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Hoy a 200 años del natalicio de Ezequiel Zamora, recordamos a Paula Correa Rodríguez madre de Ezequiel Zamora, quien conjugaba en toda su personalidad la voluntad y la determinación, carácter propio de la #MujerVenezolana.

 

En 1847, cuando la oligarquía reclamó la muerte para Ezequiel Zamora, la voz ifirme y fuerte de Paula Correa se alzó para defender públicamente la vida de su hijo amado. En el tiempo que Zamora permaneció prisionero en Villa de Cura, Paula, fue un factor determinante para salvarle la vida con su presencia. Se le veía todos los días, vestida de negro, en constante protesta contra los verdugos de quien gritaba «horror a la oligarquía», ésta madre abnegada se trasladaba a la cárcel, al Tribunal, iba del cuartel a las oficinas del Estado Mayor, elevando protestas, gestionando diligencias, solicitando permisos para visitarlo y llevarle consuelo de madre. Su presencia facilitó la movilización popular en pro de la salvación de Zamora, ella convenció al abogado Manuel Díaz, para que actuara como su defensor; promovió las pruebas más eficaces ante el Tribunal, convenció a los testigos para que concurrieran a declarar a favor de Zamora. Escribía decenas de cartas que con la firma de hombres y mujeres del pueblo llegaban diariamente a las oficinas del Estado Mayor reclamando la vida y la libertad de Zamora.

 

Nacida en Choroní y bautizada en la iglesia matriz de la Villa de San Luís del Cura en 1780, hija de Don Juan Víctor Correa y Doña Bárbara Rodríguez, también oriunda de allí, sin embargo ya sus padres vivían en villa de cura para 1778, fue nieta de Don Domingo Correa, Dueño de hacienda cafetalera con tres mil árboles y otra de cacao en el sitio de las Torres a mediados del Siglo XVIII, se caso con Don José Alejandro Zamora y Pereyra y de esta Unión nacieron Carlota, Genoveva, Raquel, Antonio José, Gabriel, Ezequiel y Alejandro quien muere siendo apenas un niño, es en esta ciudad donde ejercería la enseñanza de las primeras luces, educando a los niños vecinos de la villa, en una pequeña escuela que ella misma regentó en el año de 1808 en la casa parroquial de la citada villa.

 

Al igual que su esposo se unió al proceso de la independencia incorporándose al bando republicano y participando de manera activa, ayudando en la organización de grupos de mujeres para apoyar la causa, como enfermeras, cocineras, consiguiendo pertrechos y en algunos casos armas y municiones para la tropa, por estas acciones republicanas serían perseguidos ella y su familia por los realistas.

 

Para el año de 1817 teniendo que refugiarse en la población de Cúa en casa de su cuñado Matheo Zamora Pereyra quien incluso les conseguirá Salvoconducto para Alejandro, ella y el resto de la familia, sin embargo persistirá en su participación republicana activa, esto hasta el año de 1821 cuando en la batalla de Carabobo muere su esposo Alejandro.

 

Nunca perdería su espíritu rebelde, que siempre la caracterizó, espíritu indomable de la mujer venezolana que es del tamaño de los problemas que se le presentan y que luego revelaría nuevamente durante los años de lucha en los que se vio envuelto su hijo Ezequiel.

 

Como madre luchadora traería a la capital del país a sus hijos en el año de 1825 en busca de mejores oportunidades de vida y de estudios para estos, con sus hijas ya casadas se dedicó a la educación de los varones, allí permanecerá residenciada hasta su fallecimiento en 1868.

 

Durante las revueltas agrarias acontecidas en venezuela entre 1846 a 1848 sus hijos y sobrinos se involucran en las acciones militares y de conflictos rebeldes, especialmente su hijo Ezequiel, el cual es capturado en 1847 y sometido a un juicio criminal, fuera de toda lógica y claridad, esto motiva en Paula el liderazgo de un movimiento de presión popular, por medio del cual logra que el presidente de la república, para entonces, Gral. José Tadeo Monagas, le conmute las sentencias a muchos de los reos, entre ellos, su hijo Ezequiel al cual se le cambia la pena de Muerte impuesta, por tan solo diez (10) años de presidio en el Castillo de la isla de San Carlos, situado en el lago de Maracaibo, provincia de Maracaibo.

