Desde el lunes la ciudad de Santiago de Chile se ve sacudida por masivas protestas de jóvenes estudiantes que irrumpen en las estaciones de metro y saltan los molinetes para no pagar el pasaje que aumentó hace dos semanas.

 

Con el correr de los días la protesta se fue haciendo cada vez más popular, y bajo el llamado de una #EvasiónMasiva, muchas de las estaciones fueron objeto de las protestas estudiantiles, que cuentan con gran apoyo de la población.

 

Desde el jueves el Gobierno de Piñera desplegó un enorme dispositivo policial con los Carabineros a la cabeza que reprimieron a los estudiantes y detuvieron a decenas de manifestantes.

 

Las imágenes de las fuerzas antimotines contra los estudiantes de liceos y universidades no solo no ayudó a la alicaída imagen del presidente sino que generó más simpatía con la protesta estudiantil.

 

Los estudiantes reclaman contra el alza de la tarifa del boleto que hace dos semanas llevó el valor a 830 pesos chilenos (unos 70 pesos argentinos) en horario pico, uno de los precios más altos de Latinoamérica.

 

Los jóvenes otra vez a la cabeza

 

La última década y media vio al menos dos grandes irrupciones de la juventud en la escena política chilena, que amenazaron con sacudir los cimientos de la herencia pinochetista que aún permanece en el país.

 

La primera fue durante la denominada «Revolución de los pingüinos» en 2006 en la que estudiantes de secundaria y primaria salieron a pelear por la derogación de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE), que garantizaba la privatización de la educación de la época pinochetista.

 

La segunda fue durante el 2011, también conocida como «Primavera chilena», en la que miles de estudiantes universitarios protagonizaron una verdadera batalla de meses por la gratuidad de la educación, algo a lo que se opone todo el estáblishment político y económico chileno.

 

Sin llegar al nivel de estos dos procesos, el reciente llamado a realizar «evasiones masivas» contra el aumento del metro, muestra que la juventud en Chile se puede volver a poner a la cabeza de demandas que son sentidas por toda la población. De hecho, en el marco del crecimiento de la cantidad de trabajadores precarios, el aumento de precio de boleto impacta en grandes sectores de los trabajadores y trabajadoras, que en el caso de quienes cobran el salario mínimo ya estaban destinando al menos 15% del total del sueldo para pagar el transporte.

 

Es por esto que los estudiantes secundarios se han ganado la simpatía y el apoyo popular de trabajadores, trabajadoras, mujeres y jóvenes que ya no toleran más ver cómo el Gobierno y los empresarios impulsan diversas medidas que apuntan a precarizar aún más las condiciones de vida; a la vez que se oponen férreamente a reivindicaciones básicas como es la reducción de la jornada laboral (actualmente en discusión en Chile), y responden mediante la represión policial, tal como ha sido denunciado en diversos videos donde se ven carabineros y guardias del Metro golpeando con bastones a menores de edad.

 

El Gobierno de Piñera ha impulsado durante estos dos años una potente línea represiva y criminalizadora contra la juventud y, en específico, contra las y los secundarios, expresada de manera clara en la política represiva hacia los estudiantes del Instituto Nacional. Pero, y pese a esta dura ofensiva, la juventud nuevamente muestra que es un sector clave de oposición al régimen chileno autoritario. Ya lo demostró en el 2006 y, posteriormente, en el 2011, abriendo una profunda grieta y cuestionamiento al régimen que hasta el día no hoy no logran cerrar hasta el final. ¿Se podría desatar un nuevo ’pingüinazo’?

 

Ángela Suárez, editora de La Izquierda Diario Chile, contesta a esta pregunta: «hasta el momento las acciones de evasión y las diversas protestas contra el alza del pasaje tienen aspectos más bien espontáneos, muy progresivos y revulsivos, que muestran el potencial que hay detrás. Tienen como desafío transformarse en acciones coordinadas que reflejen la articulación de distintos sectores de estudiantes, secundarios y universitarios, a través de coordinadoras y asambleas que unifiquen la bronca y el descontento y lo canalicen por medio de un plan de lucha y movilización con objetivos comunes como, por ejemplo, luchar en las calles por un transporte estatal y gestionado por trabajadores y usuarios, codo a codo junto a estos sectores».

 

Además señala que «Para avanzar en este camino no se parte de cero. Se tiene la experiencia de autoorganización y lucha de miles de secundarios que dieron el ejemplo en el 2006, durante la conocida «revolución pingüina», donde un sello que caracterizó esta movilización fue justamente el factor de la autoorganización, que se expresó en la conformación de asambleas en todos los liceos y colegios, y en una asamblea nacional de estudiantes secundarios que unificó las demandas y propósitos. Este es un desafío clave planteado en esta reciente, pero revulsiva, lucha. Cómo transformar la bronca en coordinación consciente, como una vía concreta para frenar el alza en los pasajes y la usura empresarial; para luchar por un sistema de transporte estatal y al servicio del pueblo trabajador y sectores populares; y para plantearse la articulación de movilizaciones en las calles que avancen a cuestionar más profundamente al gobierno de Piñera, unificándose con la clase trabajadora, las mujeres y la juventud precarizada, que hoy exigen reivindicaciones profundas, como la propia demanda por la reducción de la jornada laboral».

 

(La Izquierda Diario)