Si un medio de comunicación cierra en Venezuela, se produce una reacción mundial de acusación contra el gobierno, al que se le califica como responsable. Aunque el órgano de difusión haya fracasado por falta de audiencia o de apoyos publicitarios, automáticamente se le anota en la lista de los supuestos atentados contra la libertad de prensa de un gobierno al que se tacha de régimen o dictadura.

 

En esos casos, del mismo modo automático saltan al escenario los vigilantes del derecho a la libre expresión del pensamiento, entre ellos otros empresarios del ramo, organizaciones no gubernamentales financiadas por gobiernos extranjeros (una contradicción flagrante que todo el mundo acepta) y los gremios de periodistas y trabajadores de la comunicación.

 

Pero, ¿qué pasa cuando un medio cierra en Estados Unidos o en algunos de sus países amigos? Pues, no pasa nada, salvo uno que otro lamento plañidero y un gran manto de comprensión y resignación.

 

Veamos un caso en caliente: El icónico medio The New York Times acaba de cerrar su edición en  español y –tal vez porque no han encontrado todavía un aforma de culpar de ello al gobierno de Venezuela- las redes sociales se han llenado de lágrimas y de una gran indulgencia respecto a las razones de la cancelación  del proyecto.

 

Claro, tiene que ser así porque las razones expuestas por los dueños del periódico son de naturaleza brutalmente capitalista: “Si bien el sitio español atrajo a una considerable nueva audiencia hacia nuestro periodismo, y produjo regularmente artículos de los cuales estamos orgullosos, no demostró ser financieramente exitoso”, señaló un comunicado de la gerencia. Dicho de una manera más directa: no da ganancias, se cierra. Punto y fin.

 

Esa, por cierto, es la misma razón por la cual han cerrado la mayor parte de los periódicos, revistas y portales digitales que acá en Venezuela se le atribuyen como víctimas a las políticas del gobierno. El no ser financieramente exitosos es la causa por la cual han dejado de imprimirse decenas de diarios que antes eran excelentes fuentes de ingresos para sus propietarios. Los periodistas con algún recorrido en la profesión saben que es así, lo mismo que quienes han estudiado la profunda crisis que sufre, a escala planetaria, el modelo de negocio del periodismo, debido a los cambios tecnológicos y a la irrupción de nuevas modalidades de comunicación masiva.

 

Business is business

Los comentarios en las redes son, en general, bastante benevolentes. Periodistas y lectores de numerosos países hispanohablantes lamentaron el cierre, reconocieron la labor del equipo que trabajó desde 2016 y desearon a sus integrantes que encuentren pronto otra colocación profesional y una nueva trinchera para presentar sus trabajos.

 

Algunos se atrevieron incluso a explicar que el portal en español fracasó porque era gratuito, es decir, que la empresa incurrió en una fórmula “populista” que afectó su viabilidad financiera.

 

Un lector llamado Juan José Jaramillo expone este punto de vista en un tuit: “Qué desasosiego. Qué desesperanza. Un panorama cambiante al que hay que adaptarse, pero en el que cuesta creer. Va la madre, tenemos que empezar a pagar por todos los contenidos, solo así estas iniciativas existirán”.

 

Otra cuenta denominada El Orden Mundial va en la misma dirección: “Hay una cuestión que todos (medios y lectores) debemos tener claro: si queremos que se haga contenido de calidad en un formato concreto, hay que apoyarlo económicamente. Los lamentos y tweets tras un cierre nunca resucitaron un medio”.

 

La gran condescendencia con los motivos financieros ha dejado casi por completo fuera del foco la situación de los trabajadores. Los amigos y lectores se limitan a desearles suerte en la búsqueda de empleo y aseguran que no tendrán problemas en reubicarse porque son excelentes profesionales.

 

Sin embargo, uno de ellos lanzó el alerta: “El personal está en el aire: la decisión de NY fue imprevista. Hasta hace días, en lo que a mí respecta, los editores estaban conversando nuevos temas y posibles proyectos para meses por venir. No hay información. Nadie dentro encuentra razones”, expresó Diego Fonseca.

 

Añadió que “no cierras un medio porque tus proyecciones financieras dieron mal en tres años: a un medio le toma ese tiempo tomar el primer aire. Quien haya diseñado el plan de negocios en NY tiene la cabeza clavada en un lugar que no es el cuello”.

 

Por supuesto que los gremios de la prensa de Venezuela no tienen manera de ayudar a estos damnificados del capitalismo periodístico. Si el NYT en español hubiese puesto sus oficinas en Caracas, es casi seguro que otro gallo estaría cantando porque la culpa no sería de la mano invisible del mercado, sino de la mano peluda del gobierno.

 

Fracaso político

En Venezuela se tiene otras ideas acerca del intempestivo final del experimento en el que, por cierto, tenían rol protagónico varios destacados periodistas y articulistas nacionales.

 

El viceministro de  Información Internacional William Castillo expresó su tesis en un punzante tuit: “El NYT en español quiebra tras no poder derrocar el Gobierno de Venezuela, a cuya tarea se dedicaba con mercenaria pasión todos los días. Regresan a lo suyo: a desinformar al pueblo estadounidense”.

 

Castillo tocó un punto neural porque el tema Venezuela era uno de los favoritos del portal, siempre con un sentido crítico muy acentuado respecto al gobierno constitucional, igual como ocurre con el resto de la prensa continental y europea.

 

La mayor parte de los articulistas que el NYT en español invitó a escribir en estos tres años son entre rabiosa y moderadamente antichavistas. Como muestra, baste decir que uno de ellos fue Tulio Hernández, el famoso “Sociólogo del matero”, el mismo que invitó a las masas opositoras a ejercer la violencia contra la marchas progubernamentales, con la frase “Se vale hasta materos” con los trágicos resultados que se conocen.

 

El semanario humorístico El Especulador Precoz le dio al asunto una vuelta en su estilo: “El New York Times en español tampoco pudo tumbar a Maduro… y se secó”.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)