Ni los golpes de Estado ni las guarimbas ni la abstención han funcionado como fórmula contra los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Las únicas victorias opositoras ha sido cuando ha tomado la ruta democrática. Esta es la convicción del dirigente Claudio Fermín, uno de los pocos que se atreve a disentir públicamente de la línea insurreccional que hoy controla al antichavismo.

 

Fermín, exalcalde de Caracas, excandidato presidencial, exconstituyente (de 1999) y exjefe de campaña del candidato presidencial de 2018 Henri Falcón, conversó con LaIguana.TV acerca de los más recientes acontecimientos políticos, pero puestos en la perspectivas de 20 años de posturas adversas a la Revolución Bolivariana.

 

A continuación, una versión del diálogo que sostuvo con el periodista Clodovaldo Hernández: 

 

-¿Cómo queda el país política y, sobre todo, la oposición, luego de los sucesos del 30 de abril?

 

-En Venezuela, lamentablemente es recurrente que ocurran episodios políticos, económicos, administrativos, que no se analizan. Vamos pasando de un puente a otro, una noticia tapa otra.  Por eso saludo que comencemos esta conversación revisando lo que ocurrió ese día. Fue un hecho extraño porque hubo una rebelión de unos oficiales, no sé al fin cuántos fueron, hubo un alzamiento porque manifestarse públicamente contra los mandos militares, contra la autoridad es eso, un alzamiento, un intento de deponer las autoridades. Cualquier método no establecido en la Constitución que se use para deponer a la autoridad constituida es, desde el punto de vista jurídico formal, un golpe de Estado. No se trata solo del Poder Ejecutivo, en este caso Nicolás Maduro, sino también el Poder Legislativo. Por ejemplo, declarar a la Asamblea Nacional en desacato, con una decisión traída por los moños, es un golpe de Estado. Y esto de intentar deponer a Maduro por una vía no electoral (que es la única prevista en la Constitución) es, en mi opinión, un golpe de Estado. Sin embargo, qué curioso, he leído por las redes y en artículos de prensa una especie de debate conceptual de clarificación sobre si esto fue un golpe de Estado, si fue una megaguarimba, una rebelión, un alzamiento. Hay cierto deleite en las formas cuando el fondo de la materia es que se buscaba deponer un gobierno.  Por eso lo primero que se debe evaluar es si esto funcionó o no. Lo cierto es que no funcionó porque Nicolás Maduro sigue al frente del Poder Ejecutivo. No funcionó de la misma manera que no funcionaron las guarimbas de 2014, el movimiento llamado la Salida; como no funcionó la abstención en 2018; ni la tesis del abandono del cargo; como no ha funcionado ninguna de las acciones empujadas por la inmediatez, que trata de dar una respuesta pronta al descontento y tratando de capitalizarlo. Son propuestas improvisadas pero que ganan popularidad. Así que mi primer mensaje a quienes celebraron este asunto es que si uno está comprometido de verdad con el cambio lo primero que debe hacer es no jugar con el cambio. El cambio es una cosa seria. No debemos jugar con la expectativa de la gente, que está muy desconcertada, muy contrariada. A quienes han estado detrás de la abstención, detrás de las guarimbas, detrás de una declaración fantasiosa de abandono del cargo y detrás de esta rebelión del 30 de mayo, yo los invito a que hagan una evaluación seria. Estoy en desacuerdo con todas esas formas, pero no estoy en este momento acusando a nadie, sino planteando que se pregunten si se resultó o no.  Por otra parte, invito también a Nicolás Maduro y al comando del PSUV, el alto gobierno, a que evalúen también lo ocurrido. Esos muchachos que estuvieron allí, los sargentos, los soldados, los oficiales, ¿hicieron eso por ociosidad, porque no tenían más nada que hacer o porque estaban francos, tenían el día libre? Se les puede etiquetar de traidores. Esa es una manera propagandística y política de decirlo, pero cuando un oficial se arriesga a perder su carrera, ¿qué hay detrás? ¿No será que también allí hay descontento, hambre, deseos de cambio? Sé que este consejo no lo van a tomar ni los unos ni los otros, pero lo racional sería evaluar la eficiencia de esos actos. A mí siempre me ha llamado la atención que el terreno donde la oposición es más fuerte, que es el terreno de la consulta al descontento, es precisamente el que el cogollo de esta oposición no quiere pisar. Promueven la abstención, renuncian al voto cuando es en el voto donde está la fuerza de la ciudadanía y, en cambio, optan por la fuerza, que es donde está el escudo del gobierno. Es una escogencia absurda del terreno más inconveniente. En el caso de Maduro, debería preguntarse por qué el sector más virulento, el de lenguaje más agresivo de la oposición, logró entenderse con un sector del Ejército o de las Fuerzas Armadas. ¿No se da cuenta usted de que el descontento no es una propaganda opositora, sino que la cosa está realmente mal? Invito a que todos pongan los pies sobre la tierra a ver si logramos enderezar el rumbo de un país tan maltrecho.

