Los problemas se le amontonan a Donald Trump. Apenas una semana después de que los demócratas iniciaran un proceso de impeachment a raíz de una conversación telefónica en la que el presidente solicitaba a su homólogo ucranio, Volodímir Zelenski, que investigara a su rival político Joe Biden, The New York Times ha publicado este lunes que aquel uso de la diplomacia de alto nivel al servicio de sus propios intereses políticos no fue un caso aislado. Citando a dos oficiales anónimos, el prestigioso diario asegura que el presidente Trump presionó al primer ministro australiano, Scott Morrison, en el curso de otra llamada telefónica, para que ayudara al fiscal general estadounidense, William Barr, a recoger información con la intención de desacreditar las pesquisas sobre la trama rusa. El Gobierno australiano ha confirmado este martes lo difundido tras afirmar que siempre han estado listos «para asistir y cooperar con los esfuerzos para arrojar luz sobre asuntos que están bajo investigación».

 

 

Las similitudes con la llamada que originó el arranque el pasado martes del proceso de destitución son evidentes. No solo es la supuesta solicitud a un Gobierno extranjero para perjudicar a sus rivales domésticos. Sucede que también en este caso, según las dos fuentes del Times, la Casa Blanca restringió el acceso a la transcripción de la llamada a un pequeño círculo de ayudantes del presidente, una decisión irregular que también se habría tomado, según el denunciante anónimo del caso de Ucrania, para la conversación con Zelenski. Por último, el nuevo episodio mostraría, también en este caso, hasta qué punto el fiscal general ha sido un aliado clave de Trump para tratar de demostrar el supuesto origen corrupto y partidista de la investigación sobre la injerencia rusa en las elecciones estadounidenses. En el caso de la conversación con Zelenski, según el registro de la llamada desclasificado la semana pasada, Trump pedía al presidente ucranio el «favor” de ayudar a Barr, después de haber mencionado la ayuda militar que Estados Unidos presta al país exsoviético y que el presidente había pedido congelar semanas antes.

 

La conversación con Morrison se habría producido en las últimas semanas, según el Times, a petición del propio Barr y explícitamente para pedir la ayuda de Australia en la revisión que el Departamento de Justicia realiza de la investigación de la trama rusa. Barr puso en marcha dicha revisión a principios de este año, al ser nombrado por Trump al frente del Departamento de Justicia, para tratar de determinar si los agentes de inteligencia actuaron de manera inapropiada al decidir, en el curso de la campaña de 2016, lanzar sus pesquisas sobre si el equipo de Trump conspiró con Rusia en su injerencia en las elecciones.

 

Desde entonces, la frase de “investigar a los investigadores” se ha convertido en una consigna repetida en los mítines del presidente. La investigación oficial de la trama rusa concluyó el pasado mes de abril con el informe de 484 páginas en el que el fiscal especial Robert Mueller confirmaba una operación masiva de injerencia en las elecciones orquestada por Moscú, pero no hallaba pruebas de conspiración por parte de Trump y su equipo, y no entraba a valorar si el presidente obstruyó a la Justicia durante el proceso.

 

Aunque el informe no menciona a Australia expresamente, la investigación de Mueller confirmó que el país desempeñó un papel central en los orígenes de la investigación del FBI sobre la trama rusa. El australiano es el “Gobierno extranjero” que, según el informe, dio pie al FBI a “abrir una investigación sobre si individuos asociados con la campaña de Trump estaban coordinándose con el Gobierno ruso en sus actividades de injerencia”.

 

Fueron oficiales australianos, tras un encuentro en Londres en mayo de 2016 con el consejero de campaña de Trump George Papadopoulos, quienes contaron al bureau que el Gobierno ruso habría realizado acercamientos a la campaña del hoy presidente de cara a la difusión de información perjudicial sobre su entonces rival demócrata Hillary Clinton. Por eso, de alguna manera, lo que el presidente habría pedido al primer ministro australiano en la llamada telefónica denunciada por el Times es que investigara a su propio Gobierno.

 

(El País)