Por novena vez se ha realizado con éxito el Festival Otro Beta en el que se han expuesto numerosos talentos venezolanos en géneros de la música alternativa urbana, principalmente juvenil. Uno de los organizadores de este encuentro cultural, Rubén Loaiza, más conocido como Kronopio, conversó con LaIguana.TV sobre esta novena edición y respecto a la ancha franja que hay entre lo musical y lo político.
A continuación, una versión de la entrevista:

 

-En un año tan difícil para el país como ha sido 2019, ¿cómo es posible hacer un festival?

 

-Precisamente porque ya tenemos nueve años ininterrumpidos de experiencia en este tema, de la crisis, de la situación económica, de la necesidad de prepararnos para situaciones adversas, difíciles. También durante estos nueve años hemos ido conociendo a muchos factores importantes para la construcción de un festival, y nos hemos ido hermanando también con otra gente. No es algo que hagamos solos los integrantes del equipo de producción de Otro Beta. Año tras año se van sumando nuevas voluntades, equipos de trabajo para distintos aspectos y eso hace que la labor sea un poco más fácil. Si decaemos y decimos que este año no lo vamos a hacer, siempre hay una generación nueva que se incorpora al equipo de producción y dice que sí hay que hacerlo, que tenemos que darle una vuelta, ver cómo nos inventamos algo, pero el festival tiene que hacerse. También es muy importante el público porque desde principios de año comienza a preguntar por el festival. Siempre lo hacemos en noviembre y en el año vamos pasando altos y bajos.

 

-Este año hubo grandes dificultades a escala nacional, como el bloqueo económico y las sanciones, pero ustedes han tenido años difíciles en lo más particular, como 2017, cuando incluso les quemaron su sede en Maracay…

 

-Sí, es cierto. Aquí cabe perfectamente la expresión de que esa fue nuestra prueba de fuego, y logramos superarla renaciendo como el Fénix.. Aunque ese hecho fue directamente contra nosotros, no nos afectó tanto como el darnos cuenta de que en Venezuela había personas dispuestas a quemar vivos a otros seres humanos. Eso fue lo más impactante. ¿Cómo un ser humano puede ver que algo así ocurre y callar? Eso también nos permitió darnos cuenta de la gran cantidad de amigos, amigos, hermanos, hermanas, de aliados que tenemos en esta dinámica de los festivales. Recibimos la solidaridad de muchos artistas, no solo de los que coinciden con nuestras posiciones políticas, sino también de otros que ven en nosotros una plataforma para la difusión del arte, la cultura, la música. Recibimos apoyo de gente de todo el país y de festivales de otros países Ese año fue bastante difícil para todos, pero en particular para el Festival Otro Beta, y nos sirvió para retomar con más fuerza. La misma fuerza que nos ha empujado este año 2019 a desarrollar el Festival Otro Beta, a pesar de todas las dificultades. Sorteándolas nos hemos fortalecido. Por ejemplo, la parte principal de nuestro equipo técnico es de Yaracuy, tienen un colectivo allá que trabaja en un proyecto de sound system en un mercado popular y desarrollan actividades culturales diversas a lo largo del año. El equipo de Comunicación audiovisual es de Guacara, es un colectivo llamado ZPG. Obviamente seguimos también los que hemos estado en la Producción: Tiuna El Fuerte, La Iguana y el Festival Otro Beta seguimos haciendo todo lo necesario para que le festival salga lo mejor posible dentro de las condiciones que tenemos.

 

-Una cosa es la expresión musical de cada uno de los cultores participantes y otra es la posición política. ¿Cómo hacen para conciliarlas?

 

