Cada vez que un medio de comunicación o un influencer de redes sociales dice (por citar solo un caso actual) que la clarinetista Karen Palacios fue privada de libertad “por pensar distinto” no solo están ejecutando una sustantiva e intencional tergiversación de los hechos, sino también están subiendo unos cuantos escalones en la espiral del odio.

 

Quienes tienen la responsabilidad de comunicarse con públicos masivos incurren en una conducta muy retorcida cuando practican la “apología de la apología del delito”. Y lo hacen conscientemente, sin los atenuantes que pueden justificar parcialmente la conducta de los autores originales de los mensajes violentos.

 

La expresión “pensar distinto” remite a posiciones políticas, pero la instrumentista fue procesada y detenida por haber difundido mensajes en sus redes sociales en los que expresaba su deseo de que hubiesen asesinado al presidente Nicolás Maduro y proponía formar grupos de personas para matar a guardias nacionales, integrantes de colectivos “o cualquier mierda de esas”. ¡Vaya pensamiento político!

 

En casos anteriores, los medios han llegado a extremos peores, al intentar meter en la casilla del “pensar distinto” a crímenes horrendos como la quema de personas, otros tipos de linchamientos, agresiones físicas, bloqueo de calles e intimidaciones a personas por su militancia política o por “parecer” que pertenecen a determinados partidos o grupos.

 

Quienes practican la “apología de la apología del delito” saben perfectamente cuál fue la causa del proceso judicial contra Palacios. Pero mienten al decir que fue castigada por su militancia política o por denunciar discriminaciones en la Orquesta Filarmónica Nacional.

 

No se trata solo de usar el caso de la músico para atacar puntualmente al gobierno. Los medios y los influencers sostienen entonces la tesis de que “pensar que Maduro debe morir” es una idea política válida y democrática y que para luchar por esa idea tal vez sea necesario comenzar por matar a unos cuantos militares o civiles. Otorgarle legitimidad a semejantes “puntos de vista” (o el solo hecho de considerarlos puntos de vista) es una actitud fascista, en el sentido clásico de esta categoría política.

Por supuesto que si se fuerza la barra de los argumentos, ciertamente se trata de “pensar distinto” porque somos millones los venezolanos que creemos que la solución a nuestros conflictos no debe implicar la muerte del presidente ni de ninguna otra persona. Este tipo de mensajes viola las normativas nacionales e internacionales, entre otras razones porque pueden desatar incontrolables enfrentamientos entre facciones de la población, tal como ha quedado demostrado en numerosas guerras civiles que han asolado países enteros.

 

Hipocresía extranjera

 

Especialmente inconsistente es la actitud de los medios de comunicación globales con sede en países como Estados Unidos o España, pues los editores y periodistas de esos órganos periodísticos saben muy bien que quien difunda esa clase de mensajes en sus respectivas naciones no solo deben estar preparados para sufrir unos días de privación de libertad, sino que podrían enfrentar largas condenas.

 

En EEUU, los organismos de seguridad han detenido e interrogado incluso a niños por haber escrito un tuit deseando la muerte del presidente. En España se encuentran presos cantantes por piezas consideradas ofensivas para la institución de la monarquía.

 

Doble responsabilidad

 

Grandes medios de comunicación e influencers de medios sociales tienen responsabilidad doble en este tipo de situaciones.

 

En primer lugar, son parcialmente responsables del estado mental de personas que, a su vez, debido a la proliferación de las redes sociales, se han convertido en emisoras de mensajes públicos. El grado de disociación al que ha sido empujada una porción de la población genera casos como el de la clarinetista, una joven con buen nivel educativo y con inclinaciones artísticas que termina siendo agente multiplicador de mensajes de odio y muerte.

 

La segunda responsabilidad de los medios e influencers es la ya mencionada tendencia a hacer “apología de la apología” al mentir acerca de las razones de la apertura de procesos judiciales, y al convertir en héroes y heroínas a los difusores de mensajes de odio.

 

¿Qué pasaría en un caso contrario?

 

Es tan alto el grado de saña el que han sembrado los mensajes del extremismo opositor en un segmento de la población (en el que hay, desdichadamente, muchos jóvenes) que resulta una tarea compleja el refutar sus posiciones radicales.

 

Una forma de hacerlo es imaginar lo que ocurriría si alguna persona del campo revolucionario clamara públicamente por el asesinato de algún líder opositor. ¿Cuál sería la conducta de los medios de comunicación y de los influencers? ¿En cuántos informes sobre violación de derechos humanos se incluiría tal barbaridad?

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)