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Los efectos de altibajos políticos, crisis económica y acentuación de problemas sociales en Venezuela han aminorado la calidad de vida y potenciado el éxodo de su población a varias partes del mundo.

 

Para el año 1998, cuando fue electo el presidente Hugo Chávez, el precio del petróleo rondaba $11 por barril y desde entonces el crudo inició un ascenso que generó a Venezuela los mayores ingresos de su historia. En 2004 su precio se duplicó hasta ubicarse en $32, en 2008 rozó los $88 y a partir de 2010 y hasta 2014 se mantuvo entre los $84 y los $103.

 

Pese a los enormes ingresos registrados durante la gestión de Chávez, desde su asunción al poder comienza una transformación del fenómeno migratorio nacional.

 

Estudiosos sociales enmarcan la agudización de la inseguridad personal y jurídica, las medidas de nacionalización de empresas, la regulación de precios, la escasez de alimentos y medicamentos y la creciente inflación; para explicar cómo el país dejó de ser un destino de emigrantes, a presentar los mayores desplazamientos internacionales de venezolanos en el período de alta bonanza económica del país.

 

Se estima que un millón 500 mil venezolanos han tomado el camino que conduce al Aeropuerto Internacional de Maiquetía, lo que equivale a un promedio de 242 venezolanos que han abandonado diariamente del país durante los últimos 17 años.

 

El doctor en ciencias sociales y director académico de Cedice, Trino Márquez, expone que en menos de dos décadas Venezuela pasó de ser un país de inmigrantes a uno de emigrantes. Explica que durante casi todo el siglo XX, luego de la Primera y Segunda Guerra mundial, nuestro país registró una oleada de migrantes españoles, italianos, portugueses, de igual forma después de la Guerra Civil Española.

 

Márquez añade que durante el período de crecimiento económico significativo del país en la década de los años 60 y 70 registramos una recepción de suramericanos, especialmente argentinos, chilenos, uruguayos y de las islas del Caribe como República Dominicana. “Ese patrón se modificó de manera totalmente radical a partir del año 2000, durante el primer año del Gobierno de Hugo Chávez”, expresó el académico.

 

El profesor Emilio Osorio Álvarez, demógrafo y doctor en ciencias sociales caracteriza 4 corrientes dentro del proceso migratorio venezolano reciente:

 

1. Emigración de la élite venezolana (1998-2004). Inicia en el año de 1998 con la llegada de Hugo Chávez Frías a la presidencia de la república y culmina con el decreto de las 49 leyes vía Habilitante. Entre las que se encontraba la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario y la Ley Orgánica de Hidrocarburos.

Durante este período inicia el éxodo de la llamada “élite venezolana” con poder económico y político, así como de los  jóvenes con doble nacionalidad.

 

**Emigración de talento y saber (2002-2004). De manera coincidente con la promulgación de las 49 leyes, inicia una diáspora de antiguos empleados de la Petróleos de Venezuela (Pdvsa), separados de sus cargos luego del paro petrolero ocurrido entre 2002 y 2003. Apunta a que en este período comienza a irse del país un talentoso capital humano formado de manera empírica.

 

“Estos técnicos eran de escalafón mundial, por eso inmediatamente los reclutaron en todas partes del mundo. Un ejemplo es Panamá donde ya se adelantaba la ampliación del Canal de Panamá. Ellos tenían allá expedientes de los técnicos venezolanos, sabían que podían aprobar cualquier certificación; poseían una oficialización internacional estándar, el manejo del idioma inglés, la experiencia y habían pasado por el escalafón”, destaca Osorio.

2. Emigración de profesionales y técnicos(2004-2008). Durante este período el profesor Osorio describe que el país recibe gran cantidad de dinero proveniente de la bonanza petrolera que experimentó la nación. Sin embargo, acota que contrario a lo que pueda pensarse, esto no detuvo a los jóvenes profesionales y técnicos quienes arreciaron en su salida del país.

3. Emigración de los jóvenes (2010-2014). Aunque la fuga de jóvenes talentos se había desarrollado sin pausa, especialmente aquellos de doble nacionalidad, se acentúa durante este período y de manera especial luego de la muerte del presidente Hugo Chávez.

