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La cruenta conjura mediática que ejercen libremente las corporaciones de la comunicación (internas y externas) en contra de Venezuela y su Gobierno no es de reciente data ni tampoco es un caso exclusivo de nuestro país. No obstante, nos focalizaremos en los puntos que atañen a nuestra realidad.

 

Diversos ámbitos estratégicos de la vida nacional (salud, economía, política) han sido usados para trastocar la realidad y, con ello, proyectar a escala internacional un país desdibujado en el caos. Así, poco a poco, se procura posicionar que la Patria de Bolívar habría pasado de ser un «modelo de democracia a seguir» (la del puntofisjismo) a convertirse, con la Revolución Bolivariana, en una suerte de Estado fallido-forajido.

 

Ahora bien, antes de entrar en los acontecimientos actuales es preciso recordar los sucesos ocurridos durante el brevísimo, aunque brutal, golpe de Estado de abril de 2002 cuando un periodista de un canal privado venezolano sentenciaba que desde las filas revolucionarias (para aquel entonces los Círculos Bolivarianos) habrían disparado a mansalva contra «manifestantes opositores pacíficos».

 

No obstante, con la incorporación de nuevas tecnologías de la comunicación y el desarrollo de aplicaciones para la interacción virtual, casi en tiempo real, se ha erigido con mayor vehemencia una sostenida campaña de manipulación y tergiversación que trata de argumentar lo que en el discurso hablado esgrime la contrarrevolución.

 

De esta forma, si nos centramos en estos últimos meses de 2017, desde abril para acá, momento en el cual la derecha sobresalta con su escalada violenta, vemos una reedición del libertinaje mediático con fines golpistas y que claman una intervención de fuerzas extranjeras.

 

A través de las redes sociales Twitter, Facebook e Instagram (estas tres tienen un alcance informativo mayor por poseer millones de usuarios esparcidos por el mundo) se puede palpar lo que hemos, hasta ahora, comentado en líneas anteriores: imágenes trocadas que dan cuenta, por ejemplo, de una supuesta represión por parte de los cuerpos de seguridad y orden público del Estado.

 

Fotografías de personas malheridas producto de una actividad distinta a una manifestación pública son usadas para argumentar la «brutal opresión» del Gobierno. Materiales audiovisuales que cubren los excesos de la fuerza policial y/o militar en otros países (donde en realidad se violentan derechos humanos y civiles) son (des)contextualizados a hechos en Venezuela.

 

De este modo, así proyectan la «dictadura» venezolana en el exterior, mediante el uso de libertinaje informativo y comunicativo, propulsor, además, de una vil guerra psicológica.

 

(LaIguana.TV)

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