Acto fallido, lo llaman en psiquiatría y en psicología; gaffé, le dicen en diplomacia; metida de pata, en lengua coloquial. Algunos autores utilizan también la palabra parapraxis. Esto último suena como una ironía porque el gravísimo desliz freudiano de Lilian Tintori fue sobre la relación de la oposición con los grupos paramilitares colombianos. Es decir, que fue una parapraxis sobre la parapolítica.

 

En rigor es un episodio cargado de ironías. Empezando porque la esposa de Leopoldo López se notaba relajada y segura en su exposición en inglés ante un público encantado de oírla. Al final del día, tuvo que escribir una aclaratoria, atribuyéndole la gaffé a su falta de dominio del inglés.

 

Debe ser duro para la militancia opositora escuchar a una de sus embajadoras favoritas decirles que no domina perfectamente el idioma del imperio. De hecho, uno de los típicos gestos de supremacismo de la clase media antichavista ha sido menospreciar a los dirigentes bolivarianos porque no saben inglés.

 

Los chistes y memes no se han hecho esperar. Fueron varias las referencias a las humorísticas cuñas de los sistemas de aprendizaje de inglés en línea, sobre todo esas en las que un incompetente estudiante de este idioma comete toda clase de  despropósitos. 

 

Más allá de las chanzas, algunos tuiteros, con conocimiento de esa lengua, analizaron el punto donde Tintori dice haber patinado y no encuentran posibilidad de equívoco porque una de las palabra clave es «irregular», que es la misma en español y en inglés, solo diferenciadas en la pronunciación.

 

Más allá de las explicaciones, bastante débiles, de Tintori, la revelación es casi una confesión pública y universal de la absoluta falta de parámetros morales de una dirigencia política que se ha presentado ante el mundo como oprimida por una dictadura, pero mantiene alianzas con los más violentos grupos del paramilitarismo colombiano.

 

La autodelación fue  de tal claridad que incluso algunas piezas del aparato mediático de la derecha no tuvieron más opción que publicarla. Luego trataron -una vez más- de atenuar los daños difundiendo la aclaratoria en la que Tintori atribuye su error al mal inglés.

 

La metedura de pata habría sido de menor profundidad si hubiese ocurrido en otro contexto. Pero sucede precisamente ahora, cuando acaban de hacerse públicas las fotografías y videos que fue muestran cómo Juan Guaidó entró a Colombia en febrero pasado custodiado por cabecillas de la banda narcoparamilitar los Rastrojos.

 

La confidencia que «se le chispoteó» a Tintori sobre el apoyo que recibieron en esos días de parte de los paracos ensambla perfectamente con la denuncia de la ONG colombiana Progresar,  sobre el papel protagónico de los Rastrojos en el traslado de Guaidó a Colombia.

 

También es una razón más para sostener la versión de que los grupos irregulares formaban parte de la fuerza de choque que pretendía ingresar forzosamente a Venezuela, con el subterfugio de la ayuda humanitaria. Fueron esos grupos violentos los que quemaron los camiones que transportaban la supuesta ayuda, acción que le fue atribuida al gobierno nacional.

 

La parapraxis de Tintori agudiza la crisis del liderazgo de Guaidó, que ya se acerca a los nueve meses de su literal aparición en escena, pero aún no ha logrado los resultados acordes con las expectativas creadas, a pesar de que ha contado con el respaldo de muy poderosos factores mundiales.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)