Patricia Davies supo desde los tres años que era una mujer. Sin embargo, la sociedad le negaba ese derecho, puesto que su cuerpo se había desarrollado con una anatomía masculina y ella decidió ocultarlo. Mantuvo el nombre que le habían asignado, Peter y ocultó su realidad.

 

En total vivió 90 años de su vida con una apariencia que no le correspondía hasta que ahora, por fin, y cuando las circunstancias son más favorables, ha podido emprender el camino de la reasignación de sexo que durante tantos años había ansiado.

 

Una veterana de guerra incapaz de rendirse

La historia de Patricia no ha sido fácil. Durante tres años estuvo enrolada en el Ejército luchando en el Lejano Oriente, India, África Oriental y Palestina. Después de toda esta osadía, volvió a casa y se casó con la mujer que le acompañaría durante 63 años. 

Aunque su esposa al final le comprendió, en un principio ocultó todo hasta en el ámbito privado de su casa. «Ahora me he quitado un gran peso de encima. Vivía una mentira», ha relatado a los medios.

 

Por aquel entonces, mantenía el temor a mostrar su verdadera identidad de género, puesto que podría complicarle enormemente la vida, provocar que su familia le discriminara o ser víctima de agresiones en la vía pública.

 

Y sus temores no eran, en ningún caso, infundados. En una ocasión en la que unos desconocidos la cazaron vestida con unos zapatos de mujer, le arrojaron unos huevos a la fachada de su casa. Por ello, se encerraba poco a poco en sí misma y no enfrentaba la situación. Temía, por ejemplo, que la sometiesen a descargas eléctricas, en referencia a los tratamientos con electroshock que se aplicaban por aquel entonces en contra de las personas transexuales.

 
A pesar de todo ello, ha relatado que durante toda esa época no se sintió infeliz y que aprendió a valorar el lado positivo de las cosas. Sin embargo sabía que algo no funcionaba: «yo habría sido clasificado como homosexual y ya está. Habría tenido problemas en el Ejército y me habrían encarcelado», ha recordado, en referencia a que durante la época de su juventud se desconocía prácticamente al completo el mundo de la transexualidad.

 

Una nuevo renacer con 60 primaveras

Al cumplir 60 años, Patricia finalmente vio la luz. Estaba viendo la televisión cuando vio un reportaje en el que oyó por primera vez la palabra «transgénero». Vio que había personas con una anatomía masculina capaces de vestirse como mujeres. Y por primera vez vio que no estaba sola.

 

«Fui corriendo a por mi esposa y se lo conté todo. Ella fue muy comprensiva conmigo y, aunque acordamos mantenerlo en secreto, ella solía comprarme joyas y me llamaba Patricia», ha relatado a los medios.

 

Lo cierto es que su mujer no tuvo ningún tipo de reparo en aceptar su condición, aunque tuviesen que ocultarlo por miedo a la presión social. A pesar de todo, en ella encontró un hombro en el que apoyarse y jamás le dejó de lado.

 

Tras quedarse viuda, Patricia ha decidido emprender sola, a los 90 años, el duro proceso de reasignación de sexo, en el que nunca se olvida de su mujer: «es lo que ella hubiera querido».

 

Los tiempos cambian y las sociedades avanzan. Frente al rechazo que vivió en su juventud, Patricia ahora solo encuentra apoyo y comprensión entre sus vecinos y conocidos. Incluso ha entrado a formar parte de The Beaunmont Society, un grupo de apoyo a la comunidad trans: «me siento muy aliviada y soy muy feliz de ser aceptada como mujer». Una historia de especial valentía que muestra el coraje de toda una veterana de guerra.

 

(Los Replicantes)

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