 

-Desde hace muchos años pareciera que el bloque democrático de la oposición se queda a la expectativa, no se pronuncia, cuando el bloque radical, el ala pirómana, toma el control. Cuando uno ve a Edgar Zambrano o a Henry Ramos Allup en Altamira no puede evitar pensar en que  están como cazagüires, esperando a ver si le cae una pelota de oportunidad para hacer un gol. ¿Cómo lo ves tú?

 

-Qué bueno que haces esa pregunta porque a veces se tiene la idea de que solo uno percibe así las cosas. Te acompaño en esa percepción. En el movimiento que hemos conformado a nivel nacional, llamado Soluciones para Venezuela creemos en el voto. Recogimos las firmas para validarnos como partido político. Conocemos las dificultades que hay alrededor del voto, pero creemos en él. No creemos en la descalificación del contrario ni en la violencia ni en la improvisación. Somos una gente aburridamente demócrata, y lo digo porque en momentos de desesperación, la democracia no tiene esa narrativa épica, ese colorido, es heroísmo del bueno contra el malo, de exterminar al contrario. Estos son discursos que dan mucho provecho.  Hemos estado en coincidencia con el Movimiento al Socialismo, Cambiemos, De Frente con Venezuela. Estuvimos muy coincidentes con Avanzada Progresista, aunque ahora tenemos algunas diferencias. Hemos estado coincidiendo con Copei. Formamos parte de esa Venezuela que es de oposición pero que no quiere violencia. En Soluciones para Venezuela percibimos un poco eso que tú llamas “el cazagüire”. Veamos el caso de Guaidó, quien posiblemente sea el político más popular del país. Hace un mes lo era, hoy digo “posiblemente”, pero creo que lo sigue siendo, pero esa popularidad tiene que ver con la oferta inmediata, sin pretender quitarle nada a sus atributos individuales. El discurso de “vamos a salir de esto mañana” produce muchos aplausos. Si por la puerta del estudio de LaIguana.TV entra alguien y dice que vamos a cambiar el gobierno en las próximas elecciones, dentro de cinco años, seguramente después llegará otro y dirá que eso es mucho tiempo, que hay que cambiarlo en un referendo, dentro de dos años. Pero viene uno más avispado y dice “¿dentro de dos años? ¡Como se ve que no pasas hambre que no tienes necesidades… vamos a cambiarlo mañana!”. Bueno, ese que dice mañana es el que se lleva los aplausos porque juega mejor la partida de capitalizar el descontento, pero es el que está mintiendo porque no hay un procedimiento para salir de esto mañana.  Entonces, yo percibo eso: una dosis de oportunismo, en el buen sentido, gente que no quiere quedarse fuera de la jugada, dirigentes que quieren ser tomados en cuenta por el nuevo gobierno, entre comillas. Percibo también mucho temor al qué dirán. La coerción social tiene mucho peso. Mucha gente no fue a votar el 20 de mayo del año pasado porque se exponía a que en su propia familia lo llamaran colaboracionista. Esa presión que ejerce el medio, nuestros amigos, nuestra familia sobre nosotros es mucho más fuerte que cualquier ley, que cualquier cuerpo policial. Yo viví la experiencia de gente a quien iba a tocarle la puerta para invitarlos a votar el 20 de mayo…Me encontré un señor que me dijo, con mucho afecto, pero muy duro “Claudio, respete que yo soy un hombre honesto, yo no voy a votar”. Es decir, que le dieron un tinte moralista al asunto, de manera que todo el que fuera a votar era un delincuente, un vendido, un inmoral. Entonces sí, ha habido oportunismo, temor al qué dirán, a la coerción social y creo que también ha habido gente que no son demócratas, aunque sean de oposición. Gente que creen que el voto, la violencia o el golpe de Estado son meras herramientas, que no importa cuál sea la vía porque el fin justifica los medios. Para un demócrata, el fin es la convivencia, es la cooperación, es la integración, es dirimir nuestros asuntos de manera pacífica. Ahora, si a una persona le da vergüenza convivir con otros, ser tolerante, si se siente débil porque cree en el respeto al otro, lo que tiene que hacer es revisar su condición de demócrata. En estos 20 años he observado una conducta autoritaria