lider

En el almuerzo navideño con mis dos politólogas favoritas, Prodigio Pérez y Eva Ritz Marcano, comentamos una de las grandes frases de análisis político pronunciadas por ser humano alguno durante el año 2019: una que estuvo entre lo que podríamos llamar –melodramáticamente- “Las confesiones de Gerardo Blyde”.

Para quienes se las hayan perdido (mucha gente en estos días se desentiende de los políticos, y con razón) digamos que Blyde expresó, según numerosas reseñas periodísticas, que para la oposición «ya no hay tiempo para crear otro líder», vale decir, alguien distinto a Juan Guaidó.

Breve pero suculenta, nos tomó bastante rato desglosar la frasecita. Veamos:

Liderazgo artificial. Al decir “crear otro líder”, admite este reputado vocero opositor que el liderazgo de la derecha no es natural, sino artificial, construido en laboratorios de imagen, según las recetas de marketing elaboradas por expertos, en su mayoría estadounidenses y europeos. “Lo malo es que el liderazgo artificial viene con una inteligencia también artificial, lo que no funciona mucho para la política, especialmente en un país con gente muy intuitiva, como el nuestro”, dijo Eva, mientas comenzábamos a entrarle a las hallacas.

 

Un experimento fallido. Se deduce que la reflexión de Blyde está referida muy especialmente al diputado Guaidó, pues es el más artificial de todos los líderes que ha tenido el sector opositor en 21 años. O, al menos, es el líder artificial más apresuradamente impuesto como cabeza del movimiento nacional antirrevolucionario. Otros, como Henrique Capriles Radonski o como el jefe de Guaidó, Leopoldo López, pueden ser considerados también “líderes de diseño” (según las normas en boga hace veinte y tantos años), pero primero fueron puestos a entrenar en cargos locales y regionales. Prodigio, Eva y yo coincidimos en que Guaidó es –al menos desde el punto de vista político- un experimento que salió mal, y ahora la derecha no sabe qué hacer con él porque su función era destruir al chavismo y ha terminado causando graves daños al antichavismo.

 

Inteligencia centrada en el truco. Mientras degustábamos también el pan de jamón, el pernil y la ensalada de gallina, volvimos al tema de los atributos propios de los líderes creados en laboratorios. En el caso de Guaidó, muchos elementos parecen indicar que toda la inteligencia artificial de la que fue dotado este modelo (millennial clase media ligeramente amulatado, tomando un epíteto de la fábrica de Ramos Allup) se concentró en la ingeniería de la trampa financiera. En pocos meses se montó un sistema que esquilmó todo aquello que era robable de los bienes de Venezuela en el exterior. Ese exceso de astucia para los negocios turbios no ha tenido hasta ahora su equivalente en elocuencia (su habilidad discursiva es casi nula) ni en sagacidad política (pregúntenle a cualquier Rastrojo). Claro, es posible que el laboratorio gringo que lo creó, le incorpore un chip nuevo para mejorarlo al respecto en su segundo año de lucha por el cese de la usurpación. Quién quita.

 

Lo que existe no sirve. La frase dio para tanto que hasta repetimos con un bollito. Observamos que en la afirmación de Blyde está implícito el hecho de que en las filas del liderazgo ya existente (creado o natural) no hay nadie que pueda despegar por su cuenta, lo cual, dicho sea de paso, es una conclusión bastante descorazonadora, luego de 21 años en la pelea. Prodigio se preguntó cómo se estarán sintiendo los dirigentes políticos veteranos y ultraveteranos de la oposición ante semejante descalificación del abogado. “¿Cómo se sentirá el mismo Blyde frente a esa verdad tan cruel?”, pregunté.

 

Se anulan entre sí. Prodigio se gozó la copita de vino que tiene permitida y dijo que “tampoco así, no hay que subestimar a esa gente”. Explicó su tesis: en la oposición existente sí hay varios dirigentes que podrían asumir la responsabilidad de relevar a la cara visible del experimento fallido. Lo que ocurre es que entre los varios individuos que tienen ese nivel se observa una paridad de fuerzas (y de ambiciones) tal que los hace repelerse entre sí y que, en el caso de que uno de ellos tome la delantera, impulsará a los otros a destruirlo sin el menor asomo de misericordia. De hecho, una de las causas del fracaso del experimento Guaidó es que, a pesar de ser alguien “recién creado” como líder, apareció siempre demasiado a la sombra de López, uno de los involucrados en esa riña entre pares. No es por casualidad que la debacle de Guaidó se haya precipitado a partir del 30 de abril, cuando se le vieron demasiado las patas al caballo. “Tal vez a eso se refiera la angustia de Blyde: necesitan crear un personaje que pueda tener el apoyo de todos y eso requiere no un año ni de dos porque sería un logro tan grande como crear un reactor de fusión nuclear”, dijo Prodigio, ya un poco achispada, pese a lo breve del traguito.

 

Peor es nada. Todavía quedaba un aspecto más por trabajar en el análisis de la sustanciosa frase de Blyde, y de algunas de las otras que dijo en el mismo programa. Y es que en sus palabras se hace ver que Guaidó es la única opción disponible para no volver a comenzar de cero, aunque no sea el niño prodigio de la política que los promotores del producto quisieron vender. En la jerga de las relaciones de pareja, a ese marido o novio que está muy lejos de ser un gran tipo, se le suele llamar “peor-es-nada”. La oposición, según el descarnado análisis del exalcalde de Baruta, atraviesa por esa etapa y por eso él clama desesperadamente porque todos los diputados del antichavismo voten para reelegirlo el 5 de enero.

 

De más está decir que Prodigio, Eva y yo –merecidamente- cerramos este almuerzo-análisis saboreando un dulce de lechosa.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)