En el laboratorio vivo de la política mundial cada día se pone en evidencia cómo  el capitalismo hegemónico global utiliza -y necesita- cuatro instrumentos que, en teoría, deberían ser neutrales, para consolidar su poder y para destruir a cualquier actor que ose desafiarlo: los medios de comunicación, las redes sociales, los entes diplomáticos multilaterales y las organizaciones no gubernamentales.

 

Ese cuarteto, férreamente manejado por las élites corporativas que dominan al mundo, es imprescindible para mantener en pie la ficción de un supuesto orden democrático internacional.

 

Cada uno de estos cuatro actores tiene sus especificidades, pero también características comunes, que se aprecian claramente en el día a día del planeta. Para resumir mucho podríamos decir que el Cuarteto de la posverdad ensucia o limpia, según sea el caso; y escandaliza o calla, de acuerdo con los implicados.

 

Estas posturas, es necesario repetirlo con fines pedagógicos, siempre están alineadas con las políticas de la élite hegemónica, en particular con las que emanan de Estados Unidos.

 

Nuestra realidad continental es un excelente muestrario. Analicemos:

 

Legitimidad de las elecciones

 

Si Washington dictamina que las elecciones a realizarse en un país no serán libres o legítimas, como ha hecho repetidamente en el caso de Venezuela, los medios de comunicación, los influencers, los funcionarios diplomáticos y las ONG expertas en derecho electoral se ponen de inmediato en sintonía con esa sentencia. Vociferan antes, durante y después de los comicios, cantan fraude y difaman a las autoridades electorales con todos los recursos a su alcance. En cambio, si un determinado país, cuya oligarquía es aliada irrestricta de EEUU, lleva a cabo un proceso electoral bendecido por el imperio, el Cuarteto es solidario. No importa que las irregularidades sean flagrantes, como ocurrió en Colombia y en Honduras. Esos cuatro miran para otro lado, callan lo que saben y silencian a los denunciantes.

 

Soberanía de las decisiones

 

 La élite del capitalismo hegemónico se arroga el derecho a validar o no las decisiones de los órganos soberanos de otros países. El Cuarteto de la posverdad les hace el coro. Si el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela declara en desacato a la Asamblea Nacional, EEUU, los medios, los influencers, los artefactos diplomáticos tipo OEA y las ONG especializadas en derecho constitucional coinciden en que es un exabrupto inaceptable, un golpe de Estado. Si lo hace el gobierno aliado de Perú, cabeza nominal del Grupo de Lima, es el ejercicio de una prerrogativa constitucional.

 

Protesta y represión

 

 Este tal vez sea el punto más descarado de todos. Los superpoderosos del mundo y sus cuatro aliados califican de crimen de lesa humanidad cualquier acción realizada por los gobiernos de países irredentos, solicitan condenas ejemplarizantes para los funcionarios y exigen la libertad de los detenidos, no importa si fueron apresados cuando quemaban vivo a otro ser humano o apuntaban una ametralladora contra una base militar, como ha ocurrido por estos lados. Esos mismos factores y esos mismos aliados, en cambio, justifican las acciones de la policía y las llaman «operaciones de control del orden público ante actos vandálicos» si el gobierno que las ejecuta está, como ocurre ahora mismo en Ecuador, aplicando un paquete fondomonetarista.

 

Particularmente notorio es el cambio de tono de los burócratas multilaterales tipo Michelle Bachelet: preocupadísimos por los guarimberos venezolanos y olvidadizos con las víctimas de la represión y los crímenes de Estado en el mismo EEUU, Colombia, Haití, Brasil y, ahora, en Ecuador, bajo el paraguas del estado de excepción.

 

Injerencia evidente y fake injerencia

 Medios, influencers, diplomáticos y ONG de toda laya se lanzan sin recato a solicitar, avalar y aplaudir las medidas coercitivas unilaterales tomadas por EEUU contra Venezuela. Los expertos entrevistados por los órganos periodísticos y los mismos opinadores de las redes, funcionarios del estilo Almagro y especialistas sesudos apelan a las nuevas doctrinas del injerencismo para legitimar que se pase coleto con los principios de la autodeterminación. En cambio, cuando ocurre cualquier protesta en los países consentidos de EEUU, aun cuando sea por un asunto doméstico como el manejo del dinero de una universidad, el Cuarteto se vuelca a denunciar, mediante recursos fake que tales hechos son fruto de la injerencia cubano-venezolana.

 

Criminalización de países y de líderes

Otra indignante muestra de la alineación de los cuatro factores alrededor de las políticas imperiales ocurre en el tema de la calificación o no de determinados países y líderes como criminales. Por ejemplo, está comprobado que Colombia es la máxima potencia en producción, procesamiento industrial y comercialización de cocaína en el mundo. Pero el Cuarteto sirve de orfeón para demonizar a Venezuela como narcogobierno y presentar a la oligarquía neogranadina como la víctima.

 

A veces, como hecho completamente excepcional, algunos medios desentonan de la orquesta, causando grandes inconvenientes al capitalismo hegemónico y a su Cuarteto de la posverdad. Así pasó con la infame «denuncia» de Iván Duque ante la ONU. Ya  los medios, los influencers, los artefactos diplomáticos y las ONG estaban listas para ensuciar a Venezuela y perfumar a Colombia. Almagro estaba a punto de exigir, de una vez por todas, la invasión de Venezuela, ese  epicentro del narcoterrorismo, cuando a un periódico de Medellín (sabrá Dios por cuál milagroso motivo) le dio por contar la cruda verdad. Cosas raras que pasan.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)