en la que la Constitución y las leyes han sido sustituidas por la discrecionalidad administrativa: el presidente de turno, el ministro de turno, el presidente de Pdvsa o el superintendente de Seniat  elaboran sus propias normas, bajo la premisa de que eso es en beneficio del país. Es un ejercicio autoritario del que hay muchas pruebas, del que pueden hablar los disidentes del chavismo. Pero he observado también otros mecanismos de autoritarismo en la oposición, como campañas sucias, de descalificación, a quien no esté de acuerdo con la opinión del cogollo. En mi caso ha sido una cosa muy particular porque tengo 20 años haciendo labor de oposición, de acuerdo a como entiendo que debe hacerse. Me he opuesto a las políticas económicas, a la manera como se ha resquebrajado la institucionalidad del país, a eso que llaman la lucha de clases a lo venezolano, que consiste en perseguir a los sindicatos, a los partidos, a los medios, a los gremios, a las personalidades disidentes. Por eso soy de oposición. Pero me ha tocado también oponerme al cogollo de la oposición porque estuve en abierto desacuerdo con la plaza Altamira, con el paro petrolero, con el Carmonazo, con la abstención, con la declaración de abandono del cargo, con esto del 30 de abril. No voy a decir que sea una perspectiva privilegiada, ni me voy a martirizar por tenerla, simplemente que me ha permitido ver valores extraordinarios. Conozco gente extraordinaria en el PSUV, en AD, en Primero Justicia, en el Partido Comunista, en el PPT, en el MAS, en Soluciones para Venezuela. Al mismo tiempo he podido observar falencias, hacer críticas, protestar por cosas con las que estamos en desacuerdo. Eso es importante para todos los venezolanos que queremos cambio, que no somos solo los de la oposición. Las encuestas revelan que el 80 o el 85% del país quiere cambio. Eso no es, por decirlo de una manera gráfica, un rebaño de los partidos de oposición. Es Venezuela. Hasta el PSUV está haciendo unas jornadas para proponerle a Maduro un proceso de rectificación. Esa es una manera elegante de reclamar cambios. Por más que lo maquillen, por más que vistan esas propuestas de rectificación en un lenguaje políticamente correcto, en el fondo es un reclamo de cambio que viene desde las mismas bases del chavismo. El mismo chavismo ha inventado ahora esta categoría del madurismo, para no dejar de ser chavistas, que es su seguimiento al liderazgo original, al planteamiento de ruptura de Chávez, hablan del “gobierno madurista”. Eso revela que el país quiere cambio. Ese país necesita un mínimo de sentido común. Esos comandos chavistas tienen, con humildad, que aceptar que ha habido un mar de equivocaciones y rectificar. Y ese océano de gente de oposición  que ha venido reclamando cambios no puede descalificar a ninguno que se haya incorporado ahora. Lo importante es logar la coincidencia. Es absurdo protestar por el encuentro. Yo lo celebro porque creo que mediante el entendimiento y el diálogo podemos encontrar un camino de bienestar para el país. Si te encuentras un interlocutor que coincide contigo por qué te vas a poner de luto. Parece que alguna gente les prende velas a los santos para que nunca los escuchen y así tener la razón en sus acusaciones de intolerancia. Esto nos lleva a una reflexión sobre la polarización extrema que ha secuestrado el debate, lo ha anestesiado, ha puesto a los activistas políticos en posiciones de solidaridad automática. Aquí  hay chavistas que están en desacuerdo con lo que dice el comando del PSUV en tal o cual momento, pero dicen que por disciplina tienen que repetirlo. Y hay gente de oposición que están en absoluto desacuerdo con cosas que hacen en la Mesa de la Unidad, ahora vestida de Frente Amplio, pero dicen que es mejor no discrepar. Me he encontrado con gente que me dice: “Fermín, lo que tú dices es verdad… ¡pero no lo digas!”. Y cómo no voy a decirlo si es verdad. Es una jungla, una torre de Babel en la que se ha convertido el debate político en Venezuela. Hay gente que tiene vergüenza de acercarse a otros venezolanos y darse las manos. Tenemos que acabar con eso.

