El miércoles 13 de mayo de 1981 el ciudadano turco Mehmet Ali Agca llegó a la Plaza de San Pedro, en Roma, para ver pasar al Papa Juan Pablo II. Pero Agca no era un peregrino, un creyente, ni mucho menos, pues su intención era mucho más oscura: asesinar al Sumo Pontífice.

 

Agca, un sicario de confesión musulmana que había llegado a Italia via Milán tres días antes, ya se había reunido con dos agentes búlgaros y un cómplice turco para planificar el atentado. La idea era que él y el pistolero Oral Çelik abrieran fuego contra el Papa en la plaza de San Pedro, aprovechando el anonimato de la multitud, y después escaparan a la embajada búlgara aprovechando el pánico generado por una pequeña explosión que ellos mismos provocarían. De ese modo, el 13 de mayo Agca y Celik se sentaron en la plaza simulando escribir postales, mientras esperaban la llegada del Papa. Cuando el Sumo Pontífice finalmente apareció a bordo del Papamóvil, Agca se acercó rápidamente y le disparó varias veces con una pistola semiautomática Browning de nueve milímetros, hiriéndolo de gravedad, alcanzando además a dos espectadores que también resultaron heridos por las balas perdidas del sicario.
 

Ali Agca, tras balear al Papa, intentó escapar del lugar de los hechos, pero fue contenido por varios de los presentes (entre los que se encontraban una monja y dos cardenales), siendo finalmente atrapado por Camilo Cibin, el jefe de seguridad del Vaticano. Además de recuperar la pistola Browning de nueve milímetros, en uno de los bolsillos de Agca se encontró posteriormente una nota escrita en turco que decía: “Yo, Agca, he matado al Papa para que el mundo pueda saber que hay miles de víctimas del imperialismo”. El cómplice de Agca, Oral Çelik, presa del pánico, en tanto, había huido del lugar sin poner la bomba ni abrir fuego. Agca pensaba que había cumplido con su misión de asesinato, pero en la custodia se enteró que el Papa no había muerto, pese a que había recibido cuatro balas, dos de las cuales se alojaron en su estómago, otra en el brazo derecho y la última en la mano izquierda.

 

El Sumo Pontífice, que había perdido casi tres cuartos de su sangre, sufriendo un shock por desangramiento, debido a la perforación intestinal, debió ser sometido a una operación de seis horas que, a la postre, le salvó la vida. El Papa, que estuvo consciente hasta el momento de entrar al quirófano, afirmó posteriormente que presintió que sobreviviría, creyendo de corazón en la intercesión de la Virgen María, Nuestra Señora de Fátima (se dice que, en una de sus famosas apariciones a los tres pastorcitos de la localidad portuguesa de Fátima, la Virgen les habría profetizado a los tres niños que un “Obispo de blanco” sería atacado).

 

Juan Pablo II, que después de ser operado había sufrido una infección por complicaciones por una transfusión de sangre fresca que no había sido suficientemente tratada, comenzó a recuperarse progresivamente, mientras el mundo entero estaba pendiente del destino que le esperaba a Ali Agca, quien declaró ante las autoridades ser “el instrumento inconsciente de un plan misterioso”, cuya naturaleza no pudo ser resuelta por la investigación. En julio de 1981, Agca sería sentenciado por un tribunal italiano a purgar una condena de cadena perpetua por el magnicidio frustado, aunque posteriormente sería indultado en junio del 2000 por el presidente Carlo Azeglio Ciampi, a pedido del mismo Juan Pablo II , siendo posteriormente extraditado a Turquía, donde cumplió otra pena por el asesinato de un periodista en 1979 y por el asalto de dos bancos en los años 70’. Agca, finalmente, sería puesto en libertad en enero del año 2010, después de pasar casi 30 años tras las rejas.

 

La relación que se establecería entre el Papa y su agresor desconcertó a muchos. Después del atentado, Juan Pablo II pidió a los fieles “rezar por mi hermano, al cual he perdonado sinceramente”. Y en 1983 se reunieron para hablar en privado, en la prisión donde Agca estaba preso. En esa ocasión, Agca besó el anillo del Sumo Pontífice cuando terminó su encuentro. Agca, que cuando fue capturado manifestó que “para mí el papa es la encarnación de todo lo capitalista”, en abril de 2005, durante la enfermedad del Papa, rezó desde su cárcel en Estambul por su pronta mejoría. Y cuando el Sumo Pontífice finalmente murió, Agca declaró públicamente estar de luto: “He perdido al Papa, mi hermano espiritual. Me sumo al duelo de mi pueblo cristiano católico”, dijo en una declaración pública.

 

¿Por qué debía morir el Papa?

 

Con respecto a las motivaciones reales del atentado existen varias teorías. La más aceptada por todos afirma que el intento de asesinato se había fraguado en la ex Unión Soviética, por obra de la temida KGB, que habría ordenado a los servicios secretos de Bulgaria y Alemania del Este (RDA) concretar el atentado, debido, entre otras cosas, al apoyo público del Papa a la federación sindical “Solidaridad”, que por esa época hacía tambalear los cimientos del gobierno comunista polaco, cuyas directrices, tal como la de los demás países satélites de la Unión Soviética, eran dirigidas desde Moscú (en 1979 el papa había visitado Polonia y participó en multitudinarios actos a los cuales concurrieron polacos desde todos los puntos del país).

 

Documentos que se recuperaron posteriormente después de la caída del Muro de Berlín desde las dependencias de la Stasi, el organismo de seguridad de la Alemania Oriental, habrían confirmado que el intento de asesinato de 1981 contra el papa Juan Pablo II fue decidido por la KGB soviética y asignado a los agentes búlgaros y de la RDA.

 

Yuri Andropov, jefe de la época de la KGB, se defendió de estas acusaciones afirmando que el atentado a Juan Pablo II era el producto de una “conspiración anglo-alemana” orquestada por la CIA para debilitar la hegemonía soviética en la Polonia católica católica y eventualmente para precipitar el colapso de la Unión Soviética al completo.

 

El mismo Andropov, en todo caso, admitió que una vez había enviado unas reveladoras directrices secretas a los profesores de escuela soviéticos que decía lo siguiente: “El Papa es nuestro enemigo… Sus habilidades especiales y su gran sentido del humor lo hacen peligroso, porque cautiva a todo el mundo, especialmente a los periodistas. Además, siempre busca los gestos superficiales en sus relaciones con la masa, por ejemplo, se pone un sombrero escocés, aprieta las manos de todo el mundo, besa niños, etcétera. Es el modelo de las campañas presidenciales americanas…A causa de las actividades de la Iglesia en Polonia, nuestras actividades diseñadas para ateizar a la juventud no sólo no pueden decaer, sino que tienen que desarrollarse intensamente…Para cumplir este objetivo, todos los medios están permitidos y no nos podemos permitir tener sentimientos”.

 

(guioteca.com)

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