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La inflación es un problema toda vez que los beneficios que genera son inferiores a los inconvenientes que causa.

 

El gobierno actual se asemeja a un animal desbocado, no sabe dónde se dirige ni a qué velocidad encontrará el precipicio que pretende ignorar, acelera, promueve y exacerba las tensiones políticas, sociales y económicas, pretendiendo salvarse del desastre en que se encuentra, con consecuencias inevitables para la mayoría de la población dada la inseguridad, el desabastecimiento, la angustia del vivir cotidiano.

 

Si ignora la realidad o pretende hacerlo es algo que no importaría si se tratase de cuestiones personales que pueden ser atendidas por profesionales adecuados, lo grave del asunto son las implicaciones para la mayoría, y uno de esos diablos, salido de la caja de Pandora que han destapado, es el aumento generalizado de precios que suben ya no en términos de una tasa de inflación moderada, sino de una inflación galopante, que cada vez más tiende acercarse a un fenómeno hiperinflacionario, que se alcanza cuando el índice de precios aumenta en un 2% diario, 50% mensual, o cuando según otro criterio llega a un nivel superior al 500% al año. Técnicamente aparentemente no hemos llegado allí, pero lo cierto es que el salario y sus supuestos aumentos duran poco tiempo, días, horas o minutos. Ya el ingreso real desapareció de las estanterías de los almacenes, mientras el gobierno continúa financiando sus gastos con la emisión de dinero inorgánico, sin ningún tipo de control, ni cálculo que lo soporte.

 

En el caso venezolano había sido conocido el fenómeno inflacionario, con tasas moderadas, hasta que llegó este gobierno desde abril del 2013, rompiendo todos los records de la galopante inflación, desbordada a cifras del 200%, 400% anual, sin una medida oficial, al haber escondido el sofá de las cifras oficiales, pero que lo siente el bolsillo de cualquier ciudadano sin que de parte de la máxima autoridad del Estado se preste atención, como debería de ser en su carácter de responsable de Administrar la Hacienda Pública Nacional, como reza la pisoteada Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en su numeral 11, de su Artículo 236. En menos de cuatro años dicha administración ha realizado el «milagro» de pasar de administrar la abundancia con criterios de abundancia, esto es derroche, a administrar la escasez con criterio de abundancia, esto es, irresponsabilidad, a la situación actual donde no es posible ni siquiera administrar la escasez con criterio de escasez, nada menos y nada más que el sobrevivir como se pueda. Aceleración galopante del derroche, a la plena irresponsabilidad, para llegar sin rumbo a la sobrevivencia de la mayoría. Ciertamente un milagro que no requiere de la rigurosa fundamentación de ser primero beato, para constituirse en santo después, lo cual puede darse simplemente por Decreto de las más altas investiduras. El llamado Abogado del Diablo se retira del proceso ante tan clara evidencia fáctica, de haber logrado el milagro en pocos años de tan semejante y destructor nivel inflacionario.

 

Si nos atuviésemos a la interpretación de las causas milagrosas de este «disparate inflacionario», quienes asumen la teoría monetarista afirmarían sin cesar, ni pensarlo dos veces, que el principal factor que causa la inflación es el fuerte aumento en la cantidad de dinero, crecimiento excesivo de la oferta de dinero, dinero inorgánico sin respaldo, de lo cual derivan: una disminución del valor real de la moneda, un desaliento del ahorro, no siendo el de los trabajadores a quienes no les alcanza su ingreso ni siquiera para medicinas o alimentos, “hand to mouth” como afirma el proverbio inglés, todo produciendo una incertidumbre que imposibilita el cálculo económico tanto a nivel de productores como de los consumidores.

 

Otras explicaciones y teorías pueden venir a cuento, la del «lado de la oferta», la de los «monopolios extendidos», la llamada «teoría austríaca» al afirmar que la inflación es la oferta monetaria por encima de la demanda», y otras tantas a partir de las cuales se podría enfrentar esa tragedia que implica una pérdida del poder adquisitivo, sobre todo siendo regresiva al afectar como un impuesto más a quienes viven de un salario, lo que induce a comprar, quien pueda productos duraderos, o al encontrar refugio en algún bien o moneda que suavice la pérdida adquisitiva de ese dinero recibido.

 

No obstante que el régimen cambiario fijo tenga, en términos generales, un efecto disciplinante sobre la política fiscal y monetaria, en el caso venezolano a partir del año 2013, la persistente indisciplina financiera, que se ha agudizado con el tiempo, haciéndose insostenible para los años 2015 y 2016, ha conducido a una secuencia, por demás conocida, de crisis financiera, a una crisis de la balanza de pagos, a una volatilidad económica, a una inflación galopante y severos daños en el flujo del comercio y la inversión. La indisciplina financiera ha conducido a una pérdida neta de reservas internacionales [1]. Fenómeno que se ha intensificado en los últimos años al crecer el diferencial de la tasa de inflación, como habíamos mencionado, con valores que superan las tres cifras, sea este alrededor del 200% en el año 2015, y más de 400% en el año 2016. Fenómeno este que parece desconocer de manera extrema el gobierno, inconsciente ante los efectos políticos que tiene, dejando a su vez de lado, igualmente, el deterioro en el nivel de vida de la población.

 

Como lo afirma Miguel Ignacio Purroy,

 

«…La teoría enfatiza que, bajo regímenes de cambio fijo, la tasa de crecimiento de la oferta monetaria no puede exceder la tasa de crecimiento de la demanda nominal de dinero, la cual viene determinada por la tasa de crecimiento de la actividad económica real, más la tasa de la inflación externa. Un crecimiento excesivo del crédito doméstico conduce a un exceso en la demanda de divisas, el cual desemboca en crisis de la balanza de pagos una vez que el umbral razonable de reservas internacionales es perforado. El momento en que haga eclosión la crisis de la balanza de pagos dependerá del nivel inicial de reservas, del nivel inicial de  deuda pública y de la capacidad de generar ingresos fiscales por la vía del señoreaje…»  [2]
Purroy parece estar describiendo con rigor lo que ha venido ocurriendo en Venezuela a partir de este gobierno desde abril del 2013, impulsando de manera claramente irresponsable la crisis que tiene la economía venezolana. Ello en neto contraste con lo que se trató de hacer, con indudable éxito, en período de gobierno desde 1999 hasta el año 2012.

 

Al sufrir este gobierno de un comportamiento por omisión, en cuanto al grave fenómeno inflacionario, su desenfreno de un galope, que si fuese en el contexto del llano con amplios horizontes planos, terminaría por desgastar la energía de tan brioso animal, pero la cuestión real es que nos encontramos al borde del llamado «Salto Angel», y el gobierno con su sabiduría acelera la marcha como si los 30 millones de habitantes de este país tuviésemos un salvavidas y un paracaídas para alcanzar un aterrizaje suave en la Gran Sabana… Qué ironías de la existencia humana, ante la ausencia de un poco de ignorancia suicida…

 

Por Jorge Giordani

 

(Aporrea)