Él es Mark Zuckerberg, Director Ejecutivo de Facebook. En 2003, sus compañeros de la universidad le acusaron de haber sustraído datos de su identidad del sistema informático de Harvard. Los hermanos Winklevoss y Divya Narendra llamaron a Mark para crear un directorio en línea que conectara a las fraternidades de la Universidad. Mark se puso pa’ la cosa. A los pocos meses lanzó thefacebook.com apareciendo él como creador. Fue acusado de haber robado la idea. Con Mark se quedó Eduardo Saverin, como gerente de finanzas y negocios. Después de que inversores externos tomaran control financiero de Facebook, a Eduardo se lo guisaron. Tras largos conflictos judiciales obtuvo el 7% de las acciones. Paul Celia, otro fundador de Facebook, en 2010 demandó a Mark. Luego, fue acusado de falsificar documentos. Actualmente está prófugo. Dice que lo persigue la CIA. Asegura tener pruebas de que la Central de Inteligencia financió a Zuckerberg.

 

Las acusaciones de Celia eran ecos del pasado. En 2008, Tom Hodgkinson denunciaba en The Guardian que la CIA invirtió en Facebook mucho antes de que llegara a convertirse en una de las redes sociales más populares de Internet. En 2009, investigadores de Proyecto Censurado demostraron que la CIA aportó una “inversión de capital de riesgo” por más de 40 millones de dólares.

 

El pasado 16 de febrero, Mark compartió en su cuenta en la red social una nota de unas 6 mil palabras titulada Nuestra Comunidad Global. En la misma, deja entrever que lo que se inició como una red social para conectar a usuarios ahora es una especie de Estado Supranacional bajo su gobierno.

 

En la carta pública, Zuckerberg anuncia el desarrollo de una inteligencia artificial que será capaz de leer, clasificar y hasta bloquear los contenidos que no sean aprobados por la empresa. Aunque asegura que están en una fase incipiente del proyecto, lo cierto es que tenemos noticias que indican que desde hace dos años transitan hacia esa dirección. DeepMind de Google, ha logrado crear una inteligencia artificial con capacidad de jugar atari, hablar, adquirir conocimientos y reconocer elementos de fotografías y videos.

 

Para Facebook, el siguiente paso será anticiparse para bloquear ciertos contenidos indeseables. Definir lo que es virtuoso y lo que no. Valga la pregunta: ¿Facebook censuró las declaraciones funcionarios yankis con las que, en el forjamiento de una guerra de laboratorio en Siria, Estados Unidos y sus aliados embellecieron a terroristas para mostrarlos como “luchadores por la democracia”? ¿Será capaz Facebook de censurar el cortodocumental sobre los Cascos Blancos que recién ganó el Oscar y que enaltece a esta organización vinculada con el otrora Frente Al Nusra- o lo que es igual, el brazo de Al Qaeda en Siria?

 

En abril del 2016, Estados Unidos negó la entrada al líder de los Cascos Blancos, Raed Al-Saleh por suponer un peligro para la seguridad nacional. En aquella oportunidad Mark Tonner, vocero del Departamento de Estado fue confrontado por los periodistas: ¿cómo le revocan la visa a uno de los luchadores por la democracia?. Aunque no supo responder, el funcionario reconoció que otorgaron 23 millones de dólares a través de la USAID. Según la página web de la Campaña por Siria, ellos “no reciben financiamiento de gobiernos”. A pesar de las sospechas, la campaña y la organización manejan páginas en la red social.

 

En contraste, tenemos el caso de Kim Phuc. Ella tenía 9 años cuando el ejército survietnamita bombardeó su pequeño pueblo en un ataque coordinado con el mando estadounidense. La imagen de Kim llorando tras sufrir quemaduras de napalm, estremeció a la opinión pública. 44 años después, la red social de Mark pretendió borrarla de la historia.

 

Según Mark:

 

“La historia es la historia de cómo hemos aprendido a reunirnos en un número cada vez mayor – de tribus a ciudades a naciones”.

 

Otros, en cambio, creemos que la historia es un tránsito marcado por la lucha de clases que se expresa –sin dudas- en una clase opresora que discierne cuáles contenidos debemos tener a la mano y cuáles nos deben censurar.

 

Sería interesante que su Majestad Zuckerberg nos dijera con cuántos votos resultó electo en su comunidad global y si esos mecanismos de normas y de control del Estado virtual son tan transparentes como él plantea.

 

En 2011, Max Schrems solicitó a Facebook una copia de los datos que tenía almacenado en su perfil. Facebook, en respuesta, le entregó un paquete con poco más de 1200 archivos PDF. Se encontró con que la red social almacenaba cada ingreso y salida, mensajes, contenidos, clicks en me gusta, geolocalización, amistades, e incluso datos que había eliminado.

 

Max recabó información similar de 22 personas, todos usuarios europeos e inició el proyecto Europa vs. Facebook. En octubre de 2015, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea consideró que el tratado transatlántico de protección de datos conocido como “Puerto Seguro”, que normaba la actividad de empresas como Facebook, era inválido, al no proteger adecuadamente las informaciones privadas de los ciudadanos.