 

-¿Qué peso tienen los dictámenes de Estados Unidos en la conducta de la dirigencia opositora? Lo pregunto porque eso explicaría por qué la oposición moderada termina sumándose a las acciones de la oposición radical.

 

-Comienzo por analizar lo de la oposición moderada. En este país de Boves, del Catire Páez, de Betancourt contra Gómez, de Chávez y el golpe de Estado de 1992, en un país de guapos, hablar de moderados quizá no sea una alabanza, un piropo. La gente juega mucho al maniqueísmo: todo o nada. Por eso la polarización ha tenido tanto éxito. Yo estoy comprometido con el cambio, lucho por el cambio, modestamente, poniendo un grano de arena. Me gustaría ver un gobierno de unidad, de entendimiento. Me gustaría ver al país reconciliado. Alguna gente dirá “qué moderado es Claudio”, pero resulta que ese es el cambio radical porque si mañana, los del nuevo gobierno, los que eran perseguidos, se convierten en perseguidores, no habrá habido ningún cambio. Yo he escuchado a gente de la MUD, ahora Frente Amplio, decir “no al diálogo”… Bueno, pues eso es lo que hemos venido protestando de Maduro, que no dialoga en absoluto con el país de carne y hueso, sino con sus seguidores nada más, y si alguien tiene una opinión distinta, lo llama oligarca, vendepatria, escuálido, lo adjetiva de manera denigrante. Para mí el verdadero cambio es el entendimiento, la reconciliación, que mañana no tengamos presos políticos ni cierren a ningún medio por entrevistar a Pedro Pérez o a María Solórzano. Por otro lado, haciendo una digresión, la política se ha vuelto soez. Hay gente que se deleita diciendo groserías públicamente, o que cree que dio un gran golpe publicitario profiriendo insolencias, maltratando a los demás, y los suyos los aplauden, les dicen “¡te la comiste!”, y a eso se le considera radical. Yo creo que eso no es más que vulgaridad. No tengo vocación de terceras vías, solo estamos diciendo la verdad frente a tanta agresión, persecución y represión, lo contrario de eso es la convivencia y el respeto, no la venganza. Entonces, quienes están proponiendo venganza no son radicales sino, en el fondo, el continuismo de la misma acción, en otro traje, en otro rostro. En cuanto al tema de la influencia externa, sería una ingenuidad hacerles críticas a los cubanos porque tienen ya 17 años llevándose sin pagar, ¡sin pagar!, 80 mil barriles de petróleo cada día. Bueno, como dice el dicho, todos los días sale un bobo a la calle y el que se lo encuentre, es de él. Ellos están defendiendo sus intereses, nosotros no estamos defendiendo los nuestros. Que los rusos están interesados en el petróleo venezolano… ¿qué tiene eso de extraño? También lo están los gringos, los italianos, los franceses, los bielorrusos, los colombianos, los chinos. Todos los países del mundo, y los gringos en primera línea, están interesados en nuestras riquezas. Eso no tiene nada de extraño. Lo que sí es extraño es que nosotros no tengamos un país unido para defenderlas y para fijar los términos de intercambio con los que están interesados en nuestras riquezas. De eso se tratan las relaciones internacionales. No es que nos vamos a conseguir a una gente cándida que va a venir de benefactores a ayudarnos. Los países tienen intereses y nosotros deberíamos defender los nuestros. Lo que no es lícito, lo que yo protesto es que nosotros pongamos nuestro país en subasta para buscar aliados políticos. Eso es lo que está ocurriendo hoy con los Estados Unidos de América, con Rusia y ha ocurrido con Cuba y con China. Yo llamo a no sorprendernos frente a la voracidad extranjera. No. Sorpréndamonos frente a nuestra indefensión, frente al hecho de que aquí haya venezolanos que prefieren ser aliados de EEUU o de Rusia o de Cuba o de China o de Colombia antes que entenderse el uno al otro porque uno es opositor y el otro es gobierno. Es absurdo. Yo no tengo vergüenza de entenderme con ningún venezolano. Pero la polarización y el dogmatismo nos ha llevado a eso. Aquí hay chavistas que creen que a Venezuela le iría mejor si la oposición no existiera. Y hay opositores que creen que al país le iría mejor si el chavismo no existiera. Pues ambos están fuera de la realidad porque existimos todos. ¿No seremos capaces de buscar un mínimo de acuerdo o es más digno ser subalterno de una potencia extranjera que nos brinde custodia? Esa es la desnaturalización del sentido de la nación. Ahora, volviendo al origen de tu pregunta, este gobierno de Donald Trump se entiende mucho con  Rusia. Mientras acá creemos que están muy peleados, en EEUU investigan a Trump por sus nexos con Rusia. Trump habla más con Putin que con Guaidó, y Putin habla más con Trump que con Arreaza. Que lo vayan sabiendo los dos para que se bajen de esa nube. Sí hay intereses evidentes, y lo que tenemos que hacer los venezolanos es retomar la brújula. Tratemos de promover un proceso de aproximación, de entendimiento. ¿Por qué uno busca entenderse? Porque está en desacuerdo. Si tenemos cien cosas que nos separan, busquemos seis o siete prioritarias para que echemos al país hacia adelante: Cómo vamos a defender al Esequibo; cómo vamos a recuperar Pdvsa; cómo vamos a recuperar la convivencia y a acabar con la represión; cómo vamos a recuperar la autonomía nacional. Eso no es imposible, pero debe hacerse con otro liderazgo, con una gente que ponga esos temas como prioritarios.

