Un columnista ruso reflexiona sobre la memoria estadounidense en una época en la que se puede encontrar prácticamente cualquier información en línea.

 

Según un estudio de la compañía francesa Ifop, solo el 26% de los estadounidenses han oído hablar del bombardeo de Yugoslavia por las fuerzas de la Otan en 1999.

 

«Puede parecer que los ciudadanos de Estados Unidos decidieron olvidarse de lo que les da vergüenza. Pero, de hecho, esta ignorancia tiene razones completamente diferentes», escribe el comunista del diario ruso Vzglyad, Stanislav Borziakov.

 

Recuerda que a pesar de 600 bases militares de EEUU en todo el mundo y enormes fondos sin precedentes que se gastan anualmente en diplomacia y «poder blando», en su mayor parte, los estadounidenses están poco interesados en la política exterior.

 

Si el sistema soviético suponía que el futuro graduado debería tener un conjunto de conocimientos de una amplia variedad de esferas, ser inteligente en el sentido amplio, el sistema educativo estadounidense implicaba un énfasis en las calificaciones profesionales y el conocimiento sobre la organización de la vida dentro de EEUU.

 

En términos generales, un ciudadano estadounidense conoce el apellido de su congresista, la tasa de impuestos en su estado y el conjunto de leyes locales, pero relaciona la política exterior con el campo del conocimiento humanitario general, que es completamente inútil en la vida cotidiana, afirma Borziakov.

 

«Para que un evento fuera de EEUU se convierta en parte del equipaje de información de un estadounidense, debe estar debidamente mitificado. El mito yugoslavo elaborado por el Pentágono suena brevemente así: los serbios malvados intentaron matar a todos sus vecinos y construir su imperio en los Balcanes, pero Washington y sus aliados europeos les impidieron hacerlo», prosigue el columnista ruso.

 

Según su punto de vista, para comenzar el proceso de reconciencia de un mito lanzado desde arriba es necesaria una condición importante: esta o aquella guerra debería afectar los intereses de un estadounidense común. Debe lastimarlo y así despertar interés en sí misma.

 

«Los conflictos yugoslavos no encajan en esta categoría, principalmente porque la nación estadounidense no los pagó con sus propios cadáveres. Esto hace que la guerra parezca falsa, de tercera categoría, poco interesante, a diferencia de las guerras en Corea, Vietnam o Irak. La ausencia real de bajas estadounidenses en los conflictos yugoslavos proporciona la existencia al vil mito, y permite a la memoria nacional ignorar con calma el crimen de guerra, que es la verdadera historia del ataque de la Otan contra Yugoslavia», concluye Borziakov.

 

(Sputnik)