 

4. Emigración de la sobrevivencia (2015- Al presente). Con el incremento en los niveles de desabastecimiento, escasez e inseguridad personal; este período es caracterizado como una “fuga para sobrevivir”.

Señala que el perfil del emigrante se transforma y ya no será únicamente la clase media y profesional quienes saldrán del país, por lo que venezolanos de todos los estratos y niveles de calificación incursiona en los caminos de la emigración.

 

Las formas de entrar a los nuevos territorios también se diversifican y se registran ingresos irregulares. Osorio explica que este actual período presenta dos grupos: uno de jóvenes universitarios que en su mayoría está emigrando al sur del continente por las posibilidades que ofrecen países como Chile, Argentina, Ecuador y otro grupo que no tiene necesariamente preparación académica.

 

“Estos migrantes ya no tienen las clasificaciones que le permitirían, aunque comenzaran en el mercado secundario, llegar al mercado primario de trabajo en el país receptor. A diferencia de las primeras olas, en esta ya no tienen esa certeza laboral. Primero porque hay restricciones para apostillar títulos en Venezuela. Y segundo, porque no tiene las calificaciones, ni las habilidades. Salen en busca de su seguridad personal: alimentos, medicinas, tranquilidad y está dispuesto a hacer cualquier cosa: lavar carros, atender restaurantes, limpiar”.

Pasaje sin regreso: ¿Por qué emigran?

Para el profesor Márquez, las razones de la emigración se concentran de manera alternada en inseguridad personal y la crisis económica que ha atravesado el país. En un tercer lugar distanciado ubica a la inestabilidad política.

 

Temas como inflación, desabastecimiento, incremento de la escasez, y la precariedad de los empleos impiden a la juventud “hacer carrera a largo plazo” por lo que deciden emprender nuevos rumbos.

 

Para el demógrafo Emiliano Osorio la migración deviene en 4 fases:

 

1. Tomar la decisión de marcharse.

2. Tomar el medio de transporte para salir.

3. La llegada al país de destino: Visa, ambientarse, reconocer los lugares.

 

4. Adaptación.

Explica que de manera usual esto transcurre de una manera libre y programada; sin embargo, en la actualidad mucha gente se ha visto “forzada” a abandonar el país por falta de oportunidades de empleos de calidad, inseguridad jurídica y personal; así como acoso laboral o persecuciones políticas.

 

“Nadie quiere irse del país. La gente se va porque no tiene otra opción. La gente de PDVSA cuando no tuvo ninguna opción de trabajo tuvo que irse. Los firmantes de lista Tascón, las víctimas de secuestro, los que han registrado muerte en sus familias han sido obligados a irse”.

 

La migración forzada por estas circunstancias políticas y económicas no siempre resulta del todo feliz, dejando tanto a migrantes como familiares en situaciones extremas en diferentes aspectos sociales. Esta situación puede generar niveles de estrés crónicos que afectan la salud mental de las personas, quienes comienzan a padecer lo que psicólogos han denominado Síndrome de Ulises.

 

Esta patología psicológica se genera durante el proceso de adaptación por el que debe pasar el migrante al llegar al país receptor, donde intentará acostumbrarse rápidamente a las nuevas costumbres, clima, cultura, etcétera. Durante este lapso, pueden aparecer altos niveles de estrés que podrían demorar su adaptación.

 

Además, los migrantes deberán aprender ya sea solos o con ayuda psicológica a enfrentarse al llamado “duelo migratorio”, un “estrés prolongado e intenso” que se presenta por siete tipologías: por  ausencia de la familia y seres queridos, del lenguaje, de la cultura, de la tierra, el estatus social, el contacto con el grupo de pertenencia o los riesgos que pueden presentarse a su integridad física.

 

Estas situaciones tienden a presentarse en mayor o menor grado en todos los procesos migratorios, debido a que existen varias categorías de duelo:

 

Simple: Aquel que se genera en buenas condiciones y que puede ser elaborado.

Complicado: Cuando existen serias dificultades para elaboración del duelo.

Extremo: Resulta tan problemático que no es elaborable, dado a que supera las capacidades de adaptación del sujeto. Este es el duelo propio del Síndrome de Ulises.

La psicóloga social, Hisvet Fernández, explica que el duelo se presenta al momento de partir provocando “temor y ansiedad por la llegada a un lugar desconocido”. Asegura que mientras menos edad tenga el migrante será más sencillo, pero siempre va a existir en mayor o menor proporción.

