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La muerte de Fidel Castro, de viejo, a los 90 años, es, entre muchas otras cosas, una especie de cierre irónico para una historia tan antigua como su mandato en Cuba: la de los intentos de asesinato por parte de las autoridades estadounidenses.

 

Famosamente la CIA, pero también el Departamento de Defensa y el Departamento de Estado, estuvieron involucrados en centenares de conspiraciones con la intención de “deshacerse de Castro”, en nombre de la paz, la libertad y la democracia.

 
Hasta la presidencia de Bill Clinton (1993-2000) se cuentan oficialmente 638 intentos de asesinato al líder de la Revolución Cubana, de donde sacó su nombre el documental 638 maneras de matar a Castro, que emitió el Channel 4 británico en 2006.

 

“Si sobrevivir intentos de asesinato fuera un deporte olímpico” dijo alguna vez Castro, “yo tendría sin dudas la medalla de oro”.

 

No sabemos si la CIA se inspiró en las grandes ficciones detectivescas, o si fue al revés, pero sus planes, todos fallidos, parecen en efecto tomados de una película de cine negro, que, de existir, sería también una comedia de enredos: habanos envenenados o con explosivos ocultos, inoculación de tuberculosis mediante un equipo de buceo, envenenamiento a través de un bolígrafo, una más tradicional y simple ejecución a manos de gángsters de Chicago… También hubo otros intentos, ya no de asesinato sino para dañar su imagen, igual de coloridos, como plantar LSD en el micrófono por el que hablaba en un acto público para que perdiera la compostura.

 

Como en una buena película policial, también, no puede faltar el engaño mediante una femme fatale.

 

Marita Lorenz nació en Alemania en 1939, hija de madre estadounidense y padre alemán.

 

Muy pequeña, después de la Segunda Guerra Mundial, y después de haber pasado un tiempo en un campo de concentración nazi junto a su madre, que había sido acusada de ayudar a escapar a trabajadores forzados, se embarcó junto a su padre, un capitán marinero, y comenzó a recorrer el mundo.

 

En Estados Unidos obtuvo la ciudadanía.

 

En febrero de 1959, pocas semanas después del triunfo de la Revolución Cubana, Marita Lorenz llegó a La Habana junto a su padre, a bordo del MS Berlin.

 

La llegada de este gran transatlántico convocó la presencia de Fidel Castro en el lugar, cuyo nombramiento como primer ministro de Cuba era inminente.

 

Presumiblemente Castro, ya liberado de las tensiones y demandas más exigentes de la revolución, habiendo derrocado el régimen de Batista, tuvo tiempo de dejarse embelesar por esta jovencita alemana-estadounidense de 19 años.

 

Ella estaba igual de embelesada con el Comandante. Así habló ella después sobre aquel encuentro:

 

Cuando Fidel te habla, lo hace muy de cerca. Te mira a los ojos.

 

En el barco tomamos unos tragos y comimos sloppy joes. Él me hizo sentir un poco nerviosa inmediatamente.

 

Tenía dos horas libres hasta que despertara mi padre. Le dí un recorrido por el barco. Y después tuve que despedirlo, porque quería ponerme más linda.

Así, Marita Lorenz se quedó en Cuba, y entabló un romance con el líder cubano.

 

Fue un romance bastante fugaz, complicado por el inesperado embarazo de Lorenz.

 

Estando embarazada de 7 meses, Marita abortó. Según ella, obligada por Castro; según personas cercanas a Castro, por voluntad propia. De una u otra manera, fue este hecho lo que marcó el quiebre de su relación y dio a la CIA una opción que, como  todas las demás, terminaría sin éxito.

 

Tras este triste acontecimiento, Marita abandonó la isla y viajó a Florida, donde se unió a grupos anticastristas.

 

Allí fue reclutada por un agente encubierto de la CIA, que se hacía llamar Francisco Fiorini (su nombre real era Frank Sturgis, y después fue uno de los involucrados en el escándalo de Watergate).

 

Fiorini le encomendó la misión de volver a Cuba y asesinar a Fidel Castro.

 

Marita volvió a Cuba en 1960, con unas pastillas de veneno escondidas, que se suponía tenía que colocar en su comida.

 

Según dijo después, cuando estaba regresando, al momento de ver el contorno de La Habana desde el barco, ya supo que no iba a ser capaz de cumplir con su misión.

 

Fidel Castro no era ningún incauto, como sabemos ahora después de los 638 intentos de asesinato, y cuando recibió a Marita de regreso enseguida se mostró alerta.

 

Así lo narró ella:

 

“¿Por qué te fuiste tan de repente?” fue lo primero que me preguntó. “¿Andabas con esos contrarrevolucionarios en Miami?” me dijo, y yo le dije que sí.

 

Intenté parecer calmada. Nunca estuve tan nerviosa como esa vez en aquella habitación. Todavía tenía tiempo de sobra para quedarme con él, ordenar algo para comer, asesinarlo y evitar que diera el discurso que ya había anunciado para esa noche.

 

Él estaba muy cansado y quería dormir. Estaba con un habano en la boca, se recostó en la cama y así como así me preguntó: “¿viniste hasta aquí a matarme?”.

 

Yo, sentada al borde de la cama, le respondí: “Sí. Quería verte”.

 

“Está bien” dijo él.

 

Luego se incorporó, sacó su 45 y me la dio.

 

Yo giré el tambor y le apunté. Él ni se movió.

 

“No me puedes matar. Nadie puede matarme”, me dijo. Esbozó una sonrisa y mascó su cigarro. Me sentí tan desmoralizada. Estaba tan seguro de mí.

 

Después simplemente me tomó e hicimos el amor.

 

Contemplé la posibilidad de quedarme, tratar de llevar a cabo la misión más tarde, después de su discurso, pero sería demasiado tarde, porque solía hablar por 8, 10 o 12 horas.

 

Esa fue la parte más difícil. Yo quería que me rogara que me quedase. Pero él simplemente se vistió y se fue.
Tras esto, enamorada y derrotada, Lorenz abandonó Cuba nuevamente, aunque regresó en algunas oportunidades en los años que siguieron. Su última visita a La Habana fue en 1988, donde tuvieron, según ella, “sexo por lástima”, por última vez.

 

Pero esta anécdota de su relación con Fidel Castro, lejos está de agotar las curiosas, conspirativas y enigmáticas circunstancias de la vida de Marita Lorenz, que por sus días en Miami y su contacto con agentes encubiertos en la CIA, también entabló una suerte de romance con el dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez (de quien aparentemente también quedó embarazada) y dio testimonios que apuntaban a la conspiración de la CIA para asesinar a JFK.

 

Según se informó hace un tiempo, Jennifer Lawrence interpretará a Marita Lorenz en su biopic hollywoodense.

 

(vix.com)

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