No hubo manera, nunca estuvieron por darme, a pesar de que no estaba requiriendo un dato tumbagobierno. El asunto de no informar a veces parece una política muy seriamente pensada, y otras veces parece una manía.

 

La segunda razón por la cual estas cifras son aceptadas como buenas por el resto del mundo es porque al complejo capitalista global le conviene darle crédito a ese tipo de guarismos, dado que son muy negativos para Venezuela. Mientras más negativos sean, más le conviene.

 

Es, claramente, parte de la estrategia mediática destinada a demostrar que un país que se niega –aun cuando sea nominalmente- a aceptar que el capitalismo es la única manera de vivir, debe ser, indefectiblemente, una nación sometida a todas las calamidades habidas y por haber.

 

Así, a diario vemos las múltiples estadísticas negativas en las que supuestamente somos líderes: el país más inseguro para las inversiones privadas; la nación con peor desempeño económico del planeta;  el Estado que comete más violaciones a los derechos humanos; el país con la más grave crisis migratoria de los últimos cien años;  la peor conectividad a Internet; el más alto índice de embarazos adolescentes; las peores notas en Matemática… y así hasta donde alcance la imaginación… y las ONG rabiosas.

 

Podemos abrir al azar cualquier noticia sobre el país y encontrar un ejemplo, pero utilicemos uno reciente: una ONG dijo que Venezuela es la nación con más muertes violentas en todo el continente. Interpretando el dato, varios medios han dicho que es el país más violento de América Latina.

 

Esto nos conduce a la tercera razón por la que las estadísticas horrorosas sobre Venezuela gozan de total credibilidad en el llamado concierto de las naciones y en el aparataje mediático global. Tiene que ver con el efecto favorable que ese tipo de datos causan a otros países, especialmente a aquellos que tienen debilidades en el área específica de la que se traten los números difundidos.

 

Por ejemplo, ¿a quiénes les conviene más que a las clases dominantes de México, Colombia y Brasil que se diga que Venezuela es un país más violento que el de ellas? El disponer en el vecindario de una nación con tan malas estadísticas en materia de muertes violentas ayuda un poco a los que tienen sus territorios plagados de fosas comunes.

 

La cuarta razón del éxito garantizado de las cifras “made in ONG” sobre Venezuela es tal vez la más determinante: esas organizaciones rabiosamente no gubernamentales no están puestas allí por casualidad, sino que forman parte de un conglomerado de intereses que, al final, confluyen en lo mismo, en la idea de que el capitalismo es el único modelo económico aceptable y que la democracia representativa y de élites es la única forma de democracia posible. Son un engranaje de un enorme mecanismo en el que no solo están las grandes corporaciones (el famoso complejo industrial-militar-financiero-mediático) sino también las instituciones religiosas, académicas y muchos gremios profesionales.

 

Siguiendo normas elementales de investigación, bastaría identificar muy bien las fuentes de financiamiento de estas organizaciones rabiosamente no gubernamentales para comprender por qué sus datos tampoco deberían merecernos credibilidad, por más que el gobierno se empeñe tercamente en ocultar los suyos. Esa simple pesquisa nos permitiría comprobar que si bien son “no gubernamentales” con respecto al gobierno de Venezuela, son extremadamente “progubernamentales” en torno a los grandes gobiernos del mundo. O, quizás sea más preciso decirlo así: con respecto al gobierno mundial.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)