Honduras está gravemente herida, no para la hemorragia de su pueblo hacia el extranjero, en busca de oportunidades y seguridad –dicen— porque aquí ya no se puede vivir. Cruzan a pie más de 4,000 kilómetros en su paso por Guatemala hasta el final de México en espera de ingresar a Estados Unidos. Ya no se sabe qué número es la caravana de hoy, lo que sí afirman en San Pedro Sula, es que esta vez salieron 1.100 ciudadanos de toda edad. 

 

Se fueron en el amanecer de este día, sin creer en la encargada de Negocios de EEUU en Tegucigalpa, Heide Fulton, que ayer con el Gobierno Hernández, lanzó “la visa de trabajo temporal para los hondureños que reúnan los requisitos para viajar a su país; muchos migrantes han dicho que no perdonan a la señora haber contado los votos rurales de la célebre “Curva de Batson”, que impuso a Juan Hernández a través de una reelección que prohíbe la Constitución hondureña, y profundizó la crisis social y económica de Honduras.

 

Según el diputado de Libertad y Refundación (Libre) por Lempira, Yester Muñoz, cuando el éxodo llegue a la frontera con Ocotepeque podría sumar unas diez mil personas, pues se integrarán cientos de hondureños de los departamentos de Copán, Santa Bárbara, Lempira, La Paz e Intibucá, y que eso es lo que siempre pasa, dado que en vez de trasladarse hasta San Pedro Sula, prefieren unirse a la caravana cuando pasa por sus comunidades.

 

Un niño levantó la mano como para decirle adiós a su tierra, que junto a sus padres partió en la caravana la madrugada de este miércoles, sin importar que podrían terminar en el hacinamiento de los refugios fronterizos en México, donde yacen en condiciones dolorosas unos siete mil migrantes que han solicitado asilo a EEUU, donde la mayoría son hondureños.

 

Tampoco han oído las burlas y amenazas de Trump, Pompeo y Pence, que no los dejarán ingresar a EEUU, porque la gente en la calle y en la oficina estima que ellos deben asumir la responsabilidad de sus actos al mantener a JOH en el cargo, aun en la ilegalidad, aun con la obvia tragedia nacional en constantes asesinatos horrendos, en el desempleo, la poderosa corrupción en altas esferas del gobierno, en la abundancia de impuestos, en el cierre de empresas, en la militarización de la sociedad, en la interminable represión de la protesta, en la vigilia de la muerte, en la pujante pobreza y miseria que golpea a seis millones de personas.    

 

La primera de cuatro caravanas formada por unas 7.000 personas llegó a Baja California el pasado 15 de noviembre del año anterior, 34 días después que salieron de San Pedro Sula, el 13 de octubre. Un camino incierto que en la ansiedad por pasar la frontera ha sido la sepultura para Henry, asesinado por la policía mexicana y de otros más. Internamente en Honduras, el golpe para sectores como la caficultura ha sido fuerte, porque cientos de cortadores del grano se han marchado en diferentes caravanas.

 

En la última década, desde 2009 hasta el primer trimestre de 2018, datos oficiales indicaban que fueron asesinados 55,137 hondureños, cifra escalofriante que supera el promedio de 44,000 homicidios que por década registró Colombia en sus cincuenta años de cruento conflicto armado convencional, entre 1958 y 2012 la guerra se llevó 177.307 civiles y apenas 40.787 combatientes de diferentes bandos, según el Centro de Memoria Histórica.

 

Varios medios del mundo han recogido el testimonio de hondureños, sin ambages declaran que huyen de la dictadura que lidera Juan Hernández y culpan que la injerencia de Estados Unidos imposibilita el cumplimiento de la voluntad popular y, que ambos factores, han vuelto insoportable la existencia tranquila, han dicho que si Hernández deja el gobierno volverían, otros afirman que no regresarán a vivir en la misma desgracia en el país.

 

(El Libertador)