-Siempre hemos puesto nuestros valores sobre la mesa, nuestra forma de pensar. Hemos sido lo más objetivos posibles en los momentos en que las cosas se han desajustado, por un lado o por el otro. Hemos siempre hecho un llamado a la paz, creemos fuertemente en el poder del amor, del respeto, de la solidaridad. También hemos procurado sintonizar con los valores de otros artistas, cultores, programadores, mánagers o productores, más allá de las posturas políticas. Por ejemplo, la preservación del ambiente, la no destrucción de nuestro planeta, el respeto al derecho de los animales, la igualdad de género, el reconocimiento de la diversidad, el respeto a la vida humana. No se presenta en el Festival Otro Beta un artista que llame a quemar o asesinar a otro ser humano porque sea vegano, santero o del Magallanes… El cierre del festival siempre se hace en la Maestranza (César Girón) que es una plaza de toros. Este año no se pautó allí porque es un lugar que está en las obras de Venezuela Bella. Pero los artistas que han participado en esos cierres de la Maestranza han estado, igual que nosotros, en contra el maltrato animal. Hay diferencias políticas, pero hemos mantenido siempre el respeto. En los momentos más difíciles, en los que la situación del país ha sido de más conflicto, hemos apostado a generar espacios para que este tipo de cosas puedan solventarse. Por ejemplo, en 2014, cuando hubo guarimbas, desde el Festival Otro Beta convocamos unas mesas de trabajo para jóvenes chavistas y no chavistas. No queríamos llamarlos así, pero era la forma más directa de decirlo. No podíamos irnos por los rincones porque la situación ameritaba ser directos. Reunimos a los jóvenes para enfrentar esa situación y de ahí resultó un festival de un fin de semana que desarrollamos entre todas y todos que se llamó “Aragua en Pazta”, jugando con la palabra paz. Fue una experiencia importante porque nos permitió conocernos, reconocernos y que en años siguientes, algunos jóvenes que habían estado en esas guarimbas, asumieran una actitud diferente. Por ejemplo, en los sucesos de 2017, algunos de ellos me llamaron y me dijeron: “Tú sabes cuál es nuestra posición, que no estamos de acuerdo con este gobierno, que queremos un cambio, que estamos cansados, pero jamás vamos a participar en actos violentos como estos”. Recuerdo que les dije que el tema no era solo que hubiesen quemado el local del Otro Beta, sino que estaban quemando a otros seres humanos, y ellos dejaron claro que no estaban de acuerdo con ese tipo de acciones.

 

-Otro aspecto polémico respecto a este tipo de festivales es sobre los géneros que participan. Algunos de ellos, como el hip-hop, el trap o el rap, en la mayoría de sus expresiones, son elementos de alienación de la juventud, productos de la industria cultural. ¿Cómo logran que esas expresiones sigan produciéndose, pero que no contribuyan a reforzar la alienación?

 

-El punto básico es que el género no es el responsable. Yo estudié en un colegio católico en el que tenía que ver clase de Educación para la fe, y donde estaba prohibido forrar nuestros cuadernos con las revistas de rock que nos gustaban, que traían afiches de Gungs, Slayer, Deicide y Sepultura (que es la que más me gustaba y me gusta) porque cuestionaban al género. Ahora ya no es el rock, sino el trap. Si fuera el género el que aliena, no nos encontraríamos con cantantes como Rubén Blades, un comunicador de la no-realidad de Venezuela. No he leído aún nada que haya dicho con esa misma fuerza respecto a lo que ha ocurrido en Ecuador, Bolivia, Chile… Así nos vamos a encontrar a muchos en diversos géneros. No fueron el rap ni el trap los que estuvieron presentes en el Concierto de la frontera que organizó esta empresa de Virgin (Richard Branson). Tampoco es el género el responsable del aumento de la violencia en los barrios. Si queremos meternos en detalle de eso vamos a encontrar cantantes de salsa muy buenos que piensan en su barrio, en su comunidad, en su país, en no venderse a otros intereses, pero también vamos a encontrar otros, muy buenos también, a los que solos les importa su carrera y sus ingresos. Lo que ha hecho Rubén Blades ha sido siempre en el mismo género. El problema está es en la industria que está detrás de los artistas, y en esos vacíos que a veces nosotros mismos dejamos. Cuando digo nosotros me refiero al gobierno, a las instituciones, a la revolución. Esos vacíos que dejamos los aprovecha el sistema para convocar a los músicos, para decirles “vente para acá, porque allí donde estás no hay las condiciones para ser lo que tú quieres ser”. Y lo que ese artista quiere ser, en principio, no es un vendepatria. Lo que quiere ser es un artista, cantar su vivencia, la realidad de su barrio, de su comunidad, a los animales, a la novia. Para hacerlo hay unas plataformas, unos circuitos, unos lugares. Si no encuentra oportunidades, aparece otro que le dice: “estás perdiendo tu talento, ¿qué vas a hacer toda la vida cantando Pedro Navaja o Pablo Pueblo?, puedes seguir cantándolo, pero vente para acá y conoce este otro mundo”. Por eso es importante desarrollar una plataforma cultural, una industria musical. Varios países lo han hecho, aparte de Estados Unidos, uno de ellos es Cuba. Es capaz de producir a sus artistas y de recibir a los de otras partes y que, por ejemplo, van a La Habana a rodar sus videoclips. Nosotros pudimos darnos cuenta de la importancia que tiene eso cuando viajamos a varias ciudades de EEUU y a Europa, siendo yo DJ de Bituaya. Entonces, insisto en que el problema no es el género, sino la industria que está detrás. No debemos atacar al género ni al cultor. Así como tenemos que entender el momento en que nos encontramos para los asuntos políticos, también debemos hacerlo para lo artístico, para lo cultural. Y estos son los géneros que están en boga actualmente. Debemos tener clara la importancia de los mercados culturales, saber dónde podemos colocar cada pieza. Nosotros vamos regularmente al Circular, un mercado cultural que se hace en Medellín y allí en las discusiones se debate también sobre los pocos espacios que van quedando para que se presenten los grupos, sobre todo para los artistas nuevos. Sabemos de la importancia que tienen los locales nocturnos, los circuitos de bares. Suena Caracas tiene este año uno. Eso es importante.

