La aparición de Caracas en el primer lugar de la lista del semanario The Economist como la ciudad más barata del mundo, abrió una gran interrogante para los venezolanos: ¿barata para quiénes?

 

La clasificación hecha por la publicación británica se basa en la comparación, en varias capitales mundiales, de los precios de 160 productos básicos y servicios, entre los que se encuentran alimentos, ropa, electrodomésticos, pasajes, servicios básicos como agua y electricidad, salud y educación, entre otros.

 

La paradoja de este primer lugar que ocupa Caracas, seguida por Damasco, capital de Siria, se encuentra en que el país suramericano sufre una crisis económica caracterizada por hiperinflación y precios especulativos, cuya fijación depende generalmente del valor del dólar. De fondo, se encuentra la caída de la producción petrolera y las sanciones financieras impuestas por EE.UU., que conllevan la congelación de cuentas y de bienes del Estado en el exterior y el bloqueo de operaciones bancarias a empresas estadounidenses que compren crudo venezolano.

 

¿Barato con hiperinflación?

 

Si bien la información de The Economist es cierta, hay que leer las líneas pequeñas y aclarar a quién le resulta más económica Venezuela.

 

El economista Raúl Peñaloza, investigador del Observatorio Venezolano de la Realidad Económica (OVRE), considera que la nación latinoamericana es la más barata del mundo para quienes deciden invertir y producir allí; para quienes van de paso o quienes tienen un ingreso en alguna ‘moneda dura’.

 

El también profesor universitario recuerda que la economía venezolana es «altamente subsidiada», si se compara con los países de la región o del mundo.

 

El abogado y experto en economía tributaria, Juan Carlos Valdez, explica que, como uno de los principales ataques a la economía venezolana ha sido contra su moneda, que se ha depreciado y devaluado, quien maneja divisas, consigue precios más bajos.

 

Por su parte, la economista Pascualina Curcio, durante la ‘Jornada Internacional de Solidaridad con Venezuela’, que se celebró a principios de febrero, manifestó que desde 2013 hasta este año han manipulado 3.600 millones por ciento el valor del bolívar, como parte de la agresión en su contra, a través del tipo de cambio, que influye en los costos de producción de los bienes y servicios, genera inflación, causa deterioro del poder adquisitivo, incide 40 % en la caída de los niveles de la producción y genera insuficiencia del presupuesto público.

 

Los aumentos de sueldo

 

Para un trabajador de algún país latinoamericano escuchar que un Gobierno vecino ha decretado 26 aumentos de sueldo en los últimos seis años podría sonar como una fantasía, pero en Venezuela es una realidad.

 

Si el salario mínimo se lleva a bolívares actuales, habría pasado de 0,03 (2013) a 19.800 (2019), es decir, aumentó 650.000 veces su valor en el sexenio de Nicolás Maduro. Sin embargo, a pesar de este incremento, en los últimos años ha sido pulverizado por la hiperinflación.

 

Para Peñaloza, el problema, más allá de los precios en hiperinflación, es que «el salario real del venezolano está demasiado deteriorado» y la pérdida del poder adquisitivo, producto de la caída de la productividad, se evidencia en la capacidad de compra que tiene el sueldo.

 

Servicios para regalar

 

Al hablar del salario mínimo, que corresponde a unos siete dólares mensuales, sin contar los alimentos otorgados por el Estado y las bonificaciones que también se asignan cada mes, hay que dejar claro que los servicios públicos en Venezuela están subsidiados casi al 100 %.

 

«Son ventajas, independientemente de cómo lo quieras ver. Son los servicios los que hacen que la vida en Venezuela sea la más barata del mundo», expresa el economista, quien para demostrarlo realiza cálculos de cuántos de ellos podrían cancelarse con tan solo un dólar.

 

Una muestra de ello es una proyección, sin tomar en cuenta futuros incrementos, de cuánto alcanzaría un dólar (2.299 bolívares) para que una familia de dos personas de un sector popular en Caracas cubra los gastos del gas, la electricidad o el agua potable, entre otros.

 

Empresas poco exportadoras

 

«Como no producimos dólares, el 97 % entra a través de la actividad petrolera y minera del Estado» y el aporte de la actividad privada, que también depende de las divisas del Estado para elaborar productos, es «ínfimo», agrega Valdez.

 

Sobre este mismo tema reflexiona el economista y filósofo Carlos Lazo en una entrevista hecha por la publicación 15 y último, donde explica que estas compañías tienen niveles bajos de exportación y que son deficitarias en sus balanzas de pago. «Exportan menos de lo que importan», afirma.

 

Un ejemplo de este comportamiento es el de Alimentos Polar, tal y como explica el portal venezolano de investigación Misión Verdad, que se vale de las divisas preferenciales otorgadas por el Estado –que saca del país– para procesar, empaquetar y comercializar sus productos, sin hacer inversiones en el sector agrícola.

 

¿A quién le importa?

 

Por otra parte, al reducirse el precio del barril de petróleo, que pasó de 100 dólares en 2013 a 26 en 2017, hubo menos divisas, así que se importaron menos productos, a pesar de la alta demanda. «¿Qué pasa en el capitalismo cuando la demanda supera a la oferta? Los precios suben, eso no es mágico», afirma Valdez.

 

«Quien tiene el bien que necesitas se aprovecha y sube el precio a voluntad, es la única razón por la que, en el 90 % de los casos, se elevan los precios de bienes y servicios», expresa.

 

El entrevistado agrega que en el país suramericano «se hizo un experimento» al distorsionar el valor de la moneda local, a través de páginas de internet que fijaban el precio de inmuebles, autos y divisas, en un país donde existía un control de cambio desde 2003.

 

¿Invertir en Venezuela?

 

Si la hiperinflación se come los sueldos, entonces, ¿para quién es barato el país suramericano?

 

«Es una gran oportunidad para el inversionista y para producir», explica Peñaloza. «Tenemos una población altamente tecnificada, políticas de Estado como la educación gratuita, eso nos hace muy competitivos». Sin embargo, alerta que el «problema de los salarios debe corregirse».

 

Valdez agrega que también puede estimularse la exportación: «Lo que produzco en bolívares lo vendo en dólares. Eso no está ocurriendo». ¿La causa? «El empresario sigue aferrado a captar renta petrolera, no se da cuenta que tiene que producir para exportar», afirma.

 

En este sentido, Curcio aporta un dato: «Históricamente el sector privado ha exportado el 1 %».

 

Peñaloza se refiere además a un mercado de exportación ilegal que se ha desarrollado en el país y a una «naciente industria de exportaciones, aún incipiente».

 

La amenaza de EE.UU.

 

«No se estimula la inversión extranjera porque EE.UU. amenaza a todo el que intente invertir en Venezuela», advierte el abogado consultado al hacer referencia al «bloqueo financiero» que Washington ha impuesto sobre Venezuela.

 

En la misma línea, Peñaloza recuerda que las  sanciones unilaterales, que se han agudizado en los últimos años, comenzaron con las campañas de las calificadoras de riesgo, que consideraban que era más peligroso invertir en el país suramericano que en naciones en guerra como Libia o Siria. «Y ahora continúan con las medidas punitivas que atentan contra el desarrollo del país y contra las posibilidades de recuperación».

 

Otro de los temas de cuidado que plantea Peñaloza es la «extracción de talentos del país» debido a la gratuidad de la educación, o su bajo costo, con respecto a los otras naciones de la región, lo que «atenta contra la productividad interna» y «contribuye al desarrollo de otros países que no hicieron ningún tipo de inversión para el desarrollo de su personal».

 

(RT)