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El pasado sábado 27 de mayo, el militar retirado Danny Subero se encontraba en el homenaje a Manuel Sosa, opositor asesinado en Valle Hondo, ciudad de Barquisimeto, estado Lara, en circunstancias aún no esclarecidas.

 

En ese momento Subero fue increpado por las personas presentes en el acto por considerarlo un «infiltrado» debido a que supuestamente tomaba fotos con su celular. De acuerdo a medios locales, esas fotos eran a modo de «selfie», aunque ampliamente fue reseñado por los medios antichavistas como una forma de identificar a los presentes.

 

Sea cual sea la versión real de este contexto, Subero fue inmediatamente golpeado por los presentes, convertidos en turba, hasta terminar con su vida después de dispararle en dos ocasiones.

 

Algunas de las fotos retratan los sucesos con una extrema crudeza al mostrar al teniente retirado sangrando y rodeado por una turba salida de control.

 

De más está decir que este linchamiento ocurre en un contexto por demás demostrativo, ya que en días previos los dirigentes de la MUD habían alertado sobre la supuesta presencia de «infiltrados» en sus manifestaciones, alentando irresponsablemente cualquier tipo de desborde violento luego de la quema de dos jóvenes sospechosos de chavistas en sus protestas en Altamira, Caracas.

 

El desmarque y la incapacidad de conducir a su propia tropa

 

Como es normal en este tipo de sucesos, el grueso de la dirigencia antichavista huyó hacia adelante condenando el asesinato de Subero, y calificándolo como contraproducente para «su resistencia no violenta contra el régimen». Los tuits de Freddy Guevara, dirigente de Voluntad Popular, son lo más representativo referente al caso:

 

Sin embargo, son las respuestas a Guevara lo que más ilustran el momento actual de la dirigencia opositora, incapaz de conducir a su propia gente para disuadirla de cometer hechos de extrema crudeza que los dejen expuesto ante la luz pública. Para muestra un botón:

 

Tanto es así que un día después del asesinato de Subero, sus mismos seguidores volvieron a repetir la misma conducta con dos hombres presentes en la vigilia por la muerte de César Pereira, estudiante asesinado por una metra en el estado Anzoátegui.

 

Esta vez fue María Corina Machado, dirigente de Vente Venezuela, la encargada de avalar el amedrentamiento de estos dos hombres por ser supuestos policías de Anzoátegui:

 

Legitimación y desbordes violentos

Pese a que la dirigencia antichavista aplica un doble estándar respecto a estos sucesos, que incluso llegan a ser condenados por algunos, lo cierto es que sus mismos seguidores se encuentran de acuerdo con estas prácticas violentas en un contexto en la que sus propios medios y formadores de opinión los legitiman.

 

En este contexto, además, son muchos los casos que demuestran una secuencia similar y repetitiva que muestran un rasgo sistemático que permiten calificar a estos hechos como crímenes de odio.

 

En esta tribuna hemos alertado sobre la existencia de una tendencia en esta dirección, que no hizo más que profundizarse y agudizarse con siete asesinatos de chavistas, y la quema en Altamira de dos jóvenes sospechosos de serlo.

 

Sin embargo, en las últimas semanas esta tendencia se ha expandido hacia la Guardia Nacional Bolivariana, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y toda fuerza estatal de seguridad a cargo del control de las protestas violentas.

 

De más está decir que este tipo de comportamiento no es casual, más bien es una forma de promover la división entre los propios venezolanos a partir de líneas políticas e identitarias, como ya se ha manifestado en otros países donde han arreciado guerras con características similares a la actual situación venezolana, como Yugoslavia, Ucrania y Siria.

 

Por lo que entre las formas de detener este comportamiento se consideran el masivo rechazo de estas acciones y la actuación diligente de los organismos del Estado, para que este tipo de hechos no queden en la impunidad y el olvido.

 

(Mision Verdad)