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Como avispas furiosas cuando alguien toca la colmena: así reacciona la contrarrevolución cuando el gobierno o la gente, por cuenta propia, logran algún avance –por pequeño que sea- en la lucha contra la guerra económica.

 

La reacción tipo enjambre ante acciones gubernamentales se ha notado, por ejemplo, a propósito de las medidas tomadas por la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos socioeconómicos (Sundde) contra panaderías que habían venido abusando de su clientela mediante acaparamiento de materia prima, racionamiento de los rubros de mayor demanda y especulación galopante.

 

Luego de realizar esporádicas inspecciones y aplicar algunas multas, y sin lograr que el sector se pusiera a derecho, la Superintendencia ha procedido a intervenir algunos establecimientos, lo que ha puesto a todo el aparato del sabotaje económico a revolotear y lanzar aguijonazos.

 

Los medios opositores embisten contra la Sundde y –como ya es costumbre- contra las organizaciones populares que participan de la intervención. Uno de esos órganos de manipulación masiva llegó al extremo de decir que uno de los argumentos de las autoridades para sancionar a las panaderías eran las “presuntas colas”. Hasta el día anterior se habían regodeado en esas mismas colas, presentándolas como evidencia del fracaso gubernamental y de la ineficiencia de los organismos supervisores.

 

En tiempos pasados vimos arremetidas similares con respecto a la Misión Barrio Adentro y a la Gran Misión Vivienda Venezuela.

 

La coalición opositora, formada por partidos políticos, empresarios, jerarcas de la iglesia y medios de comunicación, reaccionan también contra cualquier iniciativa del pueblo para librarse del yugo que le imponen los monopolios y oligopolios del sector alimentario. Una muestra de ello es la vil campaña que se ha desatado para, por la vía del terror, disuadir a la gente de consumir yuca, un rubro que ha surgido como alternativa al muy escaso y costoso pan de trigo y a la harina de maíz, cuya oferta controla el magnate cervecero Lorenzo Mendoza.

 

Al detectar que el pueblo se las está arreglando con el noble tubérculo, se han dedicado a atemorizar a las personas sobre la posibilidad de envenenarse con yuca amarga. Una canallada en toda la extensión de la palabra.

 

En algunos casos, el ataque de las avispas de la derecha va contra políticas en las que están participando pueblo y gobierno de manera coordinada, como es el caso de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). En este frente, la ofensiva de los ponzoñosos insectos ha sido inclemente. Tienen buenas razones para esta estrategia. La primera de ellas es que los CLAP han logrado, a pesar de sus deficiencias y desviaciones, mitigar el desabastecimiento y la especulación con los productos de primera necesidad. La segunda es que, lentamente pero a buen ritmo, se han convertido en una forma de organización incluso de comunidades de clase media, que hasta hace unos meses solo se reunían para despotricar del gobierno y del socialismo.

 

Lo positivo de estas reacciones feroces de la derecha ante los avances del gobierno y de las comunidades organizadas –por pequeños que estos sean- es que esa conducta ayuda a saber cuándo una política pública o una respuesta espontánea de la gente van por buen camino. Pican, pana, pican: señal de que están furiosas.

 

(Clodovaldo Hernández / [email protected])