cuadro-hueso.jpg

El hueso del pene, el báculo, se desarrolló por primera vez hace entre 145 millones y 95 millones de años, lo que significa que estaba presente en el ancestro común más reciente de todos los primates y carnívoros. Los científicos han descubierto por qué desapareció en los seres humanos, a diferencia de los chimpancés, los osos y la mayoría de mamíferos.

 

¿Para qué lo necesitan los animales? 

 

Dependiendo del animal, el báculo puede oscilar entre menos de milímetro a casi un metro de largo. Para algunos expertos este hueso puede ayudar a estimular a la hembra a desencadenar la ovulación, mientras otros creen que el báculo «actúa como un calzador de zapatos», permitiendo al macho superar cualquier fricción y penetrar en la vagina de la hembra.

 

Por último, los científicos afirman que este hueso permite prolongar el tiempo de penetración vaginal. De esta forma, «el macho evita que la hembra se escape y copule con otro antes de que su esperma tenga la oportunidad de hacer magia», según un reciente estudio publicado en la revista ‘Proceedings of the Royal Society B’.

 

Las intromisiones del hueso más prolongadas ocurren en especies con prácticas polígamas, donde múltiples machos y hembras se aparean entre sí, como en el caso de los chimpancés, escribe Matilda Brindle en la revista académica The Conversation. Los testículos de los chimpancés machos son muy grandes, aproximadamente del mismo tamaño de su cerebro, ya que producen una gran cantidad de espermatozoides para aparearse con varias hembras.

 

¿Por qué no lo tienen los seres humanos?

 

En síntesis, la respuesta estriba en que «los seres humanos no están en la categoría de la intromisión prolongada». La duración media de una penetración es inferior a dos minutos, según los expertos. Generalmente, los hombres humanos tienen «una competencia sexual mínima», ya que normalmente las mujeres tienen sexo solo con un hombre a la vez. «Quizás la adopción de este patrón de apareamiento, junto a un período corto de intromisión, fue la última gota que colmó el vaso de la desaparición del báculo», explicó Brindle.

 

(RT)