 

Desde que alcanzó un nivel global, Facebook ha sido blanco de críticas por términos de uso y el aprovechamiento de imágenes y datos de los usuarios, especialmente con fines comerciales.

 

En 2013, Edward Snowden reveló la existencia del Programa de vigilancia masiva conocido como PRISM. Según los documentos filtrados, las más importantes empresas de telecomunicaciones, tecnología y de Internet colaboran con la NSA de manera voluntaria o a cambio de millones de dólares para la entrega masiva de datos de sus clientes, además del acceso a sus servidores. Entre estas empresas se encuentra Facebook.

 

Nuestra vida privada ya no existe. Es una realidad aterradora. Y lo que no podemos obviar es el paso de las tecnologías de desarrollo de software hacia una computación persuasiva.

 

Procesar esa enorme cantidad de datos (estructurados, no estructurados o semi estructurados) constituye un desafío no sólo para los gobiernos, sino para las empresas. Así nos encontramos con un nuevo concepto: La Big Data que aplica para “toda aquella información que no puede ser procesada o analizada utilizando procesos o herramientas tradicionales.”

 

Para el 2012, se almacenaban de Twitter alrededor de 12 Terabytes de tweets diariamente y Facebook almacenaba cerca de 100 Petabytes de fotos y videos. Para entonces, la humanidad generaba unos 2.5 quintillones de bytes diariamente en el mundo. Según la Revista Scientific American, “en 2016 producimos tantos datos como en toda la historia de la humanidad hasta 2015”.

 

Con la Big Data almacenan los contenidos WEB, nuestra información de redes sociales, cuáles tecnologías consumimos, los dispositivos que usamos, datos de facturación, compras, registros de llamadas, notas de voz, documentos electrónicos, ubicación geográfica, desplazamientos y hasta información biomética como huellas dactilares, reconocimiento facial y lectores de cadenas de ADN o retina.

 

A partir de todos esos datos pueden llegar a conocernos mejor que nosotros mismos.

 

Citamos a la Revista Scientific American:

 

“En el futuro, utilizando sofisticadas tecnologías de manipulación, estas plataformas podrán orientarnos a través de cursos completos de acción, ya sea para la ejecución de procesos de trabajo complejos o para generar contenido gratuito para Internet. Plataformas, de las cuales las corporaciones ganan miles de millones. La tendencia va desde la programación de computadoras hasta la programación de personas.”

 

Desde hace varias décadas la psicología ha pulido el estudio de la mente humana hasta llegar un acuerdo más o menos aceptado que define cinco rasgos fundamentales de la personalidad: Disposición (¿cómo reaccionas ante nuevas experiencias?), conciencia (¿cuán perfeccionista eres?), extraversión (¿cuán de sociable eres?), amabilidad (¿cuán considerado y cooperativo eres?) y neuroticismo (¿eres fácil de enfadar?). En base a estas dimensiones -conocidas como OCEAN, los psicometristas se hacen una idea bastante acertada de las personas. Esta ciencia está siendo aplicada a las redes sociales y cruzada con los datos de la Big Data.

 

En 2007, el equipo de David Stillwell contactó vía Facebook a 10 millones de personas a los que sometieron unas 25 pruebas psicológicas. Los examinados recibieron los resultados y el 30% de ellos accedió a compartir el perfil con los investigadores. Así surgió el sitio web my personality, al que 4 millones de personas le han tributado sus perfiles sin censura.

 

A partir de entonces, este grupo se ha dedicado a la minería grandes datos para extraer patrones y predecir conductas en la vida real. En el artículo Los rasgos y atributos privados son predecibles a partir del comportamiento humano en los registros digitales, aseguran que nuestras huellas son fácilmente rastreables a través de los “me gusta” en Facebook y que pueden usarse para predecir de forma automática y precisa una gama de atributos personales altamente sensibles.

 

El modelo discrimina correctamente entre hombres homosexuales y heterosexuales en el 88% de los casos, afroamericanos y caucásicos en el 95% de los casos y entre demócratas y republicanos en el 85% de los casos.

 

Desde hace un par de años, la compañía Cambridge Analytica utiliza esta metodología para el marketing electoral, obteniendo resultados exitosos en el referendo del Brexit en Gran Bretaña, en la campaña para las primarias de Ted Cruz – que pasó de ser un candidato desconocido a convertirse en el único republicano que desafió a Trump- y, por último, la del nuevo presidente de los EEUU. El representante de Cambridge Analytica reconoce

 

“Hemos creado perfiles de todos los adultos de Estados Unidos, 220 millones de personas”.

 

Cambridge Analytica confiesa:

 

“Prácticamente cada mensaje de Trump fue diseñado por el análisis de los datos”.

 

En paralelo, Zuckerberg reconoce en su carta que en el mundo, los candidatos que se relacionan mejor con su red social resultan triunfadores. ¿Podrá sobrevivir la democracia? O prevalecerá la propaganda diseñada por sastre. Estamos en un punto de inflexión entre la pérdida de la intimidad y la pérdida de la voluntad y todos somos vulnerables.

 

Por: Larissa Costas

 

(larissacostas.wordpress.com)

 

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