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Salvador Garmendia fue un narrador, ensayista, periodista y académico venezolano, quien hoy día es considerado el mayor exponente de la novela urbana en su país.

 

Nacido en Barquisimeto, el 11 de junio de 1928, en una familia poco favorecida, a corta edad fue afectado por la tuberculosis, enfermedad que lo postró en cama, obligándolo a convertirse en un estudiante autodidacta con gran pasión por la lectura.

 

Según sus biógrafos disponibles, a los 18 años publicó su primera novela El parque, aunque sin mucho revuelo. Poco después se mudó a la gran urbe de Caracas y comenzó a trabajar en la adaptación de guiones literarios y en la locución de radio.

 

Fue también durante esta época cuando se integró al grupo literario “Sardio”, que junto con otros poetas y narradores editaba una revista con el mismo nombre.

 

Cuando se desintegró, en la década de los 60, pasó a formar parte del colectivo “El Techo de la Ballena”, importante grupo influenciado por las vanguardias europeas, dedicado a renovar las letras en Venezuela.

 

De acuerdo con el portal biografíasyvidas.com, con Los habitantes (1961) comenzó a forjar su camino en la novela urbana, género mediante el cual relataba la anónima y marginal vida y ambiente de los mediocres personajes que encontraba en las grandes ciudades.

 

Con la serie novelas de la misma temática, que abarcó toda la década de los años 70, Salvador Garmendia se ubicó dentro del boom literario de Hispanoamérica, en el que ya figuraban otros autores de habla hispana como Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Carlos Fuentes o Mario Vargas Llosa.

 

Resaltan de este periodo Día de ceniza (1963), Doble fondo (1966), La novela en Venezuela (1966), La mala vida (1968) y Difuntos, extraños y volátiles (1970).

 

Con Memorias de Altagracia (1972) marcó un ritmo de ruptura, el escritor regresó a su original Barquisimeto para escenificar los relatos que configuraban la memoria de su infancia.

 

De hecho, toda la obra literaria de Garmendia, incluidas novelas y cuentos, reflejan la exploración y el recuerdo de dos ciudades que con la pluma hizo suyas, Barquisimeto y Caracas.

 

Según la crítica, además de consagrarse como narrador triunfante, Salvador Garmendia fue un maestro del cuento, género en el que cultivó con fecunda creatividad relatos fantásticos.

 

La editorial venezolana El Perro y La Rana recuerda El inquieto Anacobero y otros cuentos (1976), como de sus mejores textos satíricos, a pesar de la controversia de la que fue objeto debido al uso de “malas palabras”.

 

En 1972 recibió el Premio Nacional de Literatura por el libro de cuentos Los escondites, además de haber sido reconocido con el Primer Lugar en el Concurso de Cuentos Juan Rulfo, en París, por Tan desnuda como una piedra.

 

Según medios de comunicación venezolanos, además del periodismo y el ensayo, Salvador Garmendia también incursionó en el guionismo para cine y televisión, de estas facetas destacó su participación en la adaptación de Pobre negro, de Rómulo Gallegos, y el libreto de la película Fiebre, a partir de la novela escrita por Miguel Otero Silva.

 

Salvador Garmendia murió en Caracas el 13 de mayo de 2001, dejando en su haber una obra literaria que hoy representa a su país.

 

(elsiglodetorreon.com.mx)