 

Durante esta temporada de presidio se develaron varios intentos de asesinato que se fraguaron en contra de Ezequiel, esto estando en los calabozos de Maracay, no se sabe por órdenes de quien se realizan tales intentos pero si las manos ejecutoras, en este trance, sería Paula quien justamente pondrá al tanto de estos acontecimientos al mismísimo presidente de la República, Gral. José Tadeo Monagas.

 

Léase lo que sobre tan azarosa sospecha, expuso la señora madre de Zamora; y el decreto de la Corte Superior que recayó sobre la materia:

 

Excelentísimo señor Presidente de la República.

 

Paula Correa, viuda, legítima madre del desgraciado joven Ezequiel Zamora, llena de respeto y anegada en lágrimas, que expresan el dolor más fuerte de naturaleza, elevo hoy la triste y compasiva súplica al padre general de los venezolanos, el Supremo Poder Ejecutivo, cuya clemencia esmalta sus heroicas virtudes.

 

Existe Exmo. Señor, mi desventurado hijo en la cárcel de Maracay, casi privado de comunicación, arrastrando enormes y pesados grillos, que más que la seguridad contra la fuga, trabajan el tormento y el aniquilamiento de su vida.

 

En tan dura y desesperante situación, tres veces se ha atentado contra la existencia, empleándose aleves e insidiosos medios, de cuya prueba siempre sabe salvarse el asesino.

 

Primero, se fingió que una partida quería acometer en una noche al pueblo para sacarlo de la cárcel. En efecto se hizo correr la noticia, se alarmó el vecindario, y, en confianza, la más criminal, se solicitó del oficial de la guardia de la cárcel, a quien se reveló el plan, que con el pretexto de los confabulados en motín, se le quitase la vida en esa noche a mi hijo. Para persuadirlo, se le decía por el hombre más descarado y cruel, que tiene Venezuela, que era un servicio distinguido que se hacía a la República, matándose a Zamora, para que no se gastase más en custodiarlo, ni en su juicio. La virtud del oficial de la guardia salvó en tan horrible noche, la vida de mi hijo, pues se negó a la criminal maquinación de aquel hombre execrable.

 

En la vez segunda, un oficial aprovechando el momento, en que el de la guardia no se hallaba en la cárcel, entró a ella, y desnudando su espada se dirigió al calabozo donde estaba mi hijo. En el acto, quiso el cielo que entrase el oficial de guardia y sorprendido el asesino, no pudo consumar su crimen.
Frustrados estos medios, se echó mano, Señor Exmo. de otro más infame y aleve.

 

A pocos días se logró meter en la comida de mi hijo una hallaca con solimán. La casualidad de haber notado aquél, al dividirla con una cuchara, que ésta se había ennegrecido, lo salvó de la muerte.

 

En tan agovioso suplicio ha permanecido mi desgraciado hijo.

 

El 29 de agosto último se ha aparentado en Maracay grande alarma, suponiéndose, que varios amotinados en Tacasuruma invadiesen el pueblo. Guardias dobles, patrullas, quién vives, y un tren estudiado de temores agitaron la población. Mi hijo, esperaba de un momento a otro la pérdida de su vida, como fruto del aparato.

 

Temo señor, y con sobrada razón, aunque no puedo dar las pruebas de tan abominable y criminal historia, que un asesinato oportunamente perpetrado me quite la esperanza de la clemencia, y de la misericordia del Gobierno de mi patria, y de la humanidad del piadoso corazón de V . E.

 

El perverso, que asecha infatigablemente la vida de mi hijo se prepara a burlar la clemencia nacional, dejando a la anciana que suplica en el último desespero, que la arrojará al sepulcro.

 

Ya por estas razones, y por la de que la causa de mi hijo será hoy sentenciada en 2a Instancia y se aproxima su término. Y más que todo porque en las escaseces del Erario, no hay con qué sostener la guarnición que custodia la cárcel de Maracay, y porque a ser lícito el temor y el alarma en que se halla aquella villa, no está seguro mi hijo, y según se aparenta está expuesto al asalto de los facciosos. Suplico entrañable y humildemente a V.E. se sirva mandar se traslade inmediatamente a esta cárcel pública, que ofrece más seguridades con la correspondiente custodia, la persona de Ezequiel Zamora; ¡que sea, Exmo. Señor; la ley, y la justicia, y no otro crimen más feo, los vengadores de los errores de mi joven hijo!

 

Caracas: Septiembre 4 de 1847.

Exmo. Señor.

