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De las casi 40 muertes en las protestas violentas organizadas por la oposición venezolana en las últimas semanas, quizás la que más daño ha hecho al Gobierno de Nicolás Maduro sea la del joven violinista Armando Cañizales, de 17 años. Murió el miércoles pasado en el tercer enfrentamiento de la semana de jóvenes manifestantes anti gubernamentales y la policía anti disturbios. Cañizales se había formado como músico en el famoso Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, gracias al cual decenas de miles de jóvenes de barrios pobres han aprendido a tocar instrumentos y participar en la creaciones la música clásica.

 

El “sistema” encajaba bien en la filosofia socialista bolivariana. Incluso en tiempos de crisis económica los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro han respaldado económicamente este sistema igualitario de enseñanza de la música cuyo alumno más célebre es Gustavo Dudamel, el brillante director de la orquesta filarmónica de Los Ángeles. Dudamel ha colaborado en proyectos de promoción del gobierno venezolano y su espectactacular interpretación del himno nacional al mando de la joven orquesta joven Simón Bolívar se retransmite repetidamente en la propaganda de la televisión pública.

Por eso, la muerte de Cañizales y la reacción del mundo de la música clásica en Venezuela, ha destruido uno de los pocos elementos de la promoción internacional del gobierno. Su muerte se documenta en un video rodado en la autopista entre la Mercedes y Altamira donde la protesta opositora se ha ritualizado y cada día se producen batallas campales entre grupos de jóvenes y la guardia nacional.

 

En un video se ve al joven músico desafiando a los anti disturbios, brazos levantados, con el pañuelo tapando la cara y la máscara antigás colocada. Luego se le ve llevado en brazos hacia una ambulancia y se oyen gritos de «¡Armando! ¡Armando!». Las primeras noticias que se viralizaron en las redes sociales de la oposición achacaron la muerte a una bomba lacrimógena de la policía. El violinista era la última víctima de la violencia desproporcional de “las fuerzas paramilitares de la dictadura chavista”, según se repetían en medios de oposición digitales como La Patilla o Dólar Today.

 

El viernes se celebró un homenaje por Cañizales en el cual la orquesta Sinfónica Juvenil interpretó el segundo movimiento de la Séptima Sinfonía de Beethoven. Después, algunos compañeros del joven violinista protestaron contra el gobierno con pancartas que rezaban: “El Sistema no puede salir igual… Cañizales no era terrorista, solo quería un país (…) sin dictadura”.

 

Pero el golpe de gracia vino cuando Dudamel -un héroe para muchos venezolanos cuyo respaldo al gobierno había sido objeto de duros ataques personales desde la oposición- publicó en su página de Facebook una carta abierta en la cual instó al gobierno de Maduro a responder a la demanda de la oposición de convocar elecciones presidenciales: “Levanto mi voz en contra de la violencia y la represión. Nada puede justificar el derramamiento de sangre. Ya basta de desatender el justo clamor de un pueblo sofocado por una intolerable crisis”.

 

Cañizales fue homenajeado por líderes de la derecha opositora por su valentía ante la “represión brutal de la dictadura”. “Mataron a un chamo de 17 años mientras Maduro bailaba”, tuiteó el diputado de derecha Freddy Guevara, que horas antes había animado a los jóvenes a ser más atrevidos con la policía. “El gas lacrimógeno no hace daño”, dijo.

 

Sin embargo, al igual que en otros momentos en esta crisis, la narrativa de una juventud heroica masacrada por la «dictadura» bolivariana no se atiene a los hechos en el caso de Armando Cañizales. Pronto trascendió que la realidad de la muerte del músico ha sido mucho más compleja.

 

El ministro del Interior, Néstor Reverol, comunicó el jueves que la causa de la muerte no era una bomba lacrimógena sino que se había descubierto una rolinera –una pequeña esfera metálica cromada de ocho milímetros de diámetro- empotrada en el cuello del violinista. Con casi toda seguridad el proyectil no fue disparado por la policía, sino por los propios manifestantes. Ya se sabe que algunos de estos han fabricado armas caseras para su enfrentamiento diario contra la policía. El Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) descubrió seis rolineras iguales en el lugar de las manifestaciones aquel día. “Esos seis plomos fueron disparados contra la policía nacional con un arma no convencional que podría ser una arma de fabricación casera”, explicó el vicepresidente venezolano el viernes. Un fotógrafo de Reuters ha publicado imágenes de una de estas armas caseras en el momento de ser disparada en la manifestación del primero de mayo.

 

Existen ya múltiples pruebas de manifestantes que van armados a las protestas. En cambio, el Gobierno insiste en que no se autoriza el uso de armas de fuego contra manifestantes, por lo que intentan controlar las protestas con agua de propulsión, bombas lacrimógenas y contención física.

 

Cinco efectivos policiales, militares y de la guardia nacional han muerto de tiros durante las manifestaciones. “Hay un grupo legítimo de manifestantes pero lamentablemente hay también grupos extremistas en las protestas y me consta que la oposición les paga; yo conozco a algunos de ellos”, dijo Aarón Troconiz, de 27 años, estudiante de la Universidad Bolivariana de Caracas.

 

“Al músico lo mataron y luego la oposición dijo que fue el gobierno; hay una manipulación sin límites; y para los líderes de la oposición cuantos jóvenes muertos mejor”. El viernes otro joven manifestante, Hecder Lugo, de veinte años, murió en Valencia tras ser alcanzado por un proyectil que según la policía que había dejado “un orificio de entrada y salida”.

 

(lavanguardia.com)