 

“Mientras más adulta sea la persona, viene un sentimiento normal de incertidumbre por lo desconocido”, explica. También detalla que la presencia de “ansiedad, temor e incertidumbre” dependerá de las herramientas que tenga cada persona y sobre todo de las razones por las que se moviliza.

 

“Cuando la persona emigra de manera voluntaria porque realmente quiere hacerlo, porque ha soñado con viajar y sueña con estar en otro país por un tiempo, porque tiene proyectos que lo enamoran (…); el duelo es mucho más manejable porque la ilusión del viaje es lo que prevalece en el sentimiento”.

Los principales factores que inciden en la elaboración del duelo migratorio, según Fernández son:

 

Negación: No poder aceptar la realidad del cambio porque la persona simplemente no la quiere ver.

Resistencia: Cuando la persona comienza a quejarse ante el esfuerzo que requiere el proceso de adaptación y al enfrentarse a los retos y dificultades de ser inmigrante.

Aceptación: Cuando la persona se instala de lleno en el país receptor, adentrándose a la nueva situación.

Restitución: Es la reconciliación afectiva con todo aquello que se ha dejado atrás, asumiendo la nueva situación a la que se enfrenta.

Respecto a las consecuencias que puede generar este duelo migratorio, explica que si este trastorno momentáneo no es tratado correctamente podría acarrear secuelas como “cambios en la personalidad, en la memoria, la tensión, insomnio, altos niveles de ansiedad y depresiones”.

 

Además acota que las personas que se van solas y no cuentan con familiares o amigos en el país receptor, “pueden comenzar a tener trastornos de sueño, crisis de ansiedad, momentos depresivos y de mucha angustia”. Fernández hizo énfasis en la importancia de que “las personas sepan que esto puede suceder, para que no los sorprendan y no se asusten al verse envueltos en este tipo de sentimientos que son normales”.

 

Señaló que este tipo de malestares son normales y momentáneos, lo que significa que “la persona no está enferma sino que está viviendo una situación que la expresa a través de ansiedad, insomnio, alteraciones, preocupación y mucha angustia”. Pero si tiene conocimiento sobre lo que puede ocurrir “tendrá la facilidad de asumirlo y enfrentarlo”.

 

Fin de la diáspora ¿Es posible a corto plazo?

Osorio describe que a nivel demográfico lo más “terrible” de la situación que atraviesa el país es que dos grupos están siendo acorralados: el primero, tiene que dejar a la familia y marcharse del país con la esperanza de conseguir un trabajo; y el otro, debe quedarse con la esperanza de vivir día a día y alcanzar el otro día.

 

“A los jóvenes se les está dando la opción de irse, y a los viejos como yo se les está dando la opción de ir a la tumba sin dignidad porque no hay medicamentos”.

Ante la interrogante de si el fenómeno puede revertirse a corto Plazo, Márquez responde que no. Asegura que para ello debe replantearse un modelo que cree incentivos, permita la recuperación sostenida del ingreso real y garantice la seguridad jurídica y ciudadana.

 

“Es imprescindible cambiar de Gobierno. Nosotros estamos repitiendo la misma experiencia de Cuba en los años 60. La gente se fue y no volvió. De Nicaragua que durante la década de los 80 con el Sandinismo vivió un proceso migratorio parecido a este, y digo parecido y no igual porque la capacidad que tenía Nicaragua era infinitamente inferior a la que tiene Venezuela. No tenía las universidades, ni los profesionales, ni los científicos, ni los técnicos que tiene Venezuela”.

Para Márquez, revertir esta curva migratoria sólo sería posible si se produce un cambio de Gobierno y una transformación del modelo económico. A su juicio, una implementación de nuevas políticas, ofrecería al país en un breve perodo de cuatro o cinco años la posibilidad de lograr que buena parte de la gente que ha emigrado retorne al país.

 

“Siempre que se mejoren las condiciones jurídicas, que el país sea re-institucionalizado, que haya un crecimiento de 5 o 6 semestres de la economía y se vea que las inversiones extranjeras están fluyendo hacia el país; esa corriente migratoria puede volver a Venezuela”, concluyó Márquez.

 

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