 

-¿Cómo ha afectado la migración a los músicos que alguna vez participaron en Otro Beta? ¿Qué se sabe de los que se han ido?

 

-Como todo. Igual como hay médicos que se han ido y están muy bien como médicos, y otros que no han corrido con la misma suerte. Hay artistas que han continuado sus carreras. A muchos de ellos, con quienes he hablado, les ha resultado difícil por la nostalgia, por extrañar, pero muchos continúan haciendo música. Otros han tenido que dedicarse a otras actividades. Sin embargo, de vez en cuando mandan una canción o graban un video. Algunos se han fusionado con bandas y así han continuado avanzando. Otros han comprendido que también existe la opción de la docencia y se han dedicado a dar clases. Y, bueno, están los que han tenido que tomar otros oficios, sobre todo por las condiciones difíciles que existen en esos países y que pocas veces se cuenta esa otra parte de la historia. Me parece que la migración nos ha servido a todos para madurar. Para quienes estamos aquí y creíamos que era fácil afuera, y para los que se han ido, porque se han dado cuenta de esa situación de los otros países y han podido valorar lo que ha existido en Venezuela. Creo que todo esto deberíamos hacerlo sin tanta etiqueta de la migración como algo terrible, sin este bombardeo que ha existido, sino que tengamos la posibilidad de viajar, tener conciertos, giras, ir, venir, conoce, hacer featuring, intercambiar con otros artistas.

 

-¿Qué ha pasado con las bandas que han participado en estos nueve años?

 

