Maurice vive todo el año junto a su dueña en la isla de Oléron. Sin embargo, su canto molesta a los vecinos que solo llegan al lugar durante las vacaciones de verano, por lo que lo denunciaron ante la Justicia. La sentencia se conocerá en septiembre próximo.

 

04 de Julio de 2019 – El juicio contra un gallo denunciado por cantar demasiado temprano por sus vecinos en una isla turística del suroeste de Francia, será resuelto el 5 de septiembre próximo, tras una audiencia en la que el ave fue acusada de «perjuicio sonoro». Maurice, «cansado», no estuvo presente en la audiencia que se celebró en el tribunal de Rochefort (suroeste), como tampoco sus denunciantes, una pareja de jubilados y vecinos suyos durante las vacaciones que pasan en la isla de Oléron.

 

Pero Pompadour y Jean-René, un pollito y un inmenso gallo, sí se desplazaron «en apoyo» de la propietaria de Maurice, Corinne Fesseau, así como una decena de personas, incluida una familia de Costa Rica, que visitaba a unos amigos. El grupo agitó pequeñas pancartas: «Nos importan nuestros gallos insulares».

 

Maurice se ha convertido en un símbolo de la «resistencia» rural en Francia y ha sido incluso portada de The New York Times. Su cacareo al alba molesta a los propietarios de una residencia secundaria vecina en la localidad de Saint-Pierre de Oléron.

 

Para el abogado Vincent Huberdeau, que representa a los demandantes, no es un juicio de «la ciudad contra el campo. Es un problema de perjuicio sonoro. El gallo, el perro, la bocina, la música… se trata de un dossier sobre el ruido».

 

Saint-Pierre de Oléron tiene «casi 7.000 habitantes en invierno y 35.000 en verano», argumentó. «Mis clientes viven en una zona clasificada residencial en el Plano Local de Urbanismo. ¡No es el campo!», dijo.

 

«¡Viva la naturaleza!»

 

Insistió en que no se trata de un conflicto entre «ciudadanos snob y campesinos». «Mis clientes no reprochan al gallo que cante, solo pretenden estar tranquilos entre las 06:30 y las 08:30 horas».

 

«Estoy estupefacto», replicó el abogado Julien Papineau, que defiende a la propietaria y a su gallo. Irónico, añadió: «No estoy muy seguro de que los demandantes se dijeran ‘vamos a comprar una casa en la ciudad, en la isla de Oléron'». «El gallinero se puede desplazar. Pero esto significa que en su lugar, habrá las cajas de pesca de Jacky, el esposo de Corinne Fesseau», dijo. «Pero, ¿soportarán los vecinos el olor?», se preguntó. Y concluyó: «Los gallineros siempre han existido. Entre 40 vecinos, solo molesta a dos».

 

Para la propietaria de Maurice, «el campo tiene derecho a sus ruidos. El gallo tiene derecho a cantar, los gallos no cantan desde las 04:30 de la mañana indefinidamente». «Mi gallo no me molesta. Canta y me digo que está muy bien, ¡que viva la naturaleza!», agregó Fesseau.

 

La criadora Aurélia Schaan-Vozel, que había traído a Pompadour y Jean-René, afirmó: «Estamos aquí porque tememos que el veredicto siente jurisprudencia».

 

Unas 155.000 personas firmaron peticiones en los últimos meses en apoyo de Maurice. Bruno Dionis du Séjour, alcalde de la pequeña localidad de Gajac (suroeste), promueve incluso que los ruidos del campo sean clasificados como «patrimonio nacional» francés.

 

(AFP/Emol)