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La oposición quiere contarnos el cuento del diálogo pelón.- La actitud de la oposición respecto a la necesidad de conversar democráticamente con el Gobierno bien podría llamarse “el cuento del diálogo pelón”.

 

El asunto nos remite a la infancia, aunque tal vez solo a la infancia de la gente analógica (medio vieja o definitivamente vieja), pues las computadoras, los videojuegos y la TV por cable han liquidado muchas de esas venerables narraciones ancestrales, o bien las han sustituido por otras, suerte de comida chatarra de la tradición. Bueno, lo cierto es que antes se hablaba del “cuento del gallo pelón”, que era el de nunca acabar o, mejor dicho, el de nunca comenzar. Te preguntaban: “¿Quieres que te cuente el cuento del gallo pelón?”, y si decías que sí, te respondían algo como: “No entendiste la pregunta, yo lo que quiero saber es que si quieres que te cuente el cuento de gallo pelón”. Y lo mismo daba si respondías no, tal vez o vete al carrizo, el bromista no hacía más que repetir la pregunta.

 

La oposición se pasa la vida clamando por el diálogo, denunciando que el Gobierno no quiere dialogar, yendo a las grandes capitales del mundo (¡qué lucha tan fuerte!) a pedirle a las autoridades de otros países, de organismos internacionales y de sospechosas ONG que le exijan al Gobierno de Venezuela que dialogue con sus opositores. Pero cada vez que se plantea de manera concreta sentarse a conversar, con lugar, fecha y hora, salen con algún argumento rebuscado para patear la mesa de reuniones y, de paso, victimizarse.

 

No es nada nueva esta práctica del funesto antichavismo. Después del golpe de 2002 fueron llamados al diálogo por el presidente Chávez, literalmente con un Cristo en la mano. Fueron pasando de un subterfugio a otro mientras se recuperaban del nocaut recibido, y cuando se sintieron fuertes de nuevo, rompieron toda posibilidad de conciliación al perpetrar el paro-sabotaje petrolero y patronal.

 

Lloraron tanto en los escenarios externos que el diálogo tuvo que entablarse con supervisores internacionales. Hicieron venir a César Gaviria y a Jimmy Carter supuestamente para obligar a Chávez a negociar, y terminaron caceroleándolos e insultándolos en los restaurantes del este de Caracas.

 

En tiempos más recientes, hicieron toda clase de pataletas pidiendo diálogo y cuando el presidente Nicolás Maduro los llamó al Palacio de Miraflores para conversar en cadena nacional de radio y televisión no pasaron de la primera jornada. Mientras el ala pirómana intentaba “La Salida”, el ala moderada-taimada salió corriendo, vociferando consignas gastadas y poniendo condiciones inaceptables en beneficio de los violentos.

 

Hasta el sol de hoy seguimos en lo mismo. Cuando se anunció que vendrían los cancilleres de Unasur,  las fuerzas opositoras comenzaron a cacarear. Dijeron que querían hablar, dar su versión, cantar sus verdades. “Vengan, pues”, les respondieron los ministros. Algunos asistieron, otros no. Uno dice que a mí no me invitaron y pone cara de ofendido; el otro dice que fue un encuentro demasiado informal para su gusto. Se pelean entre sí (el diálogo interno tampoco les funciona, tal parece), insultan a los visitantes, amenazan con quejarse con su papá (Estados Unidos). El objetivo es evidente: bloquear el verdadero diálogo porque esa imagen sería incompatible con la que quieren transmitir de Venezuela, país en llamas y Estado fallido.

 

La característica está estampada en el ADN de la contrarrevolución. La prueba es que desde  muy jovencitos son así. En 2007, los chicos universitarios que incubó el padre Ugalde exigían ser escuchados. Se les ofreció nada menos que el escenario de la Asamblea Nacional, con transmisión de radio y TV. Huyeron despavoridos para refugiarse en Globovisión (¡Otra espantada más!). Hoy, todo sigue igual: la ministra de Interior, Justicia y Paz invita a su despacho a los dirigentes estudiantiles opositores, entre ellos los integrantes de la recién electa directiva de la Federación de Centros Universitarios de la UCV. Cuando ya todo está listo para el encuentro, uno de sus líderes sale a poner condiciones, a exigir antes de sentarse a la mesa. Se escabullen de cualquier posibilidad de confrontar ideas con los representantes de la Revolución, y simultáneamente escriben en sus cuentas de Twitter que “este rrrrégimen no quiere diálogo”, y se van a declarar a CNN que la almiranta en jefe Carmen Meléndez es una versión doñita de Pedro Estrada… Son historias especialmente concebidas para tiempos digitales, versión Smartphone, con fotos en Instagram, para televisores en alta definición, pero, a fin de cuentas, es el mismo viejo cuento del gallo pelón. ¿Quieres que te lo cuente?

 

(Clodovaldo Hernández/[email protected])