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Inmediata ha sido la protesta que se ha dado a los términos de la carta del cardenal Pietro Parolin, los cuales se alejan de la  prudencia e imparcialidad abordada entre las partes en la mesa de diálogo, requisito indispensable para la gestión a la que acudió el Vaticano como acompañante invitado.

 

En el escrito, Parolin asume como suyas peticiones hechas por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que nada tienen que ver con los acuerdos firmados y expuestos por las partes los días 23 de octubre, 11 y 12 de noviembre.

 

Por otro lado, la carta da a entender que el cardenal Pietro Parolin no ha sido informado, o quizás se le ha dicho de una manera incompleta y sesgada, bajo el discurso de dirigentes de la oposición venezolana.

 

Es posible que no sepa que el Gobierno nacional solicitó en la mesa temática, instalada según el acuerdo, que la MUD sea un acompañante en el proceso de combatir las agresiones financieras que impactan al país desde hace más de tres años y que incluyen acciones contra nuestra moneda, dirigidas desde Estados Unidos por otros voceros de la oposición venezolana que allí se radicaron.

 

En Venezuela ya hay un cronograma electoral según lo previsto en la Constitución Bolivariana y las leyes: elecciones de Gobernadores de estado a mediados de 2017, elecciones de alcaldes municipales a finales de 2017 y elecciones presidenciales a finales de 2018.

 

Sobre el tema del “desacato”, quizá el Cardenal no esté al tanto de que debe ser la Asamblea Nacional quien se ponga a derecho y acate la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, hecho que aún no ha ocurrido, así que la única que puede restituir su rol previsto en la Constitución Bolivariana es la directiva de la Asamblea Nacional.

 

Con una ligereza pasmosa el Cardenal señala de manera genérica la “liberación de detenidos”, es decir, la liberación de ciudadanos que están incursos en delitos contra el orden constitucional, las personas y la propiedad, claramente tipificados en el ordenamiento legal venezolano vigente.

 

Solamente en el año 2014, un total de 43 venezolanos resultaron asesinados en la convocatoria hecha por Leopoldo López a “La salida”, vale decir, un intento de golpe de Estado cruento contra el presidente Nicolás Maduro. Con el respeto que merece el Cardenal, preocupa enormemente que mencione únicamente a los victimarios y no a las víctimas.

 

En busca de la reconciliación y la paz, el Presidente de la República convocó a la conformación de la Comisión de la Verdad, la Justicia, la Paz y la Reconciliación, a fin de que se analizara caso por caso los hechos de violencia de 2002, 2003, 2013, 2014 y 2015 que ocurrieron en nuestro país, por la vía de la reparación a las víctimas y el reconocimiento de los hechos. La oposición se negó a participar en esta Comisión, pero a solicitud del Gobierno nacional se estableció, en el marco del diálogo, una mesa temática para encaminar la Comisión de la Verdad, que ya ha dado frutos concretos.

 

Por último, es necesario aclarar que Venezuela no es un Protectorado del Vaticano, es una nación soberana sujeta a las reglas del relacionamiento internacional basado en el respeto a los principios de igualdad entre los Estados, no injerencia en los asuntos internos y asunción celosa del principio de libre autodeterminación de los pueblos y del Derecho Internacional.

 

Por ende, la condición de la presencia del Vaticano en la mesa de diálogo es en calidad de acompañante invitado, por lo que valdría la pena que el Cardenal se preguntara si al tomar partido por una de las partes, como hace en su misiva, favorece al proceso de diálogo o si, por el contrario, procura su implosión.

 

El Gobierno Nacional  insistirá con terquedad en un diálogo de paz, fructífero y duradero entre venezolanos, y espera que esa sea la verdadera intención del acompañamiento del Vaticano.

 

(LaIguana.TV)