El camino en teleférico hasta el refugio de los perros Mucuchíes dura 20 minutos, aproximadamente. El teleférico separa el Caribe caraqueño del espejismo andino que conforma el Ávila, la montaña que rodea la capital venezolana y que da aire y pasatiempos a los urbanistas asfixiados de ozono y polución.

 

El perro Mucuchíes es una raza autóctona y exclusiva de Venezuela. Es un perrazo. Grande, enorme, juguetón, precioso. El perro de Simón Bolívar, el Libertador, era un perro de esta raza y se llamaba Nevado. Dicen que fue un can heroico y que le acompañó en todas sus batallas hasta que lo mataron en la emblemática cruzada de Carabobo, que selló la independencia del país.

 

Los Mucuchíes estuvieron apunto de desaparecer. «Hace ocho años sólo quedaban en el país 30 ejemplares. Hoy contamos con 350, 100 a cargo de la Misión». Explica Maigualida Vargas, presidenta de la Misión Nevado. Las ‘Misiones’, en Venezuela, son proyectos sociales que puso en marcha el expresidente Hugo Chávez como uno de los puntos clave de la Revolución Bolivariana.

 

La ecuación era sencilla y resultó productiva y eficiente: se tomaban las divisas, los petrodólares, de la venta y exportación de petróleo y se reinvertían en proyectos sociales para la población: vivienda (Misión Vivienda), salud (Misión Barrio Adentro), educación (Misión Sucre), etc.

 

La Misión Nevado es una de las más desconocidas y ha sido la primera Misión del presidente Nicolás Maduro. Nació el 12 de Enero de 2014 con un gran acto público en la calle en el que se atendió a más de 2000 animales de compañía y se consiguió dar en adopción responsable a unos 200 perros y gatos en situación de abandono.

 

Desde entonces no han parado de trabajar y hoy en día atienden a más de 10.000 animales al mes junto a otros colectivos. ¿Que qué hacen? Pues de todo y lo que pueden, teniendo en cuenta la situación del país: dan servicios veterinarios, atención médica y de emergencia, vacunación, adopción, talleres de alimentación, desparasitación o esterilización entre otras muchas cosas. Son unos supervivientes de la crisis.

 

El refugio Mucuchíes que la Misión tiene en el Ávila (Waraira Repano es su nombre indígena original) es medio clandestino. Su paradero no es un secreto inescrutable pero tampoco se vocifera su ubicación privilegiada o qué hay allí. Lo que hay son 11 perros de esta raza que están tratando de preservar y reproducir responsablemente a cargo de Andrés, un trabajador de la Misión, exmontañero, tranquilo, hablador; que cada día sube a cuidar y alimentar a sus pequeñas fieras del futuro. Durante los apagones eléctricos que mantuvieron en vilo y a casi oscuras al país durante el pasado mes de Marzo intermitentemente, Andrés subía a pie hasta el refugio porque el teleférico no funcionaba. Más de tres horas de ascenso con kilos de comida a la espalda. Y solo. Y a veces llovía. Mucho. Cosas de montañeros y de amor perruno.

 

En la Misión Nevado todos comparten el amor incondicional a los animales que nunca llaman mascotas porque según explica uno de sus trabajadores, «la palabra mascota es comercial y se les mercantiliza».

 

Prefieren llamarles «animales de compañía».

 

De esta manera se crea conciencia de que el animal es «un hijo más, parte de la familia». Tampoco utilizan, por ejemplo, el término «perros callejeros» sino «perros comunitarios» para promover la idea en la comunidad de que los perros (y gatos) de la calle son una responsabilidad de todos y todas. El adjetivo «callejero» les estigmatiza como parias y les predestina a vivir bajo condiciones paupérrimas.

 

La sede principal de la Misión Nevado está en el barrio de San Bernardino. Ocupa un edificio entero al lado de un supermercado Excelsior Gama lleno de productos caros y una cafetería que salva muchos momentos. Hasta aquí llegan muchos curiosos preocupados preguntando qué pueden hacer si quieren adoptar, qué pueden hacer si tienen a su animal enfermo y no tienen dinero para el tratamiento, qué pueden hacer si quieren seguir alimentando a su compañero o compañera perruno o perruna y no les alcanza el salario menguado por la hiperinflación.

 

En el edificio de San Bernardino hay animales por todas partes moviéndose con total libertad entre escritorios de oficina. Algunos viven allí permanentemente. Otros van y vienen, como los trabajadores a los que acompañan. Maigualida, la presidenta de la Misión, llega cada mañana con unos cuantos del grupo que tiene en su casa.

 

Uno de ellos es Batman, un perro mestizo similar a un doberman que se ha convertido en toda una celebridad. Va a programas de TV, a las marchas que convoca el chavismo en las calles, se hace foto con sus fans y tiene hasta una cuenta de Twitter. Es un caso de éxito de esta Misión que funciona por el empeño de sus amantes.

