Pompeo, asume tu barranco. Si el plan Guaidó ha fracasado, la culpa es de ustedes, no nos vengas con excusas.

No parece propio de los voceros de una superpotencia imperial estar ahora dándose por enterados de la mediocridad de sus aliados locales o de la incapacidad de estos para unirse -más allá de los seudoacontecimientos marketineros-, pues esas son noticias viejas, es decir, no-noticias.

Menos aún puede hacer ese tipo de alegatos un sujeto que viene de ser director de la CIA, es decir, que debe conocer a la mayoría de los dirigentes opositores venezolanos como un gerente de personal conoce a quienes están en su nómina.

La élite corporatocrática de Estados Unidos ha estado envuelta en todos los intentos de la oposición venezolana por derrocar a los gobiernos de la etapa revolucionaria. Las veces anteriores estuvieron más o menos ocultos, detrás de bastidores, como dice el lugar común, pero en 2019 (tal vez por el estilo tan peculiar del emperador magnate) salieron a escena directamente. Así que a los jefazos gringos no les queda nada bien eso de escurrir el bulto de la derrota parcial que están sufriendo, endilgándosela a algunos de sus lacayos. 

Recurriendo a la manoseada metáfora del dueño del circo versus los trabajadores, podríamos decir que esta vez los propietarios decidieron salir ellos mismos a hacer los números de los payasos, los maromeros, los domadores de fieras y los tragaespadas. Así hemos pasado todo lo que va de 2019 con Trump, Pence, Pompeo, Bolton, Abrams, Rubio, Scott y otros políticos estadounidenses convertidos en personajes de la política local. ¿O no es cierto que hasta han usado sus cuentas en redes sociales para convocar marchas en lugares que ellos -si acaso- habrán visto en Google Maps?

Entonces, vamos a ser justos: si el show fue de ustedes, señores dueños del circo gringo, y ha terminado en una rechifla de magnitudes históricas, no vengan a echarles la culpa a los otros payasos, maromeros, domadores y tragaespadas. 

Por supuesto que los líderes opositores venezolanos (bueno, hay que llamarlos así pues nacieron aquí, tienen cédula de aquí…) también son culpables. No es en este lugar exactamente donde queremos defenderlos. De hecho, si los capitostes del imperio tuvieron que salir a dar la cara es porque se cansaron de tanta derrota indirecta. Además, esos tipos (y tipas) son tan arrastradamente obsecuentes que merecen que sus amos paguen el fracaso con ellos (sobre todo si uno de esos jefes se apellida Pompeo). No se puede negar que entra un fresquito al ver a ciertos personajes lloriqueando por los rincones debido a la incomprensión del secretario de Estado. Pero la pandilla de Trump (él incluido) no puede ocultar el hecho de que esta afrentosa derrota es principalmente su propia responsabilidad. 

Pompeo no puede ni siquiera esgrimir el pretexto de que los opositores locales le crearon falsas expectativas sobre el apoyo popular y militar, pues entonces tendrá que admitir que fueron tiempo y dinero perdido las clases que recibió sobre la ciencia del engaño, allí en la oscuramente célebre agencia.

Curiosamente (o tal vez no tanto), a los estrategas de EE.UU. parece haberles ocurrido lo mismo que a sus sigüis: subestimar al adversario y sobrestimar sus propias fuerzas. Con una arrogancia muy característica, calcularon que bastaría con dar unos manotazos en la mesa, acentuar el sabotaje y el saqueo y proferir amenazas para hacer su voluntad. No consideraron el peso de los apoyos internacionales del gobierno venezolano ni la determinación del pueblo a resistir penurias. Creyeron que sería suficiente con nombrar a un presidente paralelo y que este empezaría a gobernar como un virrey en tiempos coloniales.

Hasta ahora la operación puede considerarse exitosa en su vertiente económico-delincuencial, pues ha sido uno de los grandes robos de la historia y tanto los pandilleros yanquis como sus vasallos tienen los bolsillos llenos. Pero en cuanto a los objetivos políticos, el desastre es mayúsculo, y no basta con culpar a los perdedores de siempre. No queda alternativa, Pompeo: asume tu barranco.

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)