Tras el fallido intento de golpe de Estado en Venezuela, el presidente de Colombia, Iván Duque, recurre a nuevas acusaciones para aumentar presiones a Caracas.

 

La derrota de la operación del 23 de febrero de 2019 que pretendía violar la soberanía venezolana, la imposibilidad de sumar la Fuerza Armada Nacional Bolivariana a sus planes y el fracaso de los falsos positivos construidos hasta ahora para justificar el involucramiento de Colombia en la primera guerra entre países de la región del siglo XXI, llevan ahora a Iván Duque a acusar al gobierno bolivariano de proteger al ELN, en un intento desesperado por cumplir una de las dos tareas que se le han asignado dentro del gobierno uribista: cerrar los caminos a la de paz de Colombia y agredir a Venezuela.

 

ELN, una organización guerrillera que se acerca a sus 55 años

 

El Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), nacen en 1964 mientras Raúl Leoni ocupaba la presidencia de Venezuela. Ni siquiera las más tendenciosas versiones de la historia, mencionan alguna posibilidad de que el gobierno de Leoni haya estado detrás de su fundación, como tampoco ningún grupo político de la izquierda venezolana, ya que todos los existentes para ese momento eran menos numerosos que los movimientos que dieron origen a las guerrillas colombianas durante la última mitad del siglo XX.

 

Después de que el secretariado de las FARC-EP firmara los acuerdos de paz, y con ello se desmovilizara la mayor parte de su tropa, el ELN se convirtió en el más grande y antiguo grupo guerrillero de Colombia y el continente. El nuevo gobierno uribista de Duque, desconociendo que quien firmaba los acuerdos con FARC y mantenía los compromisos que posibilitaban la mesa de diálogo con el ELN no era el gobierno de Santos sino el estado colombiano todo, decidió incumplir e intentar modificar los acuerdos y se levantó de la mesa de diálogo, es decir, echó por tierra toda posibilidad cercana de lograr una salida política negociada al conflicto social armado.  

 

En tanto el verdadero poder de la Casa de Nariño ante las instituciones y los poderes fácticos, lo ejerce Álvaro Uribe Vélez, el presidente Duque, se limita a sus tareas. Por esto, se ha negado también a dialogar con las comunidades organizadas, los movimientos estudiantiles, los sindicatos, la minga indígena y en general, ha hecho de la represión la única respuesta inmediata a cualquier reclamo popular. Mientras tanto, paramilitares y fuerza pública, son los responsables de un nuevo genocidio contra líderes y lideresas sociales que han sido asesinados de manera sistemática en los últimos cinco años en razón de su enfrentamiento al latifundio, los proyectos económicos trasnacionales y por  supuesto, al narcotráfico.

 

La realidad salta a la vista, en Colombia no hay paz, ni posconflicto y está al borde de una crisis humanitaria. En más de cinco décadas de confrontación, el gobierno colombiano y su fuerza pública, no han logrado derrotar militarmente al ELN ni siquiera con el apoyo de las fuerzas paramilitares o el concurso de las instituciones militares de los EE.UU. que poseen más de 16 instalaciones de distinto tipo en el país. Por el contrario, en más de una ocasión el estado se ha visto obligado a negociar. Hasta ahora, el ELN ha sostenido diálogos con cinco presidentes y siete gobiernos de Colombia. En los primeros diálogos se contó con el apoyo de Carlos Andrés Pérez, dirigente del partido social demócrata Acción Democrática, que se encontraba en su segundo mandato como presidente de la entonces República de Venezuela y posteriormente con el apoyo de los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, cuyo interés en la paz de Colombia sí ha sido evidente.

 

La proyección psicológica del gobierno uribista

 

El gobierno colombiano se niega a asumir que todo el estado está en jaque por la penetración del narcotráfico y sus negocios asociados, dentro de sus instituciones. La producción de cocaína y la siembra de coca, tienen un aumento constante en Colombia y según el mismo Donald Trump, nunca habían sido tan altas como desde que ocupó la presidencia Iván Duque. Pero el gobierno uribista insiste en atribuir al gobierno bolivariano, la condición de “narcogobierno” que en realidad le corresponde a él mismo, y ahora lo culpa de su propia incapacidad de derrotar militarmente a las guerrillas durante más de medio siglo de guerra.

 

La caricatura del presidente Maduro que han construido las corporaciones mediáticas y las vocerías del gobierno colombiano como un tonto sin apoyo popular que sólo se mantiene en la presidencia por el apoyo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, se contrapone a la del hombre que acusan de estar detrás de todas las luchas del pueblo colombianoy ahora, hasta de sostener a una organización guerrillera que nació cuando él tenía sólo un año de edad y desde entonces se ha mantenido activa ininterrumpidamente.

 

Lo que parece una proyección psicológica típica, es en realidad un nuevo intento por generar un falso positivo -tal como lo denunciara el canciller venezolano-, pero para tener éxito necesitan borrar la historia.

 

De Irán a Venezuela

 

Hace pocos días Donald Trump anunció que Estados Unidos declararía a la Guardia Revolucionaria de Irán, como “organización terrorista extranjera”. Siendo esta fuerza militar la institución de una república independiente, reconocida por las Naciones Unidas, esta medida no tiene antecedentes y siembra un muy mal precedente en tanto es una violación al derecho internacional y las más elementales normas diplomáticas.

 

El ELN por su parte, está incluido hace muchos años en dicha lista de organizaciones terroristas extranjeras designadas por EE.UU., por lo que no es descabellado suponer, que además del argumento para justificar el involucramiento de Colombia en una guerra internacional, otro peligroso objetivo de este intento de vincular al gobierno bolivariano con la organización guerrillera colombiana, podría ser terminar por declarar a la FANB como organización terrorista extranjera, dado que no han logrado cooptarla, dividirla ni derrotarla. Con esta medida el gobierno estadounidense podría justificar ante su propia opinión pública, la intervención militar directa en Venezuela como ya lo ha hecho en medio oriente, con la excusa de lucha contra el terrorismo. La manipulación de categorías como “Refugio” y “Terrorismo”, forman parte del mismo plan.

 

Si el consenso interno se lograra o si la presión de los Estados Unidos lo forzara, sería esperable que antes de agosto del 2019 Colombia sume a su terrible historial de guerras, una costosa y complicada agresión militar a Venezuela, dirigida por los Estados Unidos que ha decido acabar con todo vestigio de multilateralismo y desconocer el derecho internacional para recuperar su hegemonía y consolidar su supremacía.

 

Si bien es importante desmentir las falsas matrices de opinión e investigar a las organizaciones no gubernamentales que sustentan estas matrices de opinión con pseudo investigaciones -incluso algunas vinculadas a sectores que se autodenominan de izquierda-, Venezuela debe continuar preparándose para responder en otros ámbitos porque las mentiras seguirán saliendo de los laboratorios sin cesar y serán tan diversas como lo requiera la táctica, lo que se mantiene y no ha cambiado mucho en los últimos dos siglos son los objetivos estratégicos de los Estados Unidos sobre la región y el mundo.

 

(María Fernanda Barreto / HispanTV)