 

A veces el liderazgo de la oposición emite mensajes confusos, encontrados, aparentemente contradictorios. En tu caso, me refiero a que a finales de 2017 y comienzos de 2018, aparecías como precandidato presidencial. De pronto retiraste la precandidatura y eso reforzó el mensaje de que no había confianza en el proceso electoral presidencial, que era a postura del cogollo opositor. Sin embargo, terminas siendo el jefe del comando de campaña de Henri Falcón. ¿Por qué no seguiste siendo precandidato y por qué luego aceptaste ser jefe del comando de Falcón?

 

-Varios estados y movimientos comunitarios  de barrios y caseríos, los que ahora se llaman Soluciones para Venezuela, comenzaron a proponer mi candidatura. Nosotros planteábamos una elección de base, que no fuera una imposición. Al final, la precandidatura no prosperó porque no hubo primarias. Se habló del consenso, que es un eufemismo para decir cogollo, y luego vino algo insólito: se fueron dando unas relaciones entre AD y Voluntad Popular, que hasta se declaró socialdemócrata. Eso hizo que Henry Ramos Allup, que  era partidario de elecciones de base, se fuera pasando a la idea del consenso, tal vez pensando en que VP podía apoyarlo. Otros  planteaban sus candidaturas, como Andrés Velásquez y hasta Juan Pablo Guanipa, que era precandidato luego de haber ganado las elecciones en Zulia y no tomar posesión. Capriles mismo, que ya tenía un liderazgo nacional. Al final, el consenso empezó a armarse entre quienes tenían diputados en la Asamblea Nacional o tenían una tarjeta de partido. Ahora, mi precandidatura se retira porque cuando se anunciaron las elecciones presidenciales, tanto Nicolás Maduro como Diosdado Cabello, al unísono, propusieron que conjuntamente con la elección presidencial se celebraran elecciones para la Asamblea Nacional. Incluso, presentaron la propuesta  al Consejo Nacional Electoral, y la doctora Lucena la recibió. Era una manera abrupta de extinguir a una AN que había sido declarada en desacato y a la que le quedaba todavía más de la mitad de su período vigente. Frente a eso levanté mi voz y dije que si existía cualquier posibilidad de ser candidato, yo me retiraba porque mi candidatura presidencial no iba a estar al servicio de una operación encubierta para eliminar la AN. Curiosamente, no digo que haya sido por eso, a los diez o quince días, el gobierno retiró la propuesta de la elección conjunta, que en efecto no se hizo, pero ya hubiese sido muy poco serio de mi parte que dijese que ahora regreso. Después de eso vino una oferta, que a mí me sorprendió, por parte de Falcón. Tuvo conmigo una cortesía, fue muy generoso porque en ese momento no tenía partido ni tarjeta ni tengo vínculos con sectores  de financiamiento ni de medios. Me dijo que mi presencia podía ayudar a convocar a gente en las bases, en algunos barrios, en algunos pueblos, y yo le correspondí porque siento que la única salida es el voto, la única vía es la democrática y jamás podré entender cómo en un momento en que no la oposición solamente, sino el país quería cambio, quería salir a votar por un cambio democrático, los comandos políticos se pararon en las esquinas a pedirle a le gente que no votara. Allí están los resultados: usted no votó y Maduro no salió. Usted salió a trancar calles, a hacer guarimbas, y Maduro no salió. Usted salió a celebrar el alzamiento de unos oficiales el 30 de abril, pero Maduro no salió. La abstención no funcionó, la violencia no funcionó, la rebelión tampoco. El único terreno democrático, y el único en el que podemos ser eficientes es el de la consulta popular. Mientras tanto, el terreno más difícil, el de la fuerza, es el que un comando de la oposición escoge. Es el mundo al revés.

 

-Como jefe del comando de campaña de Henri Falcón, ¿puedes decir responsablemente que en esas elecciones hubo fraude?

 

