Un apretado conjunto de símbolos define la forma en que entendemos el mundo. Zodíaco, tarot, baraja española no determinan cómo funciona el universo, sino la manera en que lo percibimos.

 

As de oros. No ha podido despojarnos el adversario del oro negro ni del dorado. Disponemos de la segunda mayor reserva de oro del planeta, de la quinta parte de las reservas de hidrocarburos que hacen funcionar el mundo. Incluso con la producción disminuida a millón y medio de barriles diarios, ello nos asegura 47.000 millones de dólares anuales, suficientes para repotenciar Pdvsa, estabilizar la economía y vencer la Guerra Económica.

 

As de bastos. El basto es el poder generativo de la naturaleza, de la agricultura, de la cría. La calumnia nos difama como país incapaz de producir lo que consumimos. Cuatro años atrás, según las últimas cifras disponibles de las Hojas de Alimentación, producíamos 88% de nuestros alimentos. Por eso, en medio de la escasez programada, nunca faltaron las verduras que no podían ser acaparadas. Un oligopolio de una docena de empresas distribuidoras intenta aniquilar la rama fecunda de nuestro agro. Mejor las podamos a ellas.

 

As de copas. La copa es la femineidad protectora, la promesa de satisfacción de necesidades primordiales. La copa redistribuye para todos lo que antes era de pocos o de nadie. Por eso somos el país con menor desigualdad social de América Latina.

 

As de espadas. La autoridad del Estado evita que la riqueza devenga botín de los predadores. Con todos sus defectos, debilidades y omisiones, Venezuela ha templado una espada de doble filo que durante dos décadas ha resistido las más duras pruebas sin quebrarse: la organización política mayoritaria y las Fuerzas Armadas. Los enemigos externos vacilan ante un cuerpo del ejército de 315.000 efectivos y una  reserva de unos 438.000, ante una coalición política que ganó 23 de 25 consultas electorales. Esos poderes, que han contenido la amenaza externa, deben conjurar la interna. Cortar una infiltración paramilitar que crea una parasociedad, una paraeconomía, una parapolítica. Restañar fronteras que son más bien heridas.

 

Controlar la corrupción y la docena de empresas que programan la muerte por hambre de treinta millones de venezolanos. Nunca tuvo país alguno tan espléndida mano para la victoria. Vencer no solo es necesario: también es posible.

 

(Por Luis Britto García)