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Decir que Edgar Ramírez es mal actor es faltar a la verdad. Pero cuando es él quien se echa la verdad al pico, entonces su apariencia de galán, héroe y protagonista quedan reducidas a uno más del reparto. Alienarse con el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, o sea con el imperio, por puro afán de coger tendencia en Twitter usando la imagen de un compatriota agredido, da pena.

 

Como en las galleras, hasta provoca hacerle una apuesta. Ponerle sobre la mesa todas las cartas y que él las escoja sin que nadie más meta la mano. Apostarle lo que él quiera, siempre y cuando demuestre que posee pruebas suficientes, contundentes e incontratables que avalen el ensañamiento que EEUU emprende contra el vicepresidente de la República Bolivariana, Tareck El Aissami y que él avala.

 

¿Cómo es eso de que las y los venezolanos vivimos un momento de vergüenza en razón de las miserables sanciones contra el vicepresidente? ¿Exactamente qué lo sonroja? ¿Qué sabe él que no sabe más nadie? ¿Acaso para él tienen peso alguno las declaraciones de un funcionario que dijo lo que dijo contra el Aissami sin mostrar ni una barajita como evidencia?

 

Nadie le pide que se rasgue las vestiduras por la Revolución Bolivariana ni por el país que él abandonó en busca de una quimera, pero mínimamente debería guardar cierta dosis de prudencia. Calmarse un poco y esperar. Jugar posición adelantada desdice mucho de quien encarnó al Libertador Simón Bolívar en un exitoso film. A estas alturas, es para pensar que aquella responsabilidad (porque lo fue) le quedó grande.

 

En lo que sí tiene razón es cuando habla de los venezolanos honestos. La mayoría lo es. La gran mayoría. Tanto los que militan en una acera como los de la otra, y ninguno merece que imperio alguno intente alterar la paz. Lo que sí debería darle vergüenza es que una cúpula opositora viole día tras día las normas internas: ¡Eso sí apena!

 

También apena que esa mafia no tenga vida propia y que en consecuencia se mueva al son de la banda que le inyecta dólares para la subversión ¡Eso también apena!

 

Y por cierto, ¿no le causa ni coquito que los gobiernos de su nuevo país asesinen niños, mujeres y ancianos lanzando bombas a diestra y siniestra? ¿Eso no le causa estupor? ¿No tenía tuiter y ninguna otra red social cuando naciones enteras sucumbieron ante los bombardeos con sello gringo? ¿Planteó su queja en algún momento? ¿O acaso le dio miedo perder los guiones que con que la Meca le mantiene sus cuentas y sus lujos?.

 

Por: Dagoberto Mazo

 

(Con el Mazo Dando)