Y de pronto, el oficial de más alto rango que se ha pronunciado a favor del autojuramentado presidente Juan Guaidó se convirtió en un general chavista detenido por drogas.

 

La historia, que parece cosa de magia, está ocurriendo en todos los grandes medios de comunicación de la derecha mundial y nacional con el degradado oficial Hugo “el Pollo” Carvajal, un nombre que entra y sale de los bandos políticos según lo que le convenga a la maquinaria mediática mundial.

 

El caso prueba que el complejo comunicacional del capitalismo hegemónico tiene su varita mágica: puede transformar a un pollo en sapo, a un sapo en príncipe y, no conforme con ello, puede convertirlo de nuevo en sapo.

 

Cuando Carvajal fue detenido en Aruba en 2014 y EEUU solicitaba su entrega para juzgarlo por presuntos delitos de narcotráfico, los grandes medios de la derecha se prodigaron en epítetos acerca de él. Dijeron que era uno de los hombres más temidos de Venezuela y que era comparable con Pablo Escobar por su peso en operaciones de drogas que las autoridades estadounidenses le atribuían al Ejército venezolano en complicidad con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.

 

El gobierno de Nicolás Maduro se plantó a defenderlo y logró que las autoridades neerlandesas le permitieran regresar al país. La maquinaria mediática lo trituró a él y a Maduro, dando por buenas las acusaciones de EEUU.

 

Durante años, Carvajal fue una de las piñatas favoritas de la prensa opositora que no solo le acusó de los ya mencionados asuntos de narcotráfico, sino también de violaciones de los derechos humanos de detenidos políticos, por los cargos que desempeñó en inteligencia militar.

 

“El Pollo” fue, pues, uno de los sapos más feos de la comarca hasta que empezó a dar señales de traición al gobierno que le había salvado el pellejo. La mágica conversión cristalizó este año, cuando emitió un comunicado en el que desconoció a Maduro y reconoció a Guaidó como el legítimo presidente de la República.
“Presidente (E) de la República Bolivariana de Venezuela, Juan Guaidó Márquez. Aquí está un soldado más por las causas de la libertad y la democracia, para ser útil en la consecución del objetivo de restablecer el orden constitucional que nos permita convocar elecciones libres», expresó en un video colgado en su cuenta Twitter.

 

Entonces el sapo se hizo príncipe: los medios mundiales dijeron que un general del Ejército venezolano había declarado su lealtad a Guaidó. Comentaristas agudos aseguraron que era el oficial de más alto rango en hacerlo, olvidando selectivamente el hecho de que está retirado hace varios años.

 

La varita mágica que convirtió al feo batracio en un galán montado en un caballo blanco. Habían borrado los antecedentes que la misma prensa venía acumulando contra Carvajal desde 2008, en uno de sus típicos memoriales de agravios. Lo único que importaba entonces era que se trataba de un mayor general, síntoma de que había comenzado el quiebre de la unidad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.

 

Poco duró el encantamiento. Este viernes, cuando Carvajal fue detenido en España y se informó que EEUU solicita de nuevo su extradición, los medios no dijeron que era el alto oficial que le prometió lealtad a Guaidó, sino “un general chavista acusado de ser narcotraficante”. Por arte de magia mediática, el príncipe volvió a verse como un sapo.

 

El cuento de la amnistía

 

La suerte corrida hasta este momento por Carvajal desbarata una de las ofertas fundamentales que han formulado los participantes en el intento de derrocar a Maduro mediante el subterfugio del gobierno interino: la amnistía para los militares y funcionarios que se insubordinen.

 

En el llamado estatuto de transición que aprobó la Asamblea Nacional, en las declaraciones públicas y en los intentos de sonsacamiento que Guaidó y su equipo han realizado en cuarteles y organismos públicos ha quedado expuesta la oferta de perdonar a quienes desconozcan al gobierno constitucional, independientemente de que sobre ellos pesen graves acusaciones.

 

La actitud de los opositores ha sido clara, pues han aceptado que bajo ese supuesto paraguas se metan hombres como Carvajal, señalado por ellos mismos como narcotraficante y esbirro, y otros con investigaciones abiertas por descarados casos de corrupción, como el expresidente del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, Carlos Rotondaro.

 

Con sus enormes rabos de paja, personajes como estos dos (recientemente degradados y expulsados de la FANB), acudieron a las filas del antichavismo en procura de perdón o de impunidad. Pero, al menos en este momento, el caso Carvajal parece indicar que esa promesa también es falsa.

 

¿Volverá a ser un príncipe?

 

Los conocedores del intrincado mundo de la inteligencia y la contrainteligencia sospechan mucho de la detención de Carvajal en España y lanzan la conjetura de que, una vez que sea trasladado a EEUU, se convertirá en un personaje central de las próximas tramas contra el gobierno de Venezuela, incluyendo las anunciadas acciones militares multilaterales o unilaterales.

 

Es previsible que un individuo como Carvajal, quien fue capaz de volver la espalda al gobierno que lo rescató en 2014, esté ahora listo para servir a los intereses estadounidenses y hacerles todos los trajes a la medida que necesiten para elaborar expedientes acerca del supuesto “narcoestado” venezolano.

 

En tales circunstancias es casi seguro que la varita mágica de la maquinaria mediática vuelva a tocarlo y que el pollo que se volvió sapo y luego príncipe y luego, otra vez, sapo, termine siendo no un príncipe, sino un testigo digno de la mayor credibilidad.

 

Por cierto: la AN debería defenderlo

 

La mágica maquinaria mediática ha hecho malabares para no decir que, en rigor, Carvajal no es un general chavista sino un exgeneral guaidoista. La oposición, como es su costumbre, se hace la desentendida con quien era hasta hace poco “un oficial de alto rango leal al presidente encargado”.

 

Pero Guaidó debería salir a defender a Carvajal no solo porque se haya pronunciado a su favor, sino también porque el detenido es diputado a la Asamblea Nacional.

 

En efecto, en su afán de protegerlo de las amenazas que sobre él se cernían, el Partido Socialista Unido de Venezuela postuló a Carvajal por el estado Monagas en las elecciones legislativas de 2015. “El Pollo” fue uno de los pocos sobrevivientes de la dura derrota sufrida por el chavismo en esa oportunidad y resultó electo diputado.

 

En su declaración de apoyo a Guaidó, dijo: “Hoy me dirijo a ustedes con una doble responsabilidad, la que tengo como diputado a la Asamblea Nacional, último vestigio de democracia que se mantiene vivo en este país; pero también, con la que tengo como soldado de esta Patria, integrante del Ejército Venezolano».

 

Uno de los primeros pasos que dio Carvajal hacia la oposición fue justamente ignorar la línea partidista de no concurrir a las sesiones de la Asamblea Nacional mientras esta se encuentre en la situación de desacato dictaminada por el Tribunal Supremo de Justicia.

 

La AN, al menos como un saludo a la bandera, debería reclamar a las autoridades españolas por la detención de un ciudadano con fueros derivados de su condición de diputado, sobre todo si se trata de un Parlamento que se adjudica a sí mismo el rol de único poder legítimo entre los cinco de la democracia venezolana.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)