Sin información no se puede ejercer el poder. El poder se ejerce con la circulación de información y para eso se necesita  energía. Telemetría (es decir, la adquisición remota y simultánea de los datos y medidas de la operación y del entorno) y telecontrol (manejo físico a distancia de las operaciones). Esas son las claves.

 

El punto es que el modelo neocolonial impuso un diseño centralizado de la administración y de la prestación de los servicios y la producción. Tenemos en Venezuela una gran central hidroeléctrica, 3 o 4 grandes embalses y sistemas de agua potable, igual con las refinerías, los centros de distribución de combustible,  4 mercados mayoristas, uno o dos centros de producción de hortalizas. En fin, hay una distribución geográfica de los pocos pero gigantescos centros de producción.

Justamente por eso en territorios como el nuestro  ( y otros de la periferia neocolonial) tenemos los complejos productivos más grandes del mundo.  Guri es la tercera hidroeléctrica, los sistemas de agua Tuy están entre los primeros por sólo enumerar dos elementos. Las ciudades más grandes están en el «tercer mundo».

Por lo tanto tener el poder es que desde el centro de gobierno (o de la administración) haya conexión con esas unidades productivas para controlarlas a distancia. Para eso se necesitan sistemas que recopilen datos de la operación y del entorno, que supervisen en tiempo real el desempeño y que permitan activar mecanismos para materialmente «gobernar» la unidad.

Si no se puede hacer esto ya no se tiene el control, no se gobierna ni se tiene el poder.

Por eso el «ataque» ha sido  al sistema de energía ya que así se pueden desactivar los sistemas de supervisión y control. Y esto es mucho más sencillo en tanto la mayor demanda de energía la tiene el procesamiento y la circulación de información. Haga la prueba con su teléfono celular y verá la diferencia de consumo con el «wifi» o los «datos» encendidos.

Pero adicionalmente el ejercicio del poder no sólo contempla la posibilidad concreta de manipular las unidades de producción sino que hay elemento esencial que es su carácter  público. El ciudadano  (el administrado) tiene que saber quien tiene el control  (el administrador).  Pero si no hay medios de difusión efectivos (por la ausencia de energía) el gobierno pierde ese aspecto «simbólico» del poder.

 

Es decir, no sólo se trata de tener los datos de y sobre la operación sino que el «Otro» (gobernado) sepa nítidamente que «Yo» (gobierno) efectivamente sé.

Hasta aquí se puede tener claro cuál es la lógica de la acción sobre el sistema eléctrico,  y es la mejor prueba de que realmente es un ataque y un acto de guerra. El objetivo del atacante no es dejarnos sin energía sino sin el «Poder».

No se trata sólo que Nicolás Maduro conteste el «teléfono» en Miraflores sino que efectivamente repique allá  (o dónde esté físicamente el presidente).

 

(La Tabla)