 

Paula Correa

 

En vista de no recibir respuesta oportuna, Paula, Nuevamente dirige correspondencia al presidente Monagas en los términos siguientes:

 

Exmo. Señor Presidente de la República.

 

Paula Correa. viuda y legítima madre del joven Ezequiel Zamora, con el alto respeto que debo a V.E. represento.

 

En la semana próxima anterior por las razones entonces expuestas, supliqué a V.E. se dignase acordar la translación de mi expresado hijo de la cárcel de Maracay a la de esta Capital, cuya custodia, además de ser más segura, deba garantía a la vida de aquel desgraciado venezolano, mientras que la justicia pública, y la clemencia del Gobierno decretasen definitivamente sobre la suerte del procesado.

 

Ahora, Señor Exmo, agrego otra razón poderosa y sostenida por el daño de naturaleza y por las leyes del Estado; y lo hago en virtud de cartas y súplicas, que últimamente he recibido de mi hijo Ezequiel.

 

Este en persona, quiere y desea, como uno de los medios más valiosos de su defensa, obra tan amparada, aun por los mayores tiranos y de la tierra, exponer ante el Tribunal Supremo, que va a juzgarlo en última instancia, hechos importantes, circunstancias, que nadie puede explicar, como el mismo acusado, que cuenta ya con la incomparable desgracia de dos sentencias de muerte. Quiere mi desventurado hijo, que lo oiga S.E. la Corte Suprema; y de esta audiencia espera la vida.

 

El mismo Dios, oyó a Caín, no obstante de estar en su presencia el cadáver palpitante y el fratricidio de Abel.

 

Ante el Areópago, una de las maravillas del mundo judicial, ante aquellos doce ancianos, reputados como divinos.

 

Ante el Senado de Roma, que era una asamblea de Reyes, en el concepto de los embajadores de Pirro.

 

Y ante las Audiencias Españolas, que representaban la majestad del Monarca, comparecían, y tuvieron el derecho de ser oídos los ciudadanos acusados por delito de muerte.

 

Quiere nuestra Constitución que el ciudadano sea oído, antes de ser condenado.

 

Dígnese, pues, V.E. padre general de los venezolanos también para que sea oído mi hijo, acordar inmediatamente su traslación a esta cárcel.

 

Caracas, septiembre 10 de 1847.

 

Paula Correa

 

Narra el escritor venezolano Federico Brito Figueroa, el momento en que Ezequiel Zamora es trasladado de La Villa de San Luís de Cura a Maracay, en Mayo del 1847 y describe una escena desgarradora protagonizada por su madre Paula Correa, donde se esboza el temple de esta valiente mujer, una vez más, ante la canalla oligarca de la época, siendo Ezequiel torturado y maniatado de todas las formas posibles es arrastrado por la calle por un burro al cual es atado, lo narrado por el autor es del tenor siguiente:

 

La madre de Zamora, ahí estuvo, (físicamente destruida, envejecida por la tortura de saber que el hijo se debatía entre la vida y la muerte en manos de sus verdugos, los verdugos del pueblo) moralmente altiva refutaba los agravios, agrediendo verbalmente al comandante Juan Pereira para que le permitiera colocar un sombrero en la cabeza del hijo amado y como aquel energúmeno no se lo permitió, corrió detrás del escolta, no menos de una milla, hasta lograr su objetivo entregando al prisionero un modesto sombrero de cogoyo.

 

Esto describe la presencia de Paula siempre atenta a los acontecimientos que rodearon la vida de sus hijos, incluso participando de estos, de tal actividad incluso se llegara a sospechar de su participación como autora intelectual de la fuga de Ezequiel Zamora de la cárcel de Maracay acaecida el 22 de noviembre de 1847.

 

Después de la muerte de su hijo Ezequiel continuaría su lucha por reivindicar el nombre de su hijo y el de su familia buscando incluso el reconocimiento de su esposo como ilustre prócer de la independencia de Venezuela y el de su hijo como líder máximo del proceso federal venezolano.

 

Apéndice

 

Ezequiel Zamora fue capturado en la noche del 25 de marzo al pie del cerro Juana Caliente, en las cercanías del río Palambre, jurisdicción de San Francisco de Tiznados. Luego de esto, fue conducido a Villa de Cura, donde se le abrió juicio el 4 de abril y fue condenado a muerte el 27 de julio.

 

(Por: Nota: Inair Manzur /Iván López)

 

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