La violación y el asesinato de una monja de 61 años en Portugal han provocado no solo una gran conmoción al otro lado de la frontera, sino una oleada de críticas y de polémica que no cesa de crecer día a día.

 

Los hechos acontecieron en Sao Joao da Madeira (en el norte, a solo 42 kilómetros de Oporto) el domingo 8 de septiembre, cuando Sor María Antonia accedió a llevar en automóvil a su domicilio a un hombre de 44 años que resultó ser un toxicómano con antecedentes por violación, secuestro y tráfico de drogas.

 

El individuo, llamado Alfredo, instó a la monja a entrar en su vivienda y tomar un café. Unos instantes después, ella aceptó. Fue entonces cuando, una vez dentro, el vecino de la localidad enclavada en el distrito de Aveiro propuso a la mujer mantener relaciones sexuales. Como recibió una respuesta negativa, la violó antes de ahogarla hasta la muerte y, para colmo, forzó sexualmente al cadáver. Una de las historias más truculentas que han sobrecogido a los ciudadanos lusos en los últimos tiempos.

 

Antonia Pinha, perteneciente a la Congregación de las Siervas de María desde los 20 años, era una religiosa muy popular en la zona, donde todo el mundo la conocía como «la monja motera» por su afición a desplazarse en esos vehículos. Había llegado a los alrededores después de estudiar Medicina en una universidad española.

 

Se da la circunstancia de que el presunto autor del crimen llevaba varios días huido y se había emitido un mandato de busca y captura porque sus delitos anteriores lo convertían en peligroso. Sin embargo, las autoridades no lograban capturarlo. Hacía únicamente tres meses que había salido de prisión y, en esas semanas, ya le habían pillado intentando violar a algunas mujeres.

 

Solo unas horas después de cometer semejante atrocidad, el hombre acabó siendo detenido por la Policía Judicial, mientras que la difusión de la noticia en las televisiones dejó boquiabiertos a los portugueses.

 

«El sistema judicial falló»

 

Por todas estas circunstancias, el obispo de Oporto, Manuel Linda, no ha tardado en reaccionar, con frases como «el sistema judicial falló por completo». Y añadió: «Tuvieron que producirse dos intentos de violación para que, junto a sus propios antecedentes criminales, se emitiera una orden de captura».

 

Más aún, arremetió contra los políticos, las organizaciones en defensa de los derechos humanos y las feministas porque ninguno ha alzado su voz para protestar por este caso de violencia. Y es que, según dijo, «parece que las vidas pierden valor si se trata de personas unidas a la iglesia». Unas palabras que, pronunciadas con una manifiesta contundencia, están sembrando la controversia en Portugal.

 

Cuando se produjo el suceso, la víctima iba en dirección a misa, pero el malhechor se cruzó en su camino y no llegó jamás a la iglesia, lo que desató la preocupación de sus compañeras.

 

No obstante, sobrevuelan varios interrogantes en todo este asunto: ¿Cómo es que la monja aceptó trasladar en su vehículo a un desconocido? ¿Por qué accedió a entrar con él en su domicilio? Las circunstancias del crimen no están todavía claras. La investigación continúa su curso.

 

(ABC)