-Algunas ya no existen. Eso debemos decirlo. En eso hay una parte de responsabilidad nuestra, como festival, como país, como gobierno. Vuelvo al tema de generar las condiciones, sobre todo si entendemos que es muy importante el arte y la cultura para el desarrollo de un país. Esas condiciones debemos generarlas con las particularidades. No podemos decir que no se hayan generado en absoluto. Sí se ha hecho. Pero no es lo mismo generar condiciones para el Sistema Nacional de Orquestas que para estos otros géneros. Es música, es arte, es cultura, pero tienen otras características muy específicas y debemos ver esos detalles. No todos los jóvenes de Venezuela queremos formar parte del Sistema Nacional de Orquestas o de determinado Corazón (Llanero, Salsero) que son misiones que se han venido desarrollando con muchísimo éxito, sobre todo formando semilleros que van a dar sus frutos más adelante. En el caso nuestro (el de las bandas que acuden al festival) tenemos unos frutos maduros y hasta algunos ya caídos del árbol. Todos deben tener un tratamiento. No es lo mismo la semilla que voy a comenzar a regar que el mango a punto de caer o que ya cayó. Tenemos que entender que hay una gran diversidad de jóvenes en todos los sentidos. No todos son de la JPSUV o pro-oposición. Hay muchos que a pesar de la situación política y económica se han mantenido en el país. Hay muchachos que son hijos de padre y madre cristianos, pero les gusta bailar su reagetón. O su papá y su mamá son chavistas, pero a ellos les gusta ir para una discoteca del Este de Caracas. Los venezolanos tenemos esa mixtura. Nosotros en Otro Beta pensamos en ese grupo de jóvenes porque el festival es para todos y todas. Presentamos artistas de posiciones políticas distintas, de géneros musicales distintos, unos que viven acá, otros que se han ido, unos de la región central, otros de los llanos (como Campesinos Rap). Nosotros somos esa diversidad. Alguna gente se asusta porque dice que este es un festival chavista. El que yo tenga una posición política no significa que el festival sea solo para quienes la comparten. Yo como carne y si voy a hacer una presentación en un espacio vegano no voy a llevar algo que vaya contra las ideas de quienes lo frecuentan. No porque sea ateo tengo prohibido entrar a una iglesia o reunirme con un padre. En las familias se ve esto: un 24 de diciembre ser reúnen todos y está el que quiere oír reagetón y el más chamito que quiere poner su trap, y la mamá que quiere poner su salsa, o mi mamá que quiere poner su cumbia o vallenato, y mi papá que le gusta la Billo o Los 50 de Joselito. Está la mesa donde está una hallaca para los que comemos carne y otra parte para los invitados veganos. Puede salir la discusión política o no o sobre el calentamiento global… o simplemente, vamos a ver cómo se baila trap o Los 50 de Joselito. Así deberían entenderlo los que tienen la responsabilidad de construir estas condiciones. Sigue teniendo vigencia un documento que presentamos una vez como Tiuna El Fuerte, titulado Más allá de Chino y Nacho. Fue para un 12 de febrero, un acto conmemorativo de la Batalla de la Juventud que provocó todo un revuelo porque invitaron a Chino y Nacho. Nosotros dijimos entonces que el tema no eran ellos, como tampoco es el género. El tema es construir las condiciones para que esos Chino y Nacho existan también de este lado. No es que ellos nacieron con agua mágica. Son iguales que muchos de nosotros, pero detrás de ellos se fueron generando las condiciones para que ahora digamos: “¡Wao!”. Bueno, hay que construir esas condiciones. No se trata solo de grabar un disco… Ese año se hizo una convocatoria a un debate de la juventud. Nosotros decíamos que para llamar al concierto había amplitud, al punto de incluir a Chino y Nacho, pero para el debate sobre la juventud y sus problemas, condicionamos la convocatoria. No tenemos esa disposición a ceder para tener un primer contacto. Es como si yo voy a conocer a los papás de una muchacha que me gusta, y sé que son conservadores, tengo que quitarme el percing, cubrirme los tatuajes, recogerme el cabello. No se trata de fingir algo que no soy, sino lograr un acercamiento, evitar un rechazo. Digo esto porque no podemos pensar que vamos a convocar a esta gran diversidad que es la juventud con el logo del partido político, con los colores del partido político, con la canción del partido político. No se trata de renegar lo que soy, sino tener respeto por esa otra persona que tiene otra posición, una persona que ha sido bombardeada por años. La idea es crear condiciones mínimas para estrecharnos las manos y, después de un tiempo, darnos cuenta de todos los puntos en los que coincidimos y de lo mínimas que son aquellas en las que no coincidimos. Además, es importante reunirse con los que no creen en esto para que nos expliquen sus dudas. Si solo nos reunimos con los que creen en esto, nos van a decir que lo que hacemos está bien y eso puede ser un error. En ese sentido, valoro los esfuerzos que se están desarrollando en altas esferas, como país, como gobierno, porque un fruto de eso es la tranquilidad que hemos vivido en estos días. Pero aquí abajo, en los espacios que podemos generar para convocar el debate, es necesario que lo hagamos. El Festival Otro Beta es un espacio no convencional para eso, para tomarnos una cerveza y conversar sobre temas políticos. En el este hay bar donde se reúnen juventud de Acción Democrática, gente de Amnistía Internacional… cuando me inviten, yo voy a ir porque además tengo grandes amigos en esos sectores, incluso gente de festivales que no piensan igual a nosotros, como el Nuevas Bandas, del que forma parte, por ejemplo, Provea. Tengo muy buena relación con Félix Allueva, del director del Festival Nuevas Bandas. Hemos conversado, hemos debatido de cualquier cantidad de temas, incluyendo obviamente el político, y nos reconocemos. Yo reconozco su festival y él reconoce nuestro festival. Ese tipo de espacios hay que generarlos para que nuestras voces se escuchen arriba. Que las voces de ellos se oigan en nuestro lado y en el lado de ellos, y nuestras voces se oigan también en la dirigencia de ambos lados. Sé que tienen que gritar más fuerte de su lado porque quien susurra algo (relacionado con el entendimiento y el diálogo) inmediatamente es acribillado. Nosotros este año no solo generamos esos espacios para el debate y la discusión, sino también talleres y conversatorios de comunicación visual. Igual que para participar en el Festival, para los talleres no se exige pensar de determinada forma. Quien cumpla las condiciones de amor, respeto y humanidad puede entrar en el festival y también en los talleres. Por eso participaron entre 80 y 100 jóvenes en temas como diseño 2D y 3D, marketing digital, conversatorios entre oficina y freelance… es decir, lo que están discutiendo actualmente los jóvenes, porque no podemos convocar a alguien a discutir e imponerle una agenda que no le interese.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)