 

A Batman lo rescataron hace cinco años junto a su hermano en el barrio caraqueño de San Agustín y su cuadro médico era demoledor: atropello, desnutrición severa, enfermedad de transmisión venérea. Un caso muy complejo que necesitó todo tipo de cuidados y tiempo de espera y paciencia. Sobrevivió y hoy campa a sus anchas por el despacho de la jefa mientras espera su siguiente flash consciente de que ahora es alguien importante.

 

La Misión Nevado tiene cuatro Centros Veterinarios Integrales repartidos en Caracas. El más completo es el de Nuevo Circo, junto a la Avenida Bolívar, que tiene tres consultorios, una sala de cura, un laboratorio y una sala de cirugía. Atiende emergencias y abre todos los días desde las 8 de la mañana. También funciona como refugio de los animales que la Misión está atendiendo y «recuperando». Las historias son interminables.

 

Apenas es mediodía y el centro está atestado de gente. Hay cola dentro y fuera de las instalaciones. Raquel trae a su perrita Sacha metida en una bolsa de lona verde. «Es una mestiza cazadora», dice. Tiene la cara triste y apenas se mueve. «Hace unos días empezó a expulsar un líquido de sus genitales y no sé qué le pasa. Le están haciendo pruebas». Como el de Raquel hay decenas de conversatorios iguales, algunos más o menos dramáticos.

 

La Misión sobrevive a la situación de crisis que vive el país gracias a su equipo de voluntarios que trabaja para mantener un estándar en la oferta aunque la imaginación se ha convertido en una cualidad extra para solventar las carencias propias del momento. Por ejemplo, con las vacunas.

 

El bloqueo económico dificulta la importación de medicamentos para las personas, así que en el caso de los animales la situación se agrava por una cuestión de prioridades.

 

«Antes, durante nuestras jornadas de atención integral que hacemos cada domingo en la plaza de La Candelaria (continúan haciéndolas religiosamente), vacunábamos de manera completamente gratuita a todos los perros y gatos que llegaban hasta allí», explica Maigualida. «Les poníamos la antirábica y la vacuna cuádruple felina y séxtuple para el caso de los perros. Ahora solo conseguimos la vacuna contra la rabia y no estamos pudiendo conseguir el resto con normalidad».

 

A pesar de eso, cada domingo, las colas dan la vuelta a la plaza. El stand de la Misión Nevado se ha convertido en un clásico de La Candelaria y aparte de todos los servicios que ofrecen suelen dar unos 40 animales de media en adopción. El proceso para acoger es muy sencillo aunque hay que cumplir una serie de requisitos para garantizar que la nueva familia será responsable con su nuevo miembro.

 

Marlyn Ramos tiene 30 años y junto a su marido, Andrés, y sus dos hijos, Santiago y Sabrina, de 6 y 9 años respectivamente, han adoptado tres animales en menos de un año con la Misión Nevado. Lo suyo es pasión.

 

El primero en llegar a la familia fue Lion, un gatito gris y blanco que posa extrañamente quieto para la foto en brazos de su dueño. Después llegó Tory, una perrita hiperactiva de 9 meses de edad. Cachita, una mestiza negra como el carbón completa el cuadro de adopciones.

 

En el reparto de tareas, Cachita es responsabilidad de Sabrina, Tory de Santiago y Lion es el consentido de todos.

 

«Los niños maduran antes si tienen responsabilidades de este tipo. El vínculo que crean con el animal es insustituible», dice Marlyn mientras Tory y Santiago corretean a su alrededor.

 

Una de las preguntas más frecuentes a las familias que tienen animales a su cargo, y en el caso de la de Marlyn y Andrés es todavía más evidente por el alto número de adopciones, es cómo hacen para solventar desahogadamente el tema de la comida. La comida para perros y gatos es extremadamente cara en Venezuela. Una bolsa de 4 kilos de la marca Supercan, por ejemplo, cuesta 120.000 bolívares soberanos (unos 15 dólares aproximadamente) en un país donde el salario mínimo mensual son 40.000 (5 dólares).

 

Desde la Misión Nevado también atienden esta problemática dando talleres de alimentación para sustituir la comida procesada (piensos) por otras recetas aptas para los animales y acordes al presupuesto familiar, siempre elaboradas con los productos con los que cuenta la familia en la casa. «Nevado Gourmet», de hecho, es una iniciativa que está comenzando a calar con fuerza a raíz de estos talleres y que concibe la alimentación perruna (y gatuna) como algo más que un recetario para salir del paso.

 

El 24 de junio se conmemora la batalla de Carabobo y en Caracas hacen una representación teatral en las escuelas para que los niños aprendan su historia de independencia y gloria. Este año, a Nevado, el perro del Libertador, lo interpretó heroico uno de los canes mucuchíes del refugio que la Misión tiene en el Ávila, ajenos al trajín de la urbe. El actor star corre ahora inquieto junto a sus hermanos. Es enorme y apabullante, como pensar que hace menos de una década estaban a punto de desaparecer ajenos a la historia que todavía deben escribir.

 

(Sputnik)