-Nosotros protestamos el voto asistido. Sabemos que nació como una gran reivindicación porque era un absurdo que una persona impedida de la vista o de las manos, por esa limitante, perdiera sus derechos políticos. Luego lo prostituyeron, se contaminó con esa viveza que es prima hermana de la corrupción, porque gente entera, de 35 o 40 años, que no tenían ni gripe, tuvieron que aceptar que un verdugo los asistiera para ver si estaban votando por el gobierno. Protestamos también ante el Tribunal Supremo, aunque ni siquiera admitieron el recurso, los puntos rojos o puntos  tricolor porque son métodos de coerción, de chantaje. Usted no  recibe tal programa social si no muestra su carnet de la Patria, si no lo controlo, si no deja constancia  de que votó. Es una inmoralidad, una perversión. Con el voto asistido y el punto rojo se pierde el secreto del voto, que es el garante  de que el ciudadano se va a expresar a plenitud. Entonces, puedo decir sin dudas que hubo irregularidades, claro que sí, pero Falcón, que fue quien llegó de segundo, no perdió por 50 mil votos, ni como (Gonzalo) Barrios con (Rafael) Caldera, por 28 mil votos, no perdió por 200 o 300 mil. Perdió por millones de votos. Tenemos que seguir luchando por las mejores garantías electorales, pero no estoy de acuerdo con un planteamiento sumamente torpe, que logra lo contrario de lo que se propone, que consiste en decir que hasta que no me den todas las garantías electorales, no votamos. Es una gran contradicción porque las garantías electorales se reclaman para proteger al voto. Pero con esa actitud, los reclamantes de esas garantías electorales no son capaces de proteger ni siquiera su propio voto, porque lo dejan archivado en su casa o tirado en el hombrillo. Usted tiene que votar y seguir reclamando. Vale acá un ejemplo histórico: la generación extraordinaria que luchó por el voto directo y para a mujer, los jóvenes y los analfabetas, una vez que murió el general Gómez, reclamó eso que ahora, en lenguaje almidonado, se llama garantías electorales. En los diez años del posgomecismo, de Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, hubo elecciones municipales, y estos líderes se postularon. No dijeron “solo me postularé cuando nos den el voto para la mujer y los analfabetas”. Entendieron que la lucha era continua. En Soluciones para Venezuela no hemos dejado de luchar por mejores garantías electorales, pero no estamos de acuerdo con ese planteamiento erróneo de no votar, una especie de huelga electoral que le hace daño a la oposición, que ha sido una de las herramientas secretas del continuismo. La abstención ha permitido que no se exprese lo que la gente quería, que era el cambio. Ahora, ¿podemos pedirle al gobierno que proteste la abstención? Si es que la abstención obra en su beneficio. Entonces, sí hubo irregularidades, hay que combatirlas, pero no creo que hayan sido la causa del triunfo de Maduro. La causa fue la abstención. Creo que Maduro debe tener en su mesa de noche algún símbolo abstencionista y lo debe aplaudir todas las noches porque gracias a la abstención él sigue de presidente. Y, por cierto, Guaidó, Ramos, Borges, para nombrar tres líderes muy importantes, están de diputados a la AN y lo están porque fuimos a votar, con el mismo Consejo Electoral. No estoy diciendo que ese consejo debe ser perpetuo, hay que cambiarlo porque está sesgado, porque hay rectoras que tienen el período vencido, porque creemos que ya no inspira la confianza que debe inspirar para promover la participación de los ciudadanos… pero deben ser sinceros. Ellos fueron electos con esas mismas autoridades, con la diferencia de que cuando ellos eran candidatos llamaron a votar a todo el mundo. Pero como el candidato de 2018 era un campesinito de Nirgua, llamaron a la abstención. Yo me pregunto qué hubiese pasado si el candidato hubiese sido Capriles otra vez o si hubiese sido Lorenzo Mendoza, que estaba muy bien en las encuestas. ¿Hubiesen llamado a la abstención o allí hay otros componentes clasistas o de política interna que no estoy al tanto porque nunca he ido a ninguna reunión ni de a MUD ni de la Coordinadora? Tengo la impresión de que hubo cierta mezquindad, algo así como “si no soy yo que no sea nadie”.  Hagamos un ejercicio de imaginación, poniendo un centro de votación en el estudio de LaIguana.TV con 300 ciudadanos inscritos. Supongamos que el gobierno puso a votar aquí, ilegalmente, a diez menores de edad, a diez extranjeros y otras diez personas que votaron a nombre de fallecidos. En total, 30 votos fraudulentos, chimbos. Además, vinieron 50 personas que sí votaron por el gobierno legal y voluntariamente. En total serían 80 votos. Tengo dos opciones como  oposición: abstenerme y dejarme ganar por los 80 votos del chavismo, incluidos los 30 irregulares, o salir a hacer campaña para conseguir al menos 100 votos y ganar en este centro de votación. Pero para eso tengo que hacer política, predicar, movilizame, buscar aliados. Si me abstengo malcriadamente porque hay una trampa en La Pastora y otra en Betijoque, perdemos esta mesa de 300 electores por 80 votos a cero. El voto masivo le gana a la trampa aquí y en cualquier país del mundo. Contra las irregularidades hay que seguir luchando, pero el voto masivo le gana al ventajismo. ¿No ganó Chávez el año 98? ¿No ganamos nosotros la Asamblea Nacional en 2015? ¿No hubo ventajismo en 1998? ¿No hubo ventajismo en las elecciones parlamentarias de 2015? Hago estas preguntas como ejemplos que puedan abrir el entendimiento de los dos polos extremos. No estoy diciendo que los procesos electorales sean pulcros ni que los chavistas son unas carmelitas descalzas, pero cuando hay voto masivo, cuando se convoca al pueblo y hay participación, no lo detiene nadie. Por eso es que la abstención no solamente es capitular, es rendirse, vuelve fofo el músculo del pueblo, sino también ignora estas experiencias históricas. La única herramienta